Elecciones Generales 2016

«Iglexit»

El 26-J ha supuesto el primer revés en la carrera de Iglesias y reactivará las críticas de los errejonistas, contrarios a la confluencia con IU

La Razón
La RazónLa Razón

El 26-J ha supuesto el primer revés en la carrera de Iglesias y reactivará las críticas de los errejonistas, contrarios a la confluencia con IU

El cierre de las urnas y la publicación de los resultados electorales abrió anoche un nuevo periodo en la historia de Podemos, marcado por el primer revés de consideración al liderazgo de Pablo Iglesias. El fracaso de la coalición con Izquierda Unida dará alas a los sectores más moderados del partido, encabezados por Íñigo Errejón, que en todo momento se mostró contrario a formar «sopas de letras» y que avisó de que ambos electorados podrían no sumar. La noche de ayer dio dolorosamente la razón al número dos del partido. El resultado fue especialmente amargo en Madrid, donde, tras casi un año de gobierno de Manuela Carmena, Podemos ha perdido 210.000 votos en toda la comunidad. Esta cura de humildad a Podemos rompe la lógica que el partido utilizaba para comprender el momento actual que atraviesa España («fin del bipartidismo», «cambio de paradigma» y «nueva transición») y obligará al partido morado a reelaborar toda su filosofía... algo que no debería resultarles muy dificil a dos magos de las palabras como Iglesias e Errejón. La pregunta, no obstante, es si sus seguidores interiorizarán la «maquina del amor 2.0» que cree el aparato de propagandístico del partido. Si la situación económica de España, como parece previsible, continúa mejorando, el descontento creado por la crisis menguará y la ventana de oportunidad de Podemos se estrechará considerablemente. Si Rajoy vuelve a apuntarse tantos macroeconómicos, el discurso de Iglesias de culparle de todo perderá más fuelle aún que en estos seis meses tras el 20-D en los que Podemos se ha dejado en el camino más de un millón de votos.

La vorágine electoral ha tenido un efecto muy positivo en cualquier caso para Podemos: sepultar en una manta de márketing político las traumaticas divisiones internas que asolaron al partido antes y después del 20-D, cuando a las múltiples crisis territoriales en diversas comunidades autónomas –disensiones que provocaron más de 80 dimisiones en consejos ciudadanos regionales– se sumó el fulminante cese de Sergio Pascual, secretario de Organización del partido y persona cercana a Íñigo Errejón. Este último, recordemos, escenificó su acuerdo desapareciendo de las redes sociales y de los medios de comunicación durante días. Tanto las crisis territoriales como la capitidismunición de Pascual son dos manifestaciones de un mismo problema: la deriva de Podemos desde sus orígenes asamblearios en los que la participación ciudadana lo era todo, a un partido al uso en el que la cúpula personificada en Iglesias detenta todos los resortes del poder y en el que la voz que disiente del líder es silenciada, como el caso de Trinidad Ortega prueba sobradamente. Acabado el tráfago electoral y postelectoral, los larvados conflictos que asolaron el partido morado volverán a emergery a buen seguro constituirán una piedra en el zapato de Pablo Iglesias, a lo largo de la próxima legislatura en la que Podemos estará en un limbo político al no haber adelantado al PSOE.

Ayer expiró un ciclo electoral inaugurado en mayo de 2014 con la brillante irrupción del partido morado en las europeas. Podemos tedrá que esperar años para volver a intentar el «asalto a los cielos». En cualquier caso anoche se cerró para Podemos el tiempo de las palabras y de los eslóganes y empiezó la etapa de los hechos. Así será tanto en el improbable caso de que Pedro Sánchez sea el próximo presidente del Gobierno con el apoyo de Podemos y la abstención de Ciudadanos y los independentistas, como en el escenario más razonable: que ambas fuerzas pasen a la oposición.

El propio Pablo Iglesias ha reconocido que forma parte de la estrategia de su partido ocultar deliveradamente su posición en asuntos clave hasta que se acceda al poder. Durante la campaña se ha esforzado en ofrecer su imagen más presidenciable, moderada y responsable. Pero cabe preguntarse: ¿es esto el enésimo truco de márketing político o realmente Iglesias, abandonado el ardor unicial, es consciente del estrecho margen de actuación que, en el seno de la Unión Europea, tiene un presidente del Gobierno español? La estrategia fallida de Iglesias durante esta legislatura provocará que se tenga que esperar por lo menios hasta el próximo ciclo electoral para despejar esa incógnita.

En este sentido, la maquinaria de comunicación de Podemos ha utilizado «los ayuntamientos del cambio» como argumento de que cuando llegan a las instituciones no solo no se cumplen los vaticinios catastrofistas de sus contricantes políticos sino que gestionan mejor que los partidos tradicionales. Sin embargo los resultados de ayer han puesto en tela de jucio esta aseveración y no han sido ataques de sus enemigos los causantes de esta circunstancia si más de un millón de ex votantes de Podemos.