España
«Emilia»: el regreso a la infancia de Tolcachir
Cuándo: del 9 de enero al 9 de febrero. De martes a sábado, 20:30 h. Domingos, 19:00 h.. Dónde: Teatros del Canal. Madrid.. Cuánto: de 13 a 25 euros. Tel. 91 308 99 9
El director y dramaturgo argentino Claudio Tolcachir fue el protagonista, hace ahora siete años aproximadamente, de un fenómeno teatral en la cartelera madrileña de esos que se dan muy de vez en cuando: el boca-oreja convirtió «La omisión de la familia Coleman», una obra pequeña pero maravillosa, en lo mejor del año, sacándola del circuito alternativo (se estrenó primero en Pradillo, pero luego regresó al Teatro Español en dos ocasiones) y propiciando altas expectativas –que no fueron defraudadas– ante sus siguientes trabajos, «Tercer cuerpo» y «El viento en un violín». Las tres piezas tenían temáticas independientes, pero conformaron una trilogía en cuanto a su estructura y filosofía: eran todos trabajos de su teatro-sede-escuela bonaerense, Timbre 4, con actores implicados en la construcción sobre la marcha del texto, un humor soterrado y algo cáustico, un reparto que volaba alto en un naturalismo acentuado muy coral y unas historias humanísimas sobre familias o grupos sociales ante situaciones conflictivas. Tras algún estreno de encargo –dirigió para el Español una notable versión de «Todos eran mis hijos», de Miller–, Tolcachir regresa a España, a los Teatros del Canal, con «Emilia», su nueva creación.
Una anécdota real
El punto de partida fue una anécdota real que le sucedió, y merece la pena oírsela contar al propio director, que atendió por teléfono a LA RAZÓN: «Un tiempo atrás, para mi 40 cumpleaños, pasé a buscar a la que había sido mi niñera. Surgió una charla muy conmovedora, porque ella me contaba muchísimas cosas de mi infancia que yo no recordaba. Me llamó la atención que alguien tuviera tantos recuerdos y, sobre todo, que fuera un recuerdo tan vivo. Eso me disparó a pensar enun montón de cosas sobre ese vínculo afectivo, la gente que trabaja en cuidarte, en quererte...». Y explica el director: «Lo interesante del personaje de Emilia es que hay gente que la adora, que se la quiere llevar a su mesita de noche, y gente que le tiene pánico, que le parece una manipuladora, un monstruo», reflexiona Tolcachir. Es, en cualquier caso, sólo un modelo, una inspiración para contar una historia propia y ficticia: «Ella ha venido a ver la obra, le hemos dedicado la función y está emocionada porque se va a estrenar en España. Fue maravilloso, porque yo le advertí que no tenía que ver con ella, que era sólo un punto de partida, pero ella sentía que era parte de la historia, y es verdad. Me dijo: ''Vos no te preocupes Claudio, el asunto es que uno tiene que dar amor y no pedir nada a cambio''». Porque de eso, en definitiva, ha querido hablar el dramaturgo en esta ocasión, de la entrega, de la solidaridad, «de cierto amor desparejo de una manera diferente de entenderlo: los personajes de la obra empiezan a confundir amor con gratitud, con culpa, con entrega absoluta, con agradecimiento... En ese circuito, empieza a armarse una convivencia forzada».
Ahí está Walter, uno de los protagonistas (interpretado por Alfonso Lara). «Yo tengo muchas cosas de Walter, seguramente las que más miedo me dan de mí mismo. Walter es un personaje construido desde todas mis pesadillas–reconoce–. Él es quien yo no quiero ser: construye y fuerza el amor a su alrededor. Pero nada en él es natural. Todo en él está forzado, sostenido. Nunca se relaja o se dispone a recibir amor sincero, probablemente porque no lo recibiría, salvo de Emilia». Pero no sólo de Walter tiene algo Tolcachir. «A Emilia la entiendo tan bien: en ella todo es por amor y tiene el derecho absoluto a ser subjetivo con a quiénes amar». O a Carol, personaje de presencia constante pero más silencioso, al que da vida Malena Alterio: «Fue una maravilla trabajar con ella, como con todo el resto de actores de España, que son alucinantes; lo increíble fue cómo construir un personaje desde el silencio». Y cuenta de Carol que, «como siente la realidad que la asfixia, decide desaparecer en vida; por momentos parece deprimida, drogada, tonta, pero no es ninguna de esas cosas: ella decide ''no estar'' para no recibir más castigos ni llamadas de atención, ni siquiera besos. Y eso lo entiendo también. Todos estos personajes son cachos que yo podría ser». Con ellos, Daniel Grao y David Castillo, como Gabriel y Leo respectivamente, completan el reparto. «Es una obra absolutamente coral. Más allá de que hay personajes que tienen más texto o acciones, ninguno sale nunca de escena», continúa.
«Emilia» empezó a gestarse en 2012 y se terminó a comienzos de 2013 en los talleres de Timbre 4. Es, cuenta Tolcachir, «un proyecto personal: yo tenía ganas de escribir un nuevo texto sin la dinámica de trabajar con actores mientras escribía». «Emilia» es, en ese sentido, un proyecto más suyo que otros más coletivos como «La omisión de la familia Coleman». Y aclara el dramaturgo, para quienes esperen una cuarta entrega de sus obras anteriores: «Busco en cada obra investigar formas nuevas en la manera de contar, en la estructura... Hay mundos que son nuevos en ''Emilia'', en la forma del relato y su clima, y otros que me pertenecen o son reconocibles: la búsqueda de determinado tipo de personajes o lenguajes. Me encantaría no obligarme a cambiar ni a buscar una fórmula exitosa en cada obra, sino tener la libertad de escribir y dirigir lo que quiero en cada momento. Me gusta esa idea: la honestidad de trabajar sin especulación».
Más seria y compleja
«Emilia» es quizá más compleja en algún punto que otras obras suyas, pero sigue fiel a sus líneas básicas, con el actor y la palabra como cuerpo central: «Lo pensamos mucho, porque íbamos a grandes teatros; no quería construir un decorado que hiciera perder la identidad de mi trabajo. Para mí, la fuerza del espacio es fundamental, pero no por regalarle al público un espacio decorado». Y destaca la labor de Elisa Sanz, la escenógrafa, «que tiene que ver con un espacio abstracto, formado por mantas, de los distintos planos que van sucediendo en la obra».
Si a priori puede parecer que no habrá tanto humor en esta pieza como en otras suyas, Tolcachir relativiza esta afirmación: «Mis historias son siempre terribles. Después, la forma de contarlas permite muchos grados de humor: En ''Coleman'', si lo explicas sin más, hay un enfermo mental que no se baña y está encerrado en una casa». En esta nueva obra, asegura «al público le gusta el humor d ela obra y se permite reírse en los momentos de inquietud. Pero hay algunos de muchísima tensión».
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