Gobierno de España
Iglesias esquina a Casado
Sánchez dice que buscará pactos de Estado mientras arregla la relación con sus socios. Iglesias tiene la llave del Gobierno y es el principal obstáculo para que haya vías de acuerdo con PP y Cs
La catástrofe sanitaria y económica no es razón suficiente en Moncloa para alterar su política de esquinar al principal partido de la oposición. La prioridad sigue siendo «salvar» la relación con sus socios. Esta semana se ha elevado la presión sobre Moncloa para que implique a la oposición en su política frente al COVID-19, después de que desde todos los frentes políticos y económicos, salvo los sindicatos, hayan criticado su falta de información y su falta de previsión.
En el debate político ha entrado la necesidad de la concertación nacional, y ayer Pedro Sánchez dijo que «buscará», en el futuro, otros pactos de La Moncloa, a sabiendas de que es un brindis al sol mientras que Podemos siga teniendo la llave de su Gobierno. Sánchez no se moverá de la estrategia que ha seguido hasta ahora y que ha supuesto primar la relación con sus socios de investidura y dejar en un segundo plano al bloque del centro derecha y al principal partido de la oposición.
España se enfrenta a una crisis de primer nivel, pero el líder socialista está en manos de Iglesias, nada partidario de la concertación con la derecha. Las políticas de Estado siguen sometidas a los acuerdos del PSOE con Podemos y con los partidos independentistas, a pesar de que la fuerza de la crisis sanitaria, y sus consecuencias económicas, hayan hecho saltar por los aires la agenda de la Legislatura, los Presupuestos, la mesa catalana y hasta el sentido del acuerdo con ERC.
Por cierto, Iglesias está demostrando una habilidad extraordinaria para manejar esta crisis a su favor. Para ganar la batalla de la comunicación incluso cuando lo tiene todo en contra. Para imponer en el relato la idea de que todos los gestos sociales, marcadamente ideológicos, son consecuencia de su presión en el Consejo de Ministros, hasta de su «poder», según relatan las crónicas filtradas desde la formación morada. La realidad es que Sánchez mantiene formalmente el control de todos los resortes de poder de su Gabinete, en teoría, porque en la práctica Iglesias tiene el poder de dejar caer al Gobierno socialista de un día para otro.
El Ejecutivo reaccionó la semana pasada a la presión a favor de la unidad nacional contactando con el PNV, que ha hecho su primer amago de desmarque parlamentario en respuesta al cierre total de la actividad económica. También el PP hizo su primer desmarque desde que empezó la crisis del Covid-19 y anunció que no votará a favor de los decretos económicos, pero, sin embargo, esto no ha preocupado tanto a Sánchez. Al menos no hubo llamada a Pablo Casado hasta que ayer Moncloa le incluyó en la ronda formal de contactos con todos los partidos para comunicarles la intención de prorrogar el estado de alarma.
La conversación de Sámchez con Casado fue breve, ni diez minutos, se circusncribió a esta cuestión y no hablaron de las modificaciones que el PP pide en las medidas económicas. Realmente no hablaron de nada, fue un trámite. Ninguno de los dos tiene interés en atarse al otro, con la diferencia de que la responsabilidad en llevar la iniciativa frente a esta crisis nacional la tiene el Gobierno, y difícilmente podrá encontrar salida sin contar con la oposición.
En los dos Plenos que se han celebrado desde el confinamiento para ratificar el estado de alarma, los independentistas catalanes han utilizado la sede del Parlamento nacional para hacer discursos muy duros contra Sánchez. No así los nacionalistas vascos, que sí han mantenido el apoyo leal a la espera de recibir el mismo trato en Vitoria por parte del PSE, donde todo indica que les necesitarán para mantener la Lendakaritza.
En este contexto, el PP ha pasado al ataque como alternativa a Sánchez sin esperar a que termine la gestión de la crisis sanitaria, que era lo que inicialmente se preveía. La gestión de Sanidad, la imagen de un Gobierno desbordado y el caos en la compra del material sanitario son algunas de las razones que esgrimen en Génova para ponerse enfrente del Gobierno. Pero también saben en el PP que, si Sánchez se mueve para escenificar el «abrazo del oso» al líder de la oposición, el margen de éste para mantener su postura de colisión total se reduciría notablemente.
Esto rompería la estrategia del PP, pero también la de Sánchez, como ayer volvió a quedar en evidencia aunque el presidente intentara disfrazarlo con un disparo hacia adelante del «balón» de los grandes acuerdos. La apuesta por mantener los patrones del pasado es una jugada muy arriesgada porque esta crisis ya ha demostrado que los socios no están cuando vienen malas, y la situación económica puede ponerse tan de espaldas al presidente del Gobierno que acabe enfrentándose a una situación parecida a la del Rodríguez Zapatero de los recortes.
En ese momento Iglesias dejará de estar porque el apoyo al Gobierno progresista es un apoyo táctico y sometido a los intereses de Podemos. La formación morada no se manchará con de cisiones impopulares, con recortes que vayan en contra del eslogan de la agenda social. Sánchez tendrá que enfrentarse solo a la recesión económica y a Europa, bajo la amenaza de que la ayuda europea venga con condiciones, es decir, a modo de intervención. El PP avisó que diálogo sí, pero que los pactos de La Moncloa fueron para cambiar de régimen, y ahora la salida está en el marco laboral, económico y europeo.
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