Política
Los dilemas de Casado
El PP no puede volver a caer en la pulsión gestionadora que propició el apoyo de muchos de sus votantes a Vox»
Casado y su equipo no acertaron con la decisión de ir a las elecciones autonómicas del País Vasco con Cs. En buena teoría moderada, sin embargo, la elección era inmejorable porque no cabe más templanza que una alianza con Cs, conocidos por ser el centro del centro o, mejor todavía, la izquierda de ese mismo centro. Ocurre, claro está, que Cs sigue arrastrando
–vamos a decirlo así– su pecado de españolismo. Es algo imperdonable, particularmente en el País Vasco donde el PNV ha impuesto su ley y cualquier atisbo de salirse del consenso nacionalista es castigado.
Lo que lleva de vuelta a la política nacional, en la que el PP puede llegar a figurarse que la moderación significa también orillar todo lo que se parezca a un discurso y una actitud nacional española, para concentrarse en la gestión, que es lo que suele querer decirse cuando se habla de moderación. Ocurre, sin embargo, que este experimento ya se ha hecho. Lo protagonizó Mariano Rajoy, que contaba con una excelente gestión de la crisis económica premiada por los electores, con el respaldo a un partido nuevo, Vox, que fue comprendido como la alternativa a esa pulsión gestionadora.
Por si esto fuera poco, el extraordinario éxito de Feijóo no puede atribuirse sólo a la buena gestión, que es la base de cualquier avance de la derecha. Además de gestión, Feijóo ha implantado un partido que se mimetiza con la sociedad gallega y ha hecho de Galicia el foco de sus preocupaciones, de su discurso, de su actitud. Galicia es la raíz y el fundamento del consenso que Feijóo ha sabido elaborar, aquello que le permite dialogar, entenderse e integrar sensibilidades y actitudes muy diferentes en una unidad compleja, como es el Gobierno gallego y el PP de Galicia.
Trasladar esa experiencia al conjunto de España necesita por tanto ir más allá de la eficacia en la gestión, que al PP se le supone, aunque últimamente tampoco brillen demasiado los nombres eficaces y nuevos en el equipo de Casado. También quiere decir adaptar la construcción del consenso en torno a Galicia en uno nuevo en torno a España. A menos, claro está, que se piense que esa palabra, y lo que significa, resultan peligrosas para el proyecto moderado del PP a nivel nacional.
Como eso resulta inconcebible, porque querría decir que el PP ha decidido abandonar el campo de la derecha a Vox, la labor de Casado en su papel de jefe del PP consiste en recomponer el Partido en función de lo que Feijóo ha logrado con tanta brillantez en Galicia. Es lo que Casado pareció insinuar en sus declaraciones ante el Comité Ejecutivo del PP, en particular cuando habló de recuperar la «ambición nacional compartida» y propuso «un proyecto nacional de largo alcance». Esa es la fórmula ganadora.
Se dirá que la sociedad gallega es menos compleja que la española, y que aquí no es posible un consenso nacional como el que existe allí sobre Galicia, llámese «regionalista» o de otra forma. No es así. Galicia es una sociedad tan compleja y contradictoria como el resto de España, como lo pudo ser el País Vasco antes de que se le regalara la victoria sobre ETA al nacionalismo. Lo que busca el electorado, sobre todo hoy, es justamente seguridad, certidumbre, elementos que contribuyan a garantizarle un mínimo de estabilidad. Por lo demás, y salvo en el País Vasco y Cataluña, que plantean problemas específicos, al PP de Casado no le va mal en los sondeos.
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