Monarquía

Felipe VI, un Rey solo bajo el pulso Sánchez-Casado

Ex ministros socialistas y populares coinciden en que la élite política no está a la altura de la crisis institucional

El Rey Felipe VI saluda al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, durante el acto del 12-O
El Rey Felipe VI saluda al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, durante el acto del 12-OJuan Carlos HidalgoEFE

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el jefe de la oposición, Pablo Casado, no han intercambiado ni una sola palabra sobre la crisis que afecta a la figura del Rey emérito don Juan Carlos, y que se traslada sobre la actual jefatura del Estado que representa Felipe VI. Fuera de la política en activo hay coincidencia en el análisis sobre la gravedad de la crisis institucional y sobre las consecuencias dañinas, a su vez, de la distancia abismal que separa a Sánchez y a Casado.

En conversaciones con ex ministros de Gobiernos socialistas y populares este periódico ha confirmado la preocupación que comparten por «la soledad» del Rey Felipe VI y por el alcance del coste que la lucha partidista puede añadir a la crisis abierta «por las cuestiones familiares». El combate y el juego ventajista de Podemos se da por amortizado porque forma parte de su ADN, pero los históricos de la élite política e institucional ven con la misma lupa que Zarzuela el problema que plantea que la clase política dirigente de hoy no esté a la altura del problema de Estado y de la solución de Estado que exige hacer frente al desgaste reputacional de la figura de don Juan Carlos y de la Corona.

«La Monarquía forma parte de la esencia constitucional. Y la situación exige que al menos todos los partidos constitucionalistas remen en la misma dirección y no intenten sacar partido de la crisis». Esta reflexión se escucha en el entorno monárquico, pero también, con otras palabras, en el ámbito político.

La crisis por la situación en la que se encuentra don Juan Carlos se ha convertido en un elemento más de desestabilización del Gobierno de coalición. La parte socialista intenta poner pie en pared ante la ofensiva contra la Corona de su socio de gobierno y sus socios parlamentarios, en una situación imposible si no busca la mano del PP. «Soplar y sorber al mismo tiempo es imposible. No basta con decir simplemente que somos dos partidos distintos», comenta un presidente autonómico socialista.

El principal partido de la oposición también está viendo en esta situación otra oportunidad para meter bocado al Gobierno de coalición y a sus debilidades. Por lo que antes que apoyar los fallidos intentos socialistas de liberarse del peso de Podemos para alinearse del lado de la Corona, la dirección popular prefiere centrar sus energías en colocar el foco en las coacciones y en el desprecio de Podemos hacia la Monarquía. Y desde dentro de las filas populares también advierten del riesgo de una política de oposición de «tierra quemada» porque «no hay nada que construir si para llegar hemos dejado que se arrase con todo».

Mientras los socios de Sánchez actúan cada vez más engrasados en su campaña contra la Corona, y reactivan con fuerza su ofensiva en el Congreso, las direcciones del PSOE y del PP actúan divididas. A la greña, sin hablarse salvo para tirarse basura encima, para desconcierto de sus respectivos partidos fuera de Madrid, donde no se entienden ni algunos discursos ni algunos comportamientos de los llamados partidos de Estado, «con lo que hay en juego».

El Rey está desarmado por las limitaciones en sus funciones que le impone la Constitución, carece de libertad y autonomía incluso para desarrollar su agenda institucional. Y en Zarzuela y en el ámbito político constitucionalista coinciden en que la situación exige pensar una hoja de ruta para consolidar ante la opinión pública la utilidad de la figura del Rey Felipe VI. Y esto no se consigue cortándole aún más las alas en su papel exterior o en su función como garante de la unidad territorial en toda España.

En el constitucionalismo español con experiencia de Gobierno se reconoce que el deterioro de la imagen de don Juan Carlos es un problema para la Monarquía, pero no insalvable si las direcciones políticas actuales están a la altura de las circunstancias, incluso, «a la altura que está demostrando Felipe VI». En sus análisis comparten también la idea de que los problemas no se pueden negar, sobre todo cuando da la sensación de que Zarzuela no tiene claro qué más puede salir a la luz. Pero, de la misma manera, para el Rey es también un problema que ante esta crisis haya un Gobierno dividido, desleal, con una parte que es enemiga del régimen constitucional y de la Corona; y que haya una oposición dividida, y que enzarzada en su combate distorsiona la postura que tendría que tener el PP en estos momentos. «Menos ruido y más hacer y más dejar hacer al Rey».

El reinado de Felipe VI ha sido un campo de minas desde su inauguración por los problemas familiares, las crisis económicas y la falta de estabilidad política. Pero el Rey ha hablado con sus hechos: regulación del régimen de regalos a los miembros de la Familia Real, prescindir de asesoramientos privados y particulares, código de conducta al que deben someterse todos los empleados de su Casa, reducción de la Familia Real a seis miembros, revocación a su hermana, la infanta Cristina, del título de duquesa de Palma, retiración a su padre de la asignación económica que libremente le había asignado o la renuncia simbólica a la herencia que pudiera afectarle a él y a su hija, la Princesa de Asturias, de fondos irregulares.

En el círculo monárquico precisan que el regreso a España del Rey emérito debe valorarse en función de para qué y en qué circunstancias. Pero subrayan, al mismo tiempo, que el Palacio de la Zarzuela es la residencia del jefe del Estado y todo lo que hay dentro pertenece a Patrimonio Nacional por lo que no tiene sentido abrir polémicas sobre cuestiones que están perfectamente tasadas.

También señalan que el mensaje de Navidad y a las Fuerzas Armadas, con motivo de la Pascua Militar del día 6 de enero, deben ser más que nunca «mensajes del Rey», en los que no faltará ni la defensa de la Constitución del 78 ni su firme compromiso con la ejemplaridad en el ámbito público y privado.