José Antonio Vera

El precio de la foto

Lo de hoy queda como un mero Comité búlgaro donde sólo se aplaude lo que el timonel decide

Pedro Sánchez se ha acostumbrado tanto al malabarismo que no se encuentra a gusto sin andar sobre la cuerda desafiando al abismo. Y así vamos, de un lugar a otro sin importar demasiado los compañeros de viaje ni si lo que dijimos hoy es lo contrario de ayer. De modo que en esta última pirueta de nombramientos importa poco echar mano de Patxi López, antiguo contrincante de sector e ideas, o reforzar a Oscar López y Antonio Hernando, pese a que otrora jugaron en su contra. Sólo falta recuperar a Susana y a Madina. O al mismísimo José Blanco. Hombre, Pepiño no, porque ahora se ha convertido en emprendedor de éxito, al que los susurradores pusieron como ejemplo cuando le dijeron que, Pedro, lo de Andalucía ha sido tal desastre que tienes que poner al frente del partido a gente de peso, porque a los de comunicación no los conoce nadie. Salvo Isabel Rodríguez, que está dando el do de pecho con acierto en Moncloa. De modo que, dicho y hecho, patada adelante y Patxi López portavoz del Grupo Parlamentario, con Pilar Alegría en el partido. Sólo que Patxi no es Pepiño, y ni siquiera Ábalos. Y ya veremos cómo sale la jugada, pues las elecciones están a la vista y la brecha abierta por Feijóo crece en vez de disminuir. Casi nadie ve que María Jesús Montero o Iceta puedan desde sus nuevos puestos revertir la tendencia a la baja que marcan las encuestas y anticipó Andalucía. ¿Será posible con Patxi López?

La realidad es que poco se puede hacer cuando el problema no es de personas, sino de gestión. Cuando se pierde la credibilidad es difícil recuperarla, por mucho que te vistas de podemita o indepe-bildutarra. Por mucho que te transformes en convencido militarista pro-Otan, pese a haber dicho en el pasado que debía desaparecer el Ministerio de Defensa. No se puede ir a Kiev a abrazar a Zelensky al grito de «estamos con Ucrania», y al mismo tiempo empezar a comprar gas ruso hasta proporciones nunca imaginadas. O cuando el argumento es «el cambio climático mata», y luego nos vamos a Extremadura utilizando nada menos que tres medios de transporte, alguno especialmente contaminante. Cierto que la seguridad del máximo responsable del Ejecutivo debe estar garantizada, pero bien analizado el tema queda claro que no era necesario emplear primero un helicóptero Súper Puma, después el Audi A8L y finalmente el Falcon 900. El Audi y el Falcon hicieron la ida vacíos, igual que el Súper Puma la vuelta a Madrid.

Sería mera anécdota si no fuese porque llueve sobre mojado. Con Iglesias no se podía dormir tranquilo y después nos enlazamos en matrimonio. Con Bildu no pactaría nunca y ahora hasta la Memoria democrática. Y a Puigdemont se le iba a perseguir por toda Europa, y ahí le tenemos, tan tranquilo en Waterloo y el Gobierno deseando que no regrese nunca.

Cambiar de idea siempre es posible. Lo extraño es hacerlo con tanta frecuencia y alegría, como si se tratara de la cosa más normal del mundo. Como lo del Comité Federal de hoy. Se convocó en teoría para debatir y elegir nuevo equipo. Pero los cambios ya han sido anticipados por las redes, y su papel queda en entredicho. Queda como un mero Comité búlgaro, donde sólo se aplaude lo que el timonel decide. Olvídense de los intensos debates de antaño entre barones y corrientes. Corrientes ya no quedan, y los barones han sido abducidos. Vara dice a todo amén. Emiliano no quiere líos, no vaya a ser que le pongan a Isabel. El único que se atreve es Lambán, quizás porque ve más cerca el peligro de Pilar Alegría. Pero los demás, ni replica ni protesta ni debate. Sólo queda aplaudir. Tal es el precio de la foto.