España
El golpe togado no existió
Han sido esos mismos «magistrados carcamales» los que le han tenido que dar una lección de legalidad y constitucionalidad a quienes no creen en más poder judicial que el que depende de ellos mismos
Se rasgaban las vestiduras los apologetas del sanchismo denunciando la triple conspiración de poderes ocultos, PP y jueces retrógrados contra el orden democrático y el poder emanado del pueblo. Dijeron en el Congreso y en todo tipo de medios que se estaba perpetrando un «golpe togado» peor que el de Tejero y había que ocupar las calles contra esta conspiración fascista que sólo pretende acabar con el Gobierno de las izquierdas patrias. Apenas transcurrida una semana después de la soflama, ni tan siquiera las camarillas podemitas hablan ya de golpismo ni de tomar las rúas contra las derechas y sus togas.
Antes al contrario, se han ido de vacaciones a las baqueiras nevadas felices de saber que ya han logrado lo que querían: controlar el Tribunal Constitucional para blindar sus desmanes, primero los indultos, después la aniquilación de la sedición y más tarde el abaratamiento de la malversación. Han sido esos mismos «magistrados carcamales» los que le han tenido que dar una lección de legalidad y constitucionalidad a quienes no creen en más poder judicial que el que depende de ellos mismos. Es decir, no creen en la división de poderes sino en un poder único que controla al legislativo y al judicial como si una mínima parte del todo se tratase. O sea, como en la Venezuela que construyó Chávez a su medida para impedir que nunca volviera a gobernar nadie más que él o sus maduros.
Es una pena pero es la realidad. En España no hay división de poderes de ningún tipo. El Legislativo es un apéndice del Ejecutivo. Bolaños le dice a Patxi lo que tiene que hacer y éste va y lo hace sin rechistar. No hay diputados díscolos, ni votos en conciencia ni tan siquiera apariencia de que se trata de poderes distintos. Y ambos poderes juntos, que en realidad son el mismo, tienen el objetivo común de controlar a los jueces para que ya no exista el más mínimo conato de independencia en la Magistratura. Algo que tienen casi al alcance de la mano, en parte por las maniobras de enmendar por la puerta trasera leyes orgánicas como la del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, en parte por esa estrategia ruin de señalar a los jueces como si fueran delincuentes, al más puro estilo Pablo Iglesias, marcándoles como golpistas o con murmuraciones envenenadas si no hacen lo que quieren.
Cada día parece más claro que la izquierda española del denominado «frente-amplio», en otros tiempos «frente-popular», sigue al milímetro la agenda que aprobó en 1990 el Foro de Sao Paulo, a saber: «Someter al ejecutivo los poderes legislativo y judicial; modificar los mandatos constitucionales; incrementar el manejo de los medios; relativizar los valores; desmitificar la religión; utilizar la educación para al adoctrinamiento político, y ejercer un control total de internet y de las redes sociales». Todo a su debido tiempo, pero sin permitir ni un solo resquicio a los sectores neoliberales, que han de ser señalados como corruptos, al servicio de la banca y los poderes profundos.
En eso están. Dicho hace años parecería una burda teoría de la conspiración masona. Pasado el tiempo vemos como las estrategias del neo-comunismo latino, hoy instalado ya en la mayor parte de la antigua América española, se van cumpliendo paso a paso. Llegar al poder para no soltarlo, usando todas las recomendaciones del contubernio paulista, amén de repartir a mansalva subsidios, paguitas, subvenciones, dádivas y limosnas milagreras de 200 euros/año como la que acaba de aprobar el Gobierno, 17 euros por familia al mes y apenas 5 por persona. Ha dicho Isabel Díaz Ayuso que a esta forma evidente de «comprar votos» se le llama «engañabobos» en el Madrid castizo. También tirar el dinero. Pero ahora vienen tiempos de alegría electorera. Olvidado ya el golpe togado que nunca existió, viva la caridad sanchista. Así de generoso es social-podemismo que nos gobierna.
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