Carmen Enríquez
El espacio libre de Doña Letizia
Tras la adaptación a su nueva vida como Reina, ha sabido encontrar su sitio. El matrimonio está completamente asentado y la periodista ha contribuido a la madurez plena de Don Felipe
Cuando ya han pasado casi 15 años desde que un ilusionado Príncipe de Asturias y una nerviosa y desenvuelta periodista anunciaron que iban a unir sus vidas, es evidente que la pareja formada por el Rey Felipe y la Reina Letizia está asentada.
Cuando ya han pasado casi quince años desde que un ilusionado Príncipe de Asturias y una nerviosa y desenvuelta periodista anunciaron que iban a unir sus vidas para compartirlas en el futuro que se abría ante ellos en esos momentos, es evidente que la pareja formada por el Rey Felipe y la Reina Letizia está asentada.
No es poco cuando se llega a la madurez que supone cumplir medio siglo a lo largo del cual el monarca pasó una buena parte de ese tiempo tratando de encontrar a la persona de la cual estuviera enamorado y que, al mismo tiempo, reuniera las condiciones idóneas para compartir algo tan complicado como es el trono de España. Porque si algo tuvo claro desde el principio el heredero de la Corona es que su intención era casarse por amor y además, frente a los que le conminaban a casarse con una princesa de sangre real, él creía que el «mercado» de princesas era muy limitado.
Letizia ha sido fundamental para que el Rey, a la hora de cumplir 50 años, sea un hombre satisfecho que ha alcanzado gran parte de los objetivos que se marcó desde que tuvo uso de razón. Uno de los más importantes fue el propósito de aunar la obligación de continuar la cadena dinástica que exige a cualquier monarca tener herederos pero, eso sí, a cumplir con esa exigencia con la mujer de su vida. Hasta que don Felipe no encontró a la periodista Letizia Ortíz y determinó que no iba a renunciar a ella por la presión familiar o social, como en el caso de la modelo noruega Eva Sannum, hubo algunos años en los que la soledad pesaba sobre el Príncipe de Asturias. Los periodistas le preguntábamos por las sucesivas candidatas que fueron pasando por su vida sentimental y por la oportunidad de que alguna de ellas se convirtiera en su esposa. Él siempre pedía paciencia y prometía que ya nos enteraríamos de cuando la cosa fuera en serio. Y así fue cuando saltó la noticia en el año 2003 y nos quedamos de piedra cuando nos comunicaron el compromiso matrimonial de don Felipe con una compañera de profesión que, en mi caso, se sentaba a escasos metros de mi mesa de trabajo.
Llegó para quedarse
Todos supimos desde el anuncio de aquel 1 de Noviembre de hace casi quince años que Letizia había llegado a la vida del actual Rey para quedarse a pesar del abismo social existente entre ambos, la diferencia de ambientes en los que cada uno de ellos había crecido y la renuncia que iba a suponer para ella dejar su trabajo e integrarse en un lugar tan complejo. Pero ella es una mujer fuerte, aunque nadie deja de tener momentos de flaqueza, y su entusiasmo a la hora de adaptarse a la vida de una Familia Real fue determinante para que lo consiguiera. Eso no quiere decir que hubo ausencia de sufrimiento en momentos determinados tanto dentro como fuera del Palacio que era ya su residencia. Las críticas fueron muy duras e injustas y a la actual Reina le costó superarlas ya que además eran bulos y falsas noticias que solo trataban de desprestigiarla.
Un punto de inflexión en la vida de la pareja fue la muerte de Erika, la hermana menor de la Reina, una persona frágil a la que el matrimonio de su hermana con el Príncipe le afectó mucho ya que le hizo cobrar un protagonismo para los medios de la llamada prensa rosa que ella no sólo no deseaba sino que rechazaba totalmente. Su decisión de quitarse la vida fue un desgarro enorme para toda la familia que provocó que la entonces Princesa Letizia decidiera mantener a sus allegados lo más apartado posible de los focos, única manera de protegerlos de la curiosidad insaciable de informadores desaprensivos.
Otro de los asuntos que más afectaron a la Princesa desde su matrimonio fue acostumbrarse a pasar de ser la que informaba de las noticias para convertirse en ser ella la protagonista de la información. El Príncipe Felipe estaba acostumbrado desde niño a tener enfrente a decenas de cámaras y periodistas y lo aceptaba como algo inherente a su pertenencia a la Familia Real. A Letizia le costó mucho aceptarlo y pasó un tiempo en el que todo el tiempo estaba pendiente de lo que se publicaba sobre ellos y más concretamente sobre ella. Se convirtió en un sin vivir del que su marido le ayudó a salir y a superarlo a base de decirle que se olvidara de lo que ocurría y se decía en las alcantarillas y prestara atención a lo que ocurría más arriba. Doña Letizia no se resignaba a que los medios de comunicación sólo prestaran atención a su aspecto externo, peinado, diseño de ropa que usaba, calzado de altos tacones que usaba o cualquier gesto y se olvidaran del contenido de sus palabras en el acto oficial que desarrollaba.
La relación de la pareja real, como es lógico en cualquier matrimonio, ha pasado por momentos buenos y otros no tan buenos en los que parecía que cada uno iba por su lado. La adaptación de doña Letizia no ha sido fácil a la larga, ha tenido que pagar sus peajes, entre ellos acostumbrarse a ser la que está junto al Rey pero sin robarle protagonismo y aceptar el hacer algunas veces de «florero». Eso, para una mujer independiente como ella tampoco ha sido sencillo.
Pequeñas renuncias
Para subsanar en parte esa dificultad, el Rey ha optado en los últimos años por dejarle su espacio y permitir que no tenga que asumir siempre ese papel que su madre, la Reina Sofía, aceptó siempre pero que a su cónyuge no le gusta. La paz familiar exige a veces pequeñas renuncias pero siempre deben existir por ambas partes para que ninguno de los dos se sienta agraviado. La superación de esos inconvenientes ha hecho que la relación se haya fortalecido, al menos de cara a la opinión pública, y que las sombras que oscurecieron a veces la imagen de los Reyes parecen haber dado paso a una etapa de entendimiento mutuo.
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