Ministerio de Defensa
Adiós al símbolo de la Armada
El portaaviones Príncipe de Asturias se despide tras más de 24 años de servicio
Durante prácticamente 25 años ha sido el buque insignia de la Armada, la misma que afirma de él que, con su llegada, España entró de lleno en el «selecto grupo de Marinas de Guerra con portaaviones».
Durante prácticamente 25 años ha sido el buque insignia de la Armada, la misma que afirma de él que, con su llegada, España entró de lleno en el «selecto grupo de Marinas de Guerra con portaaviones». Sin embargo, después de un impecable servicio a las Fuerzas Armadas durante todo este tiempo y de haber dado prácticamente la vuelta al mundo 20 veces, la próxima semana se retirará definitivamente. Se trata del Príncipe de Asturias, un portaaviones que entró en servicio en mayo de 1998 y al que ahora la situación económica obliga a retirarse a pocos meses de celebrar sus bodas de plata. Su puesta a punto supondría una inversión que ronda los 100 millones de euros, inasumible en este contexto de crisis y recortes, y que para la Marina ha significado una reducción que ronda el 7,7 por ciento de su presupuesto respecto a 2012.
Así que, con este panorama, no había más opción que «desactivarlo». Eso sí, lo hará a lo grande, en dos fases y con un último trayecto: desde la que ha sido su «casa» estos años, la base Naval de Rota, hasta el lugar en el que fue construido, Ferrol. Será el miércoles cuando emprenda este último viaje que le llevará unos dos días. Y serán las últimas 1.000 millas que navegará, las cuales, con las ya recorridas, sumarán más de 448.000 en todo este tiempo.
Su llegada tampoco estuvo exenta de problemas y restricciones económicas. Desde su autorización hasta su puesta en servicio pasaron 11 años (junio de 1977 a mayo de 1988), en los que hubo crisis laborales en los astilleros durante su construcción, modificaciones de los planos iniciales, retrasos... pero que finalmente se superaron. Incluso su nombre tardó en llegar, pues se tenían en mente para él otros como «Almirante Carrero», «Lepanto», «España» o «Dédalo», como sus antecesores. Aunque finalmente, se decidió que se llamaría «Príncipe de Asturias». La propia Armada asegura que «no es casualidad ni improvisación que haya sido bautizado con el nombre de Príncipe de Asturias, ya que este nombre goza de una larga tradición e historia en la Armada». Y así es, pues con anterioridad otros ocho han llevado ese nombre.
Con el Príncipe de Asturias España se convertía en una de las pocas Marinas del mundo capacitada para desplegar un grupo de combate aeronaval a disposición de organizaciones como la OTAN o la UE, además de poder garantizar cualquier operación de defensa nacional. Y ha demostrado esas capacidades en numerosas ocasiones, como en 1991 protegiendo el Mediterráneo en la guerra del Golfo Pérsico.
La «desactivación» del Príncipe de Asturias cuenta con una hoja de ruta y se desarrolla en dos etapas. La primera se ha llevado a cabo en la Base de Rota y se trata de la «fase previa de inmovilización». En concreto, además de haberse elaborado un listado de todos los sistemas, equipos y elementos del buque, se han desembarcado aquellos repuestos y pertrechos que no son indispensables para la seguridad, explica la propia Armada en este guión del adiós del portaaviones. Así, por ejemplo, se ha descargado la munición, el material patrimonial o las embarcaciones menores, además de dejar sólo el combustible necesario para ese último tránsito que hará hasta los astilleros de Ferrol. Un viaje para el que contará con una dotación muy reducida, cerca de 220 personas. A partir de su llegada al lugar en el que nació, prevista para el viernes, comenzará la segunda fase, denominada «periodo de desarme y valoración». Ya cesa la actividad operativa y comienza la clasificación se sus elementos, ya sean útiles o inútiles. Aquellos a los que aún les quede vida se demilitarizarán o desmontarán retornando a la cadena logística. Además, se desembarcarán también los planos, documentación y repuestos que no hubiesen salido en Rota.
En el mes de marzo se reducirá la dotación hasta dejarla en entre 10 y 15 efectivos, cuyas tareas serán las de custodiar el buque y finalizar los trabajos pendientes. Aún está por ver qué ocurrirá con este aeropuerto flotante que ha marcado un antes y un después en la historia naval española. Su futuro, aun hoy, es incierto, pues bien podría acabar vendido, desguazado o convertido en un museo. O lo que es peor, como blanco para prácticas.
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