Elecciones generales
Albert Rivera, un líder hecho y rehecho
Su comunicación no verbal puede jugar un papel decisivo en ese voto oculto y emocional que nace del subconsciente y motiva conductas no explícitas.
Su comunicación no verbal puede jugar un papel decisivo en ese voto oculto y emocional que nace del subconsciente y motiva conductas no explícitas.
«Si sale con barba, San Antón y, si no, la Purísima Concepción». El refrán le va como anillo al dedo al líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Su comunicación no verbal puede jugar un papel decisivo en ese voto oculto y emocional que nace del subconsciente y motiva conductas no explícitas. En esa falta de criterio y en ese «habrá que ver» de los indecisos, su lenguaje visual puede ayudar a conectar muchas piezas. «El gesto, la vestimenta, los colores, el movimiento corporal, la expresión de la cara, el aspecto físico o la pulcritud del candidato... mueven en estos casos la conducta de voto», explica el psicólogo social Gonzalo Adán.
Y en esto, subraya, Rivera tiene a su favor su sonrisa. «Suele ser desinhibida y transmite naturalidad, espontaneidad y por lo tanto honestidad. Nada que esconder, parece decir. Sabedor de estos gestos innatos, se trabaja una imagen de chico guapo y educado. Es el novio de España. El yerno ideal. El que podría bailar con todos y con todas gracias a expresiones que denotan una cierta calma, serenidad, equilibrio y sensatez».
Su discurso en estos meses y años pasados ha sido melódico y cercano, asegura. «Con diferencia, el de mejor movimiento de manos, lo justo para no parecer un descontrolado emocional». Por poner un pero, Adán observa cierto descuido en su guardarropa. «No ha terminado de acertar en el vestuario. Las chaquetas color azul clarito, y sobre todo las de color pastel o blanco roto que llevaba antes, le hacían parecer un político de provincias más que un aspirante a presidente. Y, si le pudiera dar algún consejo, además de vestir siempre de azul oscuro en los momentos más solemnes, sería controlar algunos movimientos demasiado juveniles que últimamente despliega en las entrevistas, pareciendo que se le saca de sus casillas». A estas alturas de campaña, el cerebro del electorado está prestando mucha más atención a lo que el candidato nos dice sin palabras. ¿Y cuáles son estas señales? Hay momentos en que a Rivera parece que empieza a devorarle la inquietud. Le delatan, sobre todo, sus manos y su mirada huidiza. Esto es, al menos, lo que advierte el consultor de comunicación no verbal José Luis Martín Ovejero. «Los nervios no le dejan gesticular con la maestría que acostumbra. Sus manos se vuelven hiperactivas. Se atusa la chaqueta sin saber bien qué hacer con ellas para, finalmente, dejar una de las dos metida en el bolsillo. Es un gesto que ha repetido en más de una ocasión y es desfavorable. Primero, porque la audiencia no perdona y, en segundo lugar, porque de repente se queda manco gestual. Deja a su mano sin el inmenso poder que puede tener». De acuerdo con el análisis de este experto, sus facciones también se han ido endureciendo con el paso del tiempo haciendo que su cara pierda la amabilidad que le caracterizaba cuando le conocimos. «Más que nunca, debería jugar con las neuronas espejo, las células de la empatía que hacen que nos contagiemos con la risa sin necesidad de saber el chiste. Cuando un político habla, quienes escuchan tienden a reproducir sus emociones y es sabido que, si la emoción que transmite es de ira o enfado, el efecto es de huida. Por una razón evolutiva de defensa, el cerebro está especialmente programado para identificar esta emoción negativa, precisamente para poder reaccionar a tiempo». Frente a esta sensación de hartazgo o cansancio que emite Rivera en sus gestos, Martín Ovejero cree que la actitud de Arrimadas está siendo mucho más cercana y positiva.
Lo que sí conserva intactos, según los profesionales de la comunicación, es su don de la palabra y la vehemencia en el discurso. «No es plano, ni aburrido y, quizá aquí sí, le está ayudando su enfado interno para ganar como líder excelente y más efusivo». En ello coincide su colega Joan Francesc Cánovas: «Es un orador especialmente brillante y puede sentirse respaldado por su gran don de palabra. Ahí podría exhibir sus tablas políticas y esas competencias o pericias que tanto a va a necesitar si realmente quiere avanzar, tal y como indica su mensaje en el cartel de campaña donde, curiosamente, aparece
con un plano americano, justo por encima de las rodillas». La profesora de Comunicación Emma Rodero, experta en Oratoria, observa en este nuevo rostro que deja ver Rivera en las últimas semanas un político con más oficio, pero menos lozanía, que prefiere no errar una antes que acertar ciento. «Adscrito a la tiranía de lo políticamente correcto, se ha acostumbrado a medir milimétricamente sus movimientos, muecas e ideas con un nivel de autocontrol y exigencia muy elevado, convertido ya en marca Ciudadanos. Es un producto hecho y rehecho en un momento en el que la autenticidad es inexcusable».
Su pecado, según Rodero, es aspirar a la perfección. «Ahí se equivoca porque tiene cualidades suficientes para transmitir con mayor seguridad en sí mismo y sin tanto artificio. Su puesta en escena es elegante y dominante y tiende a mirar de frente a su interlocutor. Además, es ágil y responde rápido a cualquier pregunta. Es amable, conciliador y ha dado muestras de su habilidad para llegar a acuerdos. Es magnífico que un candidato trabaje su lenguaje no verbal, siempre que el resultado sea natural».
Son tantos que tiene a su favor y que ya mostró en debates de investidura en los que los analistas políticos le dieron por ganador precisamente por su dominio del lenguaje no verbal y su capacidad de rebajar la tensión creada en el hemiciclo. Siendo una persona nerviosa, supo contener sus tics y brilló con discursos serenos y gestos espontáneos muy naturales.
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