Un balcón para Pedro Sánchez frente al Museo del Prado

Hay pocas cosas más peligrosas para una democracia que un dirigente alejado de los problemas de sus gobernados. Una de ellas es un presidente con alergia a pisar la calle. Que es lo que le ocurre a Pedro Sánchez. Preocupado como anda en dar con la fórmula para pasar a la historia, guarnecido en el interior de un palacio que solo abandona en Falcon, ha dedicado una parte de sus últimas semanas a contradecir este escenario. La factoría de Moncloa se ha puesto a ello con el propósito de vendernos a un Sánchez a pie de barrio. Y le han construido una ficción. Otra más.

Después de intentarlo con una serie documental en torno a su vida, que ninguna plataforma parece querer estrenar, ahora hemos disfrutado de vídeos cortos en los que Sánchez aparece rodeado de ciudadanos presuntamente beneficiados por alguna medida del Gobierno. El esfuerzo de los asesores es loable, pero vano. No ha habido que rascar mucho para demostrar que el acercamiento a la calle era falso, que los pensionistas con los que jugó a la petanca en Coslada eran destacados militantes socialistas o que el joven con el que fue a tomar un café en Parla era, en realidad, el hermano de un asesor de Moncloa. Todo impostura, atrezo y utilería, como lo fue el programa electoral en el que prometió endurecer el delito de sedición y traer a Puigdemont de la pechera.

Para su próximo vídeo, el escenario ideal podría estar ubicado en los balcones situados en la plaza de Neptuno de Madrid, en el 10 del Paseo del Prado, frente al Museo. Hasta 2019 se alojaban allí varias figuras que representaban a las Meninas de Velázquez. Asomadas a los miradores, hacían las delicias de los turistas. El espacio lleva tres años vacante y le encajaría como anillo al dedo al presidente. Esas Meninas eran perfectas para una foto o un vídeo. Pero también eran de mentira. Cartón piedra.