Pablo Gómez

Bildu saca músculo tras su pacto con el PSOE en Navarra

La presencia de destacados dirigentes de Bildu y del último líder de ETA en la manifestación de la «contracumbre» terminó de transformar esta cita en una plataforma desde la que el partido de Otegi reivindicó su renovado protagonismo político

Grupos antiglobalización cruzan un puente que va desde Hendaya hasta Irún, durante las protestas contra la reunión de los líderes del G7
Grupos antiglobalización cruzan un puente que va desde Hendaya hasta Irún, durante las protestas contra la reunión de los líderes del G7larazon

La «contracumbre» organizada este fin de semana en el País Vasco y en el sur de Francia en protesta contra la reunión del G7 en Biarritz se ha visto transformada finalmente en una ceremonia reivindicativa de la izquierda abertzale.

La «contracumbre» organizada este fin de semana en el País Vasco y en el sur de Francia en protesta contra la reunión del G7 en Biarritz se ha visto transformada finalmente en una ceremonia reivindicativa de la izquierda abertzale. EH Bildu y sus colectivos sociales satélites han sabido vampirizar la cita anticapitalista y antisistema para tratar de sacar músculo, amplificar su discurso contra las democracias francesa y española y, al mismo tiempo, reivindicar su renovado protagonismo en el tablero político, tanto a nivel nacional como en el País Vasco y en Navarra.

Dentro del programa diseñado por los organizadores de esta cumbre paralela, ayer tuvo lugar una manifestación bajo el lema «G7 No» que unió la localidad francesa de Hendaya con Irún, en suelo español. Participaron en la misma 9.000 personas, según estimaciones de expertos policiales de ambos países. Entre ellos, destacó la presencia de la portavoz de EH Bildu en el Congreso de los Diputados, Mertxe Aizpurúa, y el líder de Sortu, Arkaitz Rodríguez. También se sumó a la manifestación David Pla, el último líder de la banda terrorista ETA. Los organizadores de la marcha, que transcurrió sin incidentes, subrayaron ayer que en la contracumbre se ha demostrado que sus participantes «están a favor de alternativas, que las hay, también en Euskal Herria, para acabar con el sistema patriarcal, lograr la acogida a personas migrantes y refugiadas, y lograr un desarrollo sostenible con soberanía alimentaria».

En términos meramente políticos, EH Bildu ha sabido transformar la «contracumbre» de Irún en una ceremonia para resituarse como actor protagonista dentro de la compleja maraña de los partidos de izquierdas en el plano autonómico y también en la arena nacional. El final de la legislatura pasada y el principio de la actual han potenciado a la marca abertzale. Por varios motivos: la investidura de la socialista María Chivite en Navarra y el pacto de ésta con los nacionalistas de Geroa Bai necesitó del beneplácito y el aval de Bildu; su voto, en los estertores del pasado mandato, fue clave para que el Gobierno socialista de Pedro Sánchez pudiera aprobar en la Diputación Permanente sus decretos sociales; la convocatoria anticipada de elecciones generales permitió que este partido duplicara su representación en el Congreso hasta sus cuatro diputados actuales; y en el Senado, su alianza con ERC se ha afianzado con la formación de un grupo parlamentario conjunto.

En este contexto, la contracumbre ha servido para escenificar este renovado protagonismo del partido de Arnaldo Otegi. Ha sido precisamente él una de las caras más visibles de la cita de Irún. Dentro de una mesa redonda que compartió con la dirigente de ERC, Marta Rovira –actualmente fugada de la Justicia española en Suiza por su participación en el «procés»–, Otegi apostó por lograr «alianzas» de la izquierda «lo más amplias posibles» para hacer frente a la «ola de autoritarismos» en Europa y a una «deriva natural» del Estado español, que «va a ser autoritaria» también.

La «hoja de ruta de Otegi»

Como prueba más clara de que hasta qué punto la contracumbre se ha visto transformada en un ceremonia a mayor gloria del argumentario abertzale, basta analizar la intervención del propio Otegi, en la que desgranó la hoja de ruta del independentismo radical vasco: «Tenemos un proyecto de liberación nacional y social para el país que es el que mejor se corresponde a los intereses de la mayoría de este país, y en eso vamos a seguir trabajando». El líder de Bildu defendió que «Euskal Herria», a pesar de ser «un pueblo pequeño», debe desarrollar «un proyecto transformador en el ámbito social y nacional». Frente a ello, Otegi subrayó que en el Estado español «no hay posibilidad real de que exista una evolución en términos democráticos que resuelva, de forma estructural, los grandes déficits que tiene» y censuró que «el pilar fundamental del proyecto de dominación de las élites oligárquicas en el Estado español es la unidad de España».

«Ser decisivos en Madrid»

Convertirse en los principales actores de las movilizaciones de la izquierda radical vasca no es más que uno de los pilares de la estrategia que viene desarrollando Bildu en los últimos meses. Así, los de Otegi se han conjurado para conjugar una activa presencia en las calles con un perfil más institucional. Es el caso, por ejemplo del papel que el partido abertzale ha desempeñado en la negociación para la investidura de María Chivite en Navarra. También en Madrid, tratará de jugar las cartas que le permitan sus cuatro escaños. En la investidura de julio, se abstuvieron y, dentro de la misma línea argumental que defendió el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, EH Bildu llamó a la responsabilidad del PSOE y Unidas Podemos para alcanzar un acuerdo de izquierdas. Todo ello sin perder de vista los objetivos de ruptura con España que esta formación lleva grabados en su ADN. No en vano, la primera iniciativa que registraron en el Congreso en este mandato exigía al Gobierno la urgente transferencia al País Vasco y Navarra más de 60 competencias, entre ellas la gestión de la Seguridad Social y de las prisiones.