Ceuta
Cien inmigrantes logran entrar en España tras una batalla campal
La Guardia Civil ha difundido tres vídeos para ilustrar el salto a la valla de Melilla que este lunes han protagonizado en torno a medio millar de migrantes, según fuentes oficiales, de los que un centenar han conseguido alcanzar suelo español.
Quinientas personas, actuando como una marabunta. Armados de palos y piedras, dispuestos a cualquier cosa, incluida la lucha cuerpo a cuerpo. Su número es sensiblemente mayor al de los agentes, españoles y a marroquíes, que tienen que tratar de frenar su entrada ilegal en España. Como dijo un experto a LA RAZÓN, «se masca la tragedia» y en este caso, dado el problema y la zona en que se inscribe, cualquier hipótesis es factible.
Un centenar de subsaharianos, de un grupo de unos 500 que lo intentaban, lograron ayer entrar en Melilla por Vaguada de Linares y Vaguada de Río Nano.
Los hechos se iniciaron a las 07:50. La Guardia Civil había detectado minutos antes, gracias a los sistemas térmicos de vigilancia, la presencia en la zona boscosa del Monte Gurugú de una gran cantidad de personas que se podían acercar al vallado, para intentar el salto. Inmediatamente, dio cuenta de ello a las Fuerzas Especiales de Marruecos, que se desplegaron por la zona.
Los inmigrantes, al frente de los cuales se sitúan los más fuertes, se mostraron, desde el primer momento, extremadamente violentos. Llevaban palos en mano y lanzaban piedras de gran tamaño contra los agentes. Aun así, la acción policial logró dividir en dos grupos la marabunta que pretendía llegar unida hasta el vallado. Unos 250 se dirigieron a la Vaguada de Río Nano y una cifra similar a la Vaguada de Linares. Lo que siguió fue una auténtica batalla campal entre los subsaharianos y las Fuerzas Especiales marroquíes, algunos de los cuales tuvieron que pedir a la Guardia Civil que abriera algunas puertas que hay para refugiarse en el intervallado. «Se está mascando la tragedia y un día puede ocurrir algo irreparable», subraya el citado experto, que conoce muy bien lo que ocurre en la frontera.
La acción conjunta de las Fuerzas Especiales y la Guardia Civil, que había desplegado sus efectivos, hizo que unos 300 de los 500 que pretendían saltar desistieran de ello y regresaran a la zona del Monte Gurugú. Los otros 200 fueron los que llegaron hasta el vallado y los que se mostraron con una violencia no conocida hasta ahora, mediante el lanzamiento de piedras, palos y todo lo que encontraban a su paso.
Un centenar de ellos pudieron ser rechazados, pero el resto logró saltar y dirigirse corriendo hacia el CETI y la Jefatura Superior de Policía, con el fin de que se inicien los procedimientos de expulsión que, dado el grado de saturación del citado Centro Temporal de inmigrantes, terminarán en la Península y, con el tiempo, en cualquier país de la Unión Europea.
Durante los momentos en los que los 200 antes citados pugnaban por terminar de saltar el vallado y entrar en España se pudo observar una absoluta desproporción entre el número de agentes marroquíes y españoles, muy inferior a los subsaharianos que tenían que contener.
Mientras un agente trataba de evitar el salto de uno, otros lo intentaba, y, a veces lo conseguían, unos metros más allá. Para hacer más difícil la acción de los agentes, algunos se despojan de las camisetas y prendas de abrigo con las que venían desde el Monte Gurugú (a veces llevan tres prendas una encima de la otra con el fin de no sufrir heridas si logran llegar a la parte alta del vallado que, desde el Gobierno socialista, dispone de concertinas disuasorias). Desnudos de cintura para arriba, con el sudor y la confusión del momento, es muy difícil retener a personas que, en muchos casos, y pese a las penurias que pasan, poseen una gran fortaleza y agilidad.
Las fuentes consultadas por este periódico han señalado que en el salto de ayer, como el acaecido hace una semana, se ha observado una perfecta organización de los subsaharianos, que al iniciar el salto del vallado, se dividen en pequeños grupos para hacer más difícil la acción de los agentes.
La extrema violencia que muestran, llegando al cuerpo a cuerpo con los miembros de las Fuerzas de Seguridad, tiene esa misma finalidad, ya que para lograr rechazar a un inmigrante se debe emplear mucho más esfuerzo, además del riesgo que conlleva. Afortunadamente, ninguno de los guardias civiles sufrió ayer heridas de consideración (no había bajas para el servicio) y tampoco hubo heridos de importancia entre los inmigrantes que lograron entrar en España.
Sin embargo, desde Marruecos se informó de que un total de 13 de sus agentes resultaron heridos y 13 inmigrantes tuvieron que ser evacuados al Hospital Hassani de Nador para recibir atención médica «por las heridas causadas por las alambradas de la valla» que rodea el perímetro de Melilla. Las Fuerzas Especiales detuvieron a un total de 96 subsaharianos.
Tal y como adelantó LA RAZÓN en su edición de ayer, el efecto llamada que se ha producido entre la inmigración subsahariana por el clima de desunión política en España, con ataques permanentes al Gobierno y la Guardia Civil, tras los sucesos de Ceuta, ya había producido los primeros efectos. Se había detectado la llegada de 300 personas, muchos de ellos cameruneses, al Monte Gurugú, en el que ya había 1.700, que se convertía así en una auténtica «olla a presión».
Una marabunta de gente formada por 500 personas, que actúan siempre de forma alborotada y tumultuosa, que logre alcanzar el vallado, estrategia que probablemente van a seguir los inmigrantes a partir de ahora, puede convertirse en un auténtico problema. Y no sólo para las Fuerzas de Seguridad encargadas de evitar la entrada ilegal, sino para los propios inmigrantes que, en un salto tan masivo, con los nervios e impaciencia del momento, se pueden causar daño entre ellos.
«¡España, España, olé, olé, Barça!»
Una vez que los inmigrantes han logrado saltar el vallado y se sienten en territorio español, saben, porque han sido informados, que serán sometidos a un interminable procedimiento de expulsión que, en realidad, podríamos denominar de entrada atípica en la UE. Cuando corren, primero por la zona no construida y después por las calles de Melilla, gritan, casi aúllan, comenta un vecino, para expresar la felicidad que sienten al haber logrado su objetivo. Ayer se podía ver cómo hacían el signo de la victoria o levantaban los puños, al tiempo que gritaban «¡España! ¡España! ¡Olé! ¡Olé!». En el anterior salto, en el que entraron unos 150 subsaharianos, los gritos eran acompañados con los de «¡Barça! ¡Barça!». Los subsaharianos se despojan de las prendas que visten de cintura para arriba, con el fin de que sea más difícil su control por las Fuerzas de Seguridad.
✕
Accede a tu cuenta para comentar