Política

Culo y opiniones todo el mundo tiene

Culo y opiniones todo el mundo tiene
Culo y opiniones todo el mundo tienelarazon

En la película «La Lista Negra», el personaje del inspector Harry Callahan, interpretado por Clint Eastwood, le dice a uno de sus compañeros, que insiste en darle su opinión con la intención de que termine adoptándola como propia, que las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno.
De un tiempo a esta parte, existe cierta tendencia por politizarlo todo y eso incluye también las opiniones y los culos. La politización, en determinados círculos –por no decir en la mayoría–, queda ridícula y siempre resulta contraproducente porque dispersa el mensaje , empequeñece la verdad, tergiversa la realidad y busca polarizar algo que debe ser diverso, expansivo y abierto porque nació con esos ideales y bajo esas reivindicaciones.
La política y la mentira son dos pilares de un mismo objeto y objetivo: el poder. Son máquinas que crean demasiado ruido y, gracias a Nietzsche y a su «Así habló Zaratustra», sabemos que el ruido mata los pensamientos. Y ahí suele empezar la decadencia y el peligro de todo concepto e idea importante. El ruido, sobre todo si viene disfrazado de música, ensucia el mensaje y, si no andamos listos, nos arruinan la fiesta. Los políticos, todos, de cualquier ideología, coincida o no con la nuestra, suelen enfangarlo todo, por muy importante, trascendental y delicado que sea el asunto. Son un mal necesario, tal y como definía los gobiernos el político y escritor Thomas Paine : «El gobierno, incluso en el mejor de sus estados, es solo un mal necesario; en el peor de los estados, es un mal intolerable». El mal y la intolerancia no son buenos compañeros de cama, ni siquiera de armas, sobre todo si se habla de derechos, de respeto, de inclusión y, por supuesto, de fiesta y celebración.
Con la globalización del mundo y ante la inmediatez comunicativa que gestiona nuestra vida
–no nos engañemos, no gestionamos nosotros la comunicación; es ella la que nos gestiona– , los políticos cada vez especializan más su oficio. Ya no les vale con los quince minutos de fama preconizados por Andy Warhol; necesitan convertirse en tendencia y alcanzar cuantos más Trending Topic, mejor. La nueva especialización política es la de convertirse en revienta fiestas, y son muchos los que abducidos por ese ruido, que los políticos suelen adornar hasta la saciedad y sin escatimar en populismos – unos y otros, aquí sí que no se niega la inclusión a nadie –, caen en la tentación de seguirles y contagiarse de la mentira, olvidándose de la fiesta. Siempre hay alguien que necesita hacer estallar la fiesta de todos, da igual que sean las fiestas del barrio, la fiesta de la democracia, las fiestas patronales o las fiestas del Orgullo.
En las fiestas , como en la política, en el periodismo, en la medicina, en las finanzas , en la educación, en la cultura y en cualquier otro campo que quiera añadirse, sobran «bocas» sedientas de protagonismo y titulares, y escasean palabras articuladas con propiedad, asentadas en la sensatez y en el sentido común. En realidad, no haría falta más para pasarlo bien y para insistir en cualquier reivindicación justa y necesaria. Todo lo contrario es ruido, y eso no hay fiesta que lo resista. Y la falta de resistencia termina pasando factura. Recuerden lo que dijo el filósofo Edmund Husserl en una conferencia celebrada Viena el 17 de mayor de 1935, en pleno florecimiento y auge de los totalitarismos: «El mayor peligro para Europa es el cansancio». Que cada uno saque sus propias conclusiones. Pero que dejen de fastidiarnos la fiesta.