Videos

Debate con ambiente preelectoral

El «no» categórico de Sánchez y la ruptura con los nacionalistas aleja cualquier expectativa de investidura. En el PP confían en que el PSOE pueda mover ficha tras las elecciones vascas y gallegas si celebran un Comité Federal

Rajoy se acercó a saludar a Rivera y a la bancada de Ciudadanos en el Congreso después del debate de ayer
Rajoy se acercó a saludar a Rivera y a la bancada de Ciudadanos en el Congreso después del debate de ayerlarazon

El «no» categórico de Sánchez y la ruptura con los nacionalistas aleja cualquier expectativa de investidura

En el PP confían en que el PSOE pueda mover ficha tras las elecciones vascas y gallegas si celebran un Comité Federal

La jornada parlamentaria de ayer podría haber sido una segunda vuelta del debate de investidura del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. O incluso también podría haber servido para dar contenido a un balance o recordatorio de la posición en la que llevan atrincherados los partidos desde las eleciones de diciembre. Todo ya muy visto. Con algunos cambios y matices en las formas y en el contenido, que la reiteración argumental convierten, eso sí, en señales supuestamente decisivas sobre cuál puede ser el nuevo escenario al que lleve el bloqueo político.

De momento, el segundo día de la investidura de Rajoy sirvió para asentar en el Congreso la sensación de que hoy estamos más cerca de una repetición electoral que el martes. Y el principal responsable de ello fue Pedro Sánchez, calculadamente y como respuesta a las presiones internas y también externas, crecientes en esta semana, para que revise su apuesta por mantener el bloqueo político pese que el candidato a la investidura cuente con el apoyo de 170 escaños, a 11 de la mayoría necesaria en la votación que se repetirá el viernes. Porque la de ayer confirmó lo que ya se esperaba, que el Pleno de la Cámara tendrá que votar de nuevo en 48 horas. La sensación de que se acercan las terceras elecciones está sometida, no obstante, al ajuste que haya en todas las bancadas, incluida la de las filas socialistas: no se descarta que pueda pasar algo en las próximas semanas, y, sobre todo, después de las elecciones vascas y en función de cómo evolucione la división dentro del PSOE y de lo que pueda ocurrir en un próximo Comité Federal de este partido. De momento, según informa EP, Rajoy tiene previsto reunir este sábado al Comité Ejecutivo Nacional de su partido para analizar los resultados de la investidura después de la segunda votación del viernes.

Sánchez consiguió ayer que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, no le robase esta vez el protagonismo. Y consiguió también que no hubiera corrillo en el que no se hablase de esa hipótesis de unas nuevas elecciones, que nadie acaba de creerse, aunque la mayoría cada día las ve más cerca. Tres elementos contribuyeron a asentar el clima preelectoral. El más decisivo fue el «no» categórico de Sánchez a Rajoy, con independencia de los apoyos que consiga el líder popular, un «no» sin grietas aparentes e inamovible, si de él depende, porque el líder socialista dejó bien claro que es para ahora y para futuras investiduras.

A diferencia de otras ocasiones, esta vez Sánchez no introdujo ningún matiz a ese «no» y se cuidó de no dibujar tampoco ninguna rendija que permita pensar que se plantea que puede ocurrir que se vea obligado a rectificar su posición si le desautoriza su partido en un Comité Federal. Al contrario, todo su discurso fue dirigido a blindar su negativa a plantearse la abstención con una enmienda a la totalidad de lo que representa el candidato popular. Una decisión de escenificar que rompe todos los puentes con Rajoy, sin aclarar si presentará una alternativa, que no sentó bien en algunas federaciones socialistas, y que habrá que ver cómo la gestionan los «barones».

La falta de cualquier señal de mínima coincidencia, o complicidad, entre Rajoy y el PNV también echó agua sobre la hipótesis de que las elecciones vascas, más que las gallegas, pudieran introducir algún cambio en el escenario por un intercambio de posibles alianzas coyunturales que facilitase un apoyo de los nacionalistas vascos a Rajoy en una segunda investidura. El líder popular buscó intencionadamente el choque con el independentismo en su discurso inicial para evidenciar el sinsentido de una posible negociación de una alternativa de izquierdas, que obligadamente pasa por buscar la complicidad de aquellos que él presentó ante el Pleno de la Cámara como la principal amenaza a la que se enfrenta España. Y la respuesta nacionalista, catalana, pero también vasca, fue tan dura como las advertencias que él hizo sobre los riesgos a los que se enfrenta el principio de soberanía nacional.

Y el tercer elemento que alentó el clima preelectoral fue el discurso mitinero del grueso de los portavoces que ayer tomaron la palabra. El perfil bajo de Rajoy de la víspera, que restó brillantez a su oratoria para vestir su disposición al diálogo, chocó contra el muro del discurso de partido en el que cada uno miró a su parroquia electoral, llevando a pensar que en la mente de todos ellos ya se trabaja la idea de tomar posiciones por si al final hay de nuevo elecciones en diciembre.

Rajoy y sus colaboradores de confianza asentaron su balance del día en la advertencia de que las elecciones parecen cada vez más cerca. «Hace mucho que veo elecciones porque dependemos del político de peor calidad y mayor egoísmo de la historia de la democracia», aseguraba a mediodía uno de los dirigentes populares que representaron a Rajoy en la negociación con Ciudadanos (C’s). En la cúpula popular ayer tarde marcaba posición uno de los asesores del presidente: No hay que perder la esperanza, pero es difícil que haya Gobierno. «A partir del viernes pueden pasar cosas en el PSOE y quizás después del 25 de septiembre», matizaban desde Génova. El PP no renuncia a confiar en que pueda acabar moviéndose algo, pero con un creciente escepticismo. Otra interpretación del debate de ayer, y de la postura de Sánchez, les lleva a creer que puede que entre en juego la cabeza de Rajoy como condición socialista para negociar «in extremis» una abstención. Y por adelantado la respuesta de la cúpula popular es la misma que se ha escuchado hasta ahora: antes, elecciones, salvo que el presidente en funciones, por decisión personal, diese un paso atrás, que hoy no se intuye en ningún caso.