PSOE
Dispuesto a aguantar hasta «el último minuto»
Análisis / Un partido sin margen de maniobra
El PSOE permanece encerrado en su olla a presión. Ello corrobora que el rechazo de Pedro Sánchez a negociar con Mariano Rajoy un desbloqueo de la legislatura sólo ha dejado a sus siglas con escaso margen de maniobra. Dicho esto, pese al riesgo de hablar del PSOE como algo único, puesto que más da la impresión de guiarse al albur de notables o por los intereses de sus organizaciones territoriales de mayor peso. Además, Sánchez sabe que desde este miércoles, cuando el Comité Ejecutivo del PP ratifique la apertura de negociaciones con C’s, la presión para que desbloquee la formación del Gobierno irá en aumento. Presión que llegará desde fuera y desde dentro del partido. Pero ni por esas: el secretario general está decidido a aguantar. «Ese sacrificio sólo serviría para indultar a Rajoy y desdibujar al PSOE como alternativa frente a Pablo Iglesias, nuestro enemigo a batir por la izquierda», sostiene un miembro de la dirección federal. Con esta breve explicación busca zanjar el círculo de Sánchez la posibilidad de que el entendimiento entre Rajoy y Rivera mine su resistencia.
Ante las turbulencias internas del PSOE, las críticas al líder naranja impregnan los pronunciamientos del núcleo de Ferraz, que en un ejercicio indefinible de perdida de la realidad hasta elude dar por descontado un apoyo de C’s al candidato del PP. El propio Sánchez, tan locuaz ante sus cercanos, llegó a compartir que «nadie pactará con Rajoy». El error de su apreciación lo ha dejado a la intemperie ante la tormenta. Y para colmo, ha escuchado de labios del propio Felipe González entusiastas parabienes a Rivera. Tras conocerlos, la irritación se instaló en el líder socialista. Leer al ex presidente decir que Rivera ha ejecutado «el primer acto de responsabilidad política que ha habido desde las elecciones» fue un duro golpe, señala la misma fuente. Sobre todo si se tiene en cuenta la ausencia en las filas socialistas de auténticos «pesos pesados» dispuestos a respaldar las posiciones del secretario general.
La cuestión es si resulta factible que el PSOE facilite con su abstención el desbloqueo de la legislatura. Todo indica que está difícil, pero no imposible. Y ello porque cargarían con la responsabilidad de aparecer como culpables de una nueva convocatoria electoral. No cabe, por tanto, descartar que los socialistas faciliten, in extremis, un Gobierno de Rajoy, mejor aún si fuese uno de coalición entre PP y C´s, que podrían «vender» como un gesto de generosidad. Pero, de producirse, la decisión debería ser tomada por el Comité Federal en pleno, ya que Sánchez se resiste a cargar con ese papel en solitario. Y algunos barones socialistas dicen que eso sólo debe ocurrir «en el último minuto del último día» antes de la repetición electoral, para explicarlo como una «abstención táctica» por responsabilidad. En cualquier caso, su pretensión inmediata es seguir con atención las negociaciones de Rajoy y Rivera analizando las coincidencias y los desencuentros. Ello obligará al secretario general a sacarse algún conejo de la chistera si quiere eludir la condición de espectador en un momento tan complejo. Y a sobrellevar los focos, toda vez que pivota sobre él la posibilidad última de formar Gobierno.
Los testimonios recabados en sus filas critican el aumento de la presión de toda suerte de poderes sobre Sánchez para que se implique en la estabilidad. Ciertamente, hasta los medios de comunicación afines al socialismo se lo reclaman. No digamos ya las glorias del partido que con la falta de liderazgo actual reaparecen con estruendo. Lógico: más allá de lo que pueda suceder en los próximos días o semanas, la incapacidad del secretario general socialista para participar en acuerdos que reflejen la voluntad de los españoles está provocando sacudidas internas. Porque es difícil entender si al final se va llegar a la «abstención táctica» en un ejercicio de «Realpolitik», para no ir a otras elecciones, que no se haya tomado la iniciativa y apretado al PP con un abanico de condiciones inexcusables, incluso que retorciesen el brazo a Rajoy, cuya aceptación justificase públicamente un cambio de postura del PSOE. De cualquier forma, más allá de las sedes socialistas, la imagen de Sánchez aparece tocada entre los ciudadanos que creen antepone sus intereses personales y partidistas a los generales. No faltan razones a quienes así piensan. Porque desde Ferraz se siguen haciendo cábalas sobre las heridas que les dejaría a unos y otros, ante un próximo Congreso del partido, facilitar gobernar a Rajoy. Y, en voz baja, para no ser acusados de electoralismo, se suman y restan votos que ganaría Podemos y perdería el PSOE en Galicia y País Vasco el 25 de septiembre si, antes de esas citas, el no a Rajoy mutase por la abstención. En fin: el PSOE continúa mirándose el ombligo en lugar de estar en la solución de los problemas de España.
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