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Valencia

Don Juan Carlos y el accidentalismo

La Razón
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Cuando tras morir Franco entré a colaborar con Fraga Iribarne, fui a cumplimentar a Don Juan Carlos de Borbón y le expliqué que mi filosofía política incluía el «accidentalismo» sobre las formas de Gobierno. Pero asimismo le dije que, no obstante, consideraba que para el objetivo de conseguir pacíficamente un sistema democrático, la mejor solución era la Corona, porque el Rey quería buscar el futuro y contaba con la petición que Franco dirigió a los suyos para que le respaldaran.

Pensé que ante mis manifestaciones el joven Rey me miraría con reservas, pero me sorprendió, primero escuchando mi discurso con total naturalidad, y más adelante mostrándome un afecto que mucho me honra, y aún más, atendiendo y aplicando algunas sugerencias que en distintos momentos le hice.

No me equivoqué. Don Juan Carlos, con autoridad, simpatía y hábilmente, fue quien permitió a los Gobiernos de la Transición hacer una labor que recibió la admiración del mundo.

Yo no ignoro ninguno de los puntos negativos del reinado de Don Juan Carlos; los que se comentan y quizá alguno más. Pero nunca he dejado de decir a quienes han querido oírme, que todo ello es secundario en el enjuiciamiento de un Rey, y que Don Juan Carlos de Borbón ha sido un lujo en la Jefatura del Estado español y se ha ganado a pulso un puesto de honor en la historia.

Sé que su papel inicial, el que motivó mi apoyo a su persona, la pacífica democratización de España –precisamente porque tuvo un gran éxito–, ha quedado agotado; ya no puede invocarse como causa para el sostenimiento de la Monarquía. Pero en mi opinión, hay otras dos razones por las que conviene mantener la Institución.

La primera es que no existe ningún motivo para cambiar de forma de Gobierno, y en ausencia de esa necesidad, el cambio, por su misma complicación, no es aconsejable. Pero aparte de ello, yo estoy convencido de que hay muchos ciudadanos para los cuales la opción Monarquía/República no es algo puramente técnico o secundario, sino que tiene un sentido político más profundo y se asocia a planteamientos preocupantes; y seguramente es por ello por lo que las dos experiencias republicanas de España acabaron dramáticamente.

La segunda es para mi más trascendente. Si en 1975 nuestro problema era alcanzar la democracia, hoy lo es salvar la nación española; décadas de continuas cesiones nos colocan cercanos al momento en que Cataluña (e inmediatamente después País Vasco, Valencia, Baleares, Canarias, Galicia...) será en España lo que Puerto Rico respecto de Estados Unidos; solo Defensa y Exteriores serán políticas comunes; pero aquí mucho menos, porque Estados Unidos es primera potencia mundial, mientras en la España actual, Defensa y Exteriores son insignificantes, en buena medida ajenas. En estas coyunturas, cuando nuestro ser colectivo entra en crisis, la Corona, que no depende sólo de los votantes del momento, sino que enlaza por razones dinásticas con el pasado y el futuro, que encarna nuestra esencia y trayectoria, tiene la sensibilidad que puede incitar el uso de sus poderes moderadores para conseguir un relanzamiento de la nación española. Desde el Instituto de Estudios de la Democracia de la Universidad Ceu San Pablo, otros y yo hemos escrito y publicado cómo ello puede hacerse.

Sé, como todos, las dificultades que han rodeado a la Corona en estos últimos tiempos; creo que el Príncipe Felipe es sencillamente magnífico; en alguna faceta, sus cualidades no alcanzan a las de su padre; pero en otras sin duda las supera; y está muy sobradamente preparado para ejercer la función real.

Pero con los datos que manejo hasta ahora, yo no deseaba la abdicación. Hoy, cuando grupos crecientes de ciudadanos (Burgos, Barcelona....) van imponiendo sus reivindicaciones al margen de las leyes, Don Juan Carlos sabría y podría afrontar con éxito la situación, para abrir otra nueva fase de reforma y futuro.

Sin embargo, declaro mi confianza en que, una vez más, sea Don Juan Carlos quien acierte, teniendo en cuenta elementos que a mí se me escapan; y no dudo de que el Príncipe Felipe superará los obstáculos, nada despreciables, que se le van a oponer, y estará a la altura de su padre y de otros grandes monarcas de nuestra Historia.

No puedo dejar de recordar que en la Transición, Adolfo Suárez me decía que la meta de nuestro esfuerzo era hacer posible el reinado de Felipe VI. Desde mi retiro de la política activa, yo no dejaré de ayudarle, siempre que sea menester.

*Presidente del Instituto de Estudios de la Democracia de la Universidad CEU San Pablo y patrono del Colegio Mayor Universitario de San Pablo de Madrid