Ricardo Coarasa
Dos mossos siguieron a unidades policiales en un coche de la Generalitat el 1-O
Un inspector afirma que la resistencia en los colegios “no era espontánea” sino “diseñada de antemano”
La declaración de agentes que intervinieron el 1 de octubre de 2017 intentando cumplir la orden judicial de cerrar los colegios e impedir la votación ilegal sigue poniendo en el disparadero la actuación de los Mossos d´Esquadra.
La declaración de agentes que intervinieron el 1 de octubre de 2017 intentando cumplir la orden judicial de cerrar los colegios e impedir la votación ilegal sigue poniendo en el disparadero la actuación de los Mossos d´Esquadra. Un inspector de Policía ha relatado cómo en la parte trasera de la Escola Pau Romeva de Barcelona los agentes sorprendieron a dos supuestos mossos de paisano “con equipos discretos de comunicación”. “A uno se le veía la defensa extensible entre la ropa y otro llevaba unas botas tácticas”, ha precisado. “No paraban de comunicar mientras se producía la intervención”. Una vez los policías de contravigilancia allí desplegados consiguieron identificarlos, al terminar la actuación de las unidades antidisturbios en el centro de votación esos mismos mossos “se montan en un Seat Ibiza cuya matrícula no recuerdo, pero que estaba a nombre del departamento de Presidencia de la Generalitat, y salen en persecución de nuestras unidades”.
Esta versión fue ratificada por otros tres agentes del servicio de contravigilancia. Uno de ellos ha precisado que ratificaron que eran mossos porque “llevaban camuflados medios de transmisión y se les notaban las armas cortas debajo de las chaquetas”. Su actitud, ha añadido, era “expectante” y permanecieron allí mientras duró la intervención antes de salir detrás de las unidades policiales al concluir aquella.
En su declaración como testigo en el juicio del “procés”, el inspector de Información se ha referido a un episodio “gravísimo”: al llegar la Policía a ese mismo centro de votación se encontró con la sorpresa de que los Mossos habían cortado la calle que era “la entrada natural” al colegio “cruzando dos coches” y situando señales de balizamiento. Según ha contado, se les pidió que se retiraran. Así lo hicieron y “desaparecen del lugar”.
Asimismo, ha explicado que la resistencia en los colegios estaba “predeterminada de manera clara” y respondía siempre a los mismos patrones: avisar de la llegada de las unidades antidisturbios, establecer un “primer cerco de defensa” y posteriormente una “muralla” humana con el único objetivo de dilatar la intervención policial “para que no encontráramos las urnas, que era su obsesión”. “Eso no lo hace la sociedad civil organizada de manera espontánea. Eso viene diseñado de antemano”, ha recalcado el testigo antes de señalar a las entidades soberanistas por su llamamiento “a proteger las urnas”, una valoración que le valió la interrupción por parte del presidente del tribunal, Manuel Marchena, quien le ha recordado que en su condición de testigo sólo interesa al tribunal lo que pudo percibir con sus propios ojos y no sus elucubraciones.
El mando policial ha relatado también la actuación en la Escola Nostra Llar de Sabadell, que se enfrentó a situaciones que ha calificado de “surrealistas”: la negativa de una pareja de mossos a ayudarles “porque no disponían de unidades de orden público” y cómo los concentrados situaban a personas mayores, incluido “un señor con un taca taca”, y niños para dificultar a los agentes el cumplimiento de la orden judicial. En ese centro, ha recalcado, la actuación de los antidisturbios “fue modélica”. “Fueron sacando a las personas una a una con las manos y sin utilizar las defensas (porras)”. A medida que iban apartando gente, ha añadido, esas personas “empezaron a simular lesiones y a gritar”, lo que puso en guardia al resto de concentrados, que hasta ese momento se comportaban de manera pacífica. “Hubo empujones y resistencia”, ha recordado. “Desde los balcones nos escupían”.
Más graves fueron los incidentes que se produjeron, ha dicho, en el instituto Joan Boscá de Barcelona, donde se enfrentaron a varios encapuchados y a gente que les golpeaba con cascos y paraguas. Uno de ellos forcejeó con un agente, que acabó rodando por las escaleras. “Si no llega a llevar la protección antitrauma seguramente se rompe la nuca”, ha aventurado. Al inspector la llamó la atención que hubiese “detrás de una barricada hubiese gente con los brazos en alto cantando “som gent de pau””.
La salida, ha dicho, fue “mucho más complicada”. Entre insultos de “terroristas, fascistas, basura y animales” los concentrados intentaron cercar el convoy y aislar a la parte trasera propinando puñetazos a los vehículos. Los mossos, mientras, “ni siquiera se acercaron”.
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