Papeles de Panamá

El canario dejó de cantar

Apodado el «Aznar de las islas», Soria alardeaba de su amistad con Rajoy, pero no calculó bien la peligrosa ecuación entre política y negocios.

El canario dejó de cantar
El canario dejó de cantarlarazon

Apodado el «Aznar de las islas», Soria alardeaba de su amistad con Rajoy, pero no calculó bien la peligrosa ecuación entre política y negocios.

Su nombramiento era un clamor dentro del PP y no le quedó más remedio que tirar la toalla. A pesar de la defensa de su gran amigo Mariano Rajoy, tras la torpeza del ministro de Economía, Luis de Guindos, el cerco a José Manuel Soria crecía por momentos y era palpable el enorme daño en una encrucijada política tan delicada. El ex ministro de Industria y Turismo, conocido en el partido como «el mentiroso panameño», se resistió hasta el último minuto, pero finalmente renunció a un cargo que era todo un despropósito. «Sólo nos falta dar esta munición a la izquierda», comentaban varios ministros y dirigentes del PP en el reciente desayuno en Madrid de Alberto Núñez Feijóo, cuya campaña amenazaba verse empañada por este dislate. El aluvión de críticas encendieron la luz de La Moncloa y, tal como se le propuso, se le invitó a declinar el puesto.

José Manuel Soria López acumuló todo el poder regional del partido en Canarias, donde le llamaban «el Aznar de las islas» por su gran parecido físico con el ex presidente del Gobierno. Llegó a Madrid con una cartera ministerial de enorme influencia estratégica. Se ganó la confianza de Mariano Rajoy, que siempre le agradeció el trato personal con su padre cuando, ya viudo y anciano, pasaba largas temporadas en Las Palmas de Gran Canaria. Y hasta estuvo en las quinielas como un posible sucesor, algo que él filtraba mientras tocaba «muchos callos» en el sector. Pero todo se derrumbó por unos papeles y la enorme torpeza ante las exigencias de su explicación pública. Ésta es la historia de un hombre mediático y ambicioso, que no calculó bien la peligrosa ecuación entre política y negocios. Hace ya tiempo que su nombre era un clamor en el entramado societario de Panamá y en el oasis fiscal de Jersey. En su entorno reconocen que no quiso, y tal vez ni supo, verlo y controlarlo.

En los círculos políticos y económicos se le sabía molesto. Vagaba por la Universidad norteamericana de Harvard aburrido y había hecho llegar a Madrid su deseo de ser rehabilitado. Muchos creen que incluso pidió a su amigo Luis de Guindos un «premio» para su silencio, dado que poseía mucha información de su etapa como ministro. Hace tiempo, cuando su nombre ya sonaba en la trama panameña, dos destacados empresarios del Ibex, pioneros en el sector energético, coincidieron en el reservado de un restaurante madrileño con un alto dirigente del PP. La frase de uno de ellos fue elocuente: «Al canario le están cortando las alas». Acertó de pleno. José Manuel Soria había estado muchas veces en el punto de mira. Unas por unas vacaciones caribeñas sospechosamente pagadas. Otras, por sus desafíos a empresarios de los sectores de su potente Ministerio, eléctricas, energía, turismo. Y, sobre todo, por los profundos enfrentamientos con Soraya Sáenz de Santamaría y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Con la primera mantuvo fuertes divergencias por el área audiovisual. Y con el segundo estaba a la greña por la regulación energética y la política tarifaria.

«Iba de sobrado, con mucha pose y poco contenido». Así define un ministro «pata negra» del Gobierno la actuación de Soria en los conflictos de su departamento. Sin hacer leña del árbol caído, es la misma percepción de varios dirigentes en Génova trece, donde se le instó repetidamente a controlar mejor el PP en Canarias. El malestar creció cuando hubo filtraciones sobre la figura de Soria para suceder a María Dolores de Cospedal al frente de la Secretaría General. Según fuentes del PP, el canario alardeaba siempre de su amistad con Rajoy, de pertenecer a su círculo próximo y de liderar el llamado G-8. Es decir, el grupo de ministros enfrentados a los llamados «sorayos», fieles a la vicepresidenta. En su juego de ambiciones, no calculó la jugada. Prueba de ello fue el altercado que un día tuvo en los pasillos del Congreso, escuchado por algunos periodistas: «Calladito estás mejor», le espetó el jefe de Gabinete de Rajoy, el catalán Jorge Moragas. Soria creció en una familia muy conocida de terratenientes y exportadores de hortalizas cultivadas en los invernaderos de Telde, en Las Palmas de Gran Canaria. Su padre, Manuel Soria Segovia, era un empleado de Iberia en la isla que, al casarse con la hija de un acaudalado empresario agrícola, Pilar López, heredó la empresa familiar. Tuvieron seis hijos, pero al fallecer su padre fueron José Manuel y su hermano Luis Alberto los únicos varones, quienes tomaron las riendas del negocio familiar. Según cuentan en la isla, la familia se exilió en Londres durante un tiempo por problemas fiscales, por lo que el menor, Luis Alberto, nació en la capital británica y por ello todos hablan un perfecto inglés. Amigos canarios coinciden en que ambos están muy unidos, aun con diferencias de carácter. Luis Alberto es un economista tímido, gris y tecnócrata. Mientras José Manuel es técnico comercial del Estado, locuaz, ambicioso e intrigante.

Soria incrementó las raíces empresariales en las islas también en su vida personal. Se casó con su novia de la infancia, Carmen, hija de un ilustre empresario agrícola canario, Antonio Benítez Calixto. Ella es procuradora de un influyente despacho de abogados y ejerció de primera dama en su etapa como alcalde de Las Palmas. Muy atractiva, «de gracejo», como dicen sus amigos, trabajó en temas polémicos como el caso de Caja Canarias y otras empresas del sector eléctrico y energético reguladas por el Ministerio de su marido. Ello provocó fuertes críticas en el PP de Canarias, por entender que perjudicaba la imagen de Soria y el partido. «El tema estaba larvado y ahora estallará del todo», decían dirigentes populares en el archipiélago. La pareja tiene dos hijos, Manuel y Margarita, vinculados al mundo del derecho y la empresa, aunque en su entorno niegan que hayan sido unos «enchufados» de su padre. Soria no pudo aguantar el ocaso de su vida política y ha vuelto a caer en el vacío. «Pisó el plátano sin saber que resbalaba», dice alguien que bien le conoce. Ahora sí que el canario dejó de cantar.