Galicia
El ciudadano grato
«Rajoy es una persona muy grata en esta ciudad». La categórica sentencia de José Manuel, parapetado de la lluvia bajo los soportales de la plaza de la Herrería, no es precisamente coincidente con la expresada por el pleno municipal el pasado lunes.
«Rajoy es una persona muy grata en esta ciudad». La categórica sentencia de José Manuel, parapetado de la lluvia bajo los soportales de la plaza de la Herrería, no es precisamente coincidente con la expresada por el pleno municipal el pasado lunes, que declaró al presidente en funciones persona non grata de Pontevedra, la ciudad a la que lleva ligado toda su vida. Pero es igual de contundente, y expresa el sentir de buena parte de sus conciudadanos. Es viernes, y la mañana ha amanecido brumosa y fría, bajo un manto incesante de orballo, esa lluvia fina que siempre acaba por calar hasta los huesos, como esa decisión municipal que ha herido (él mismo lo ha dicho) el corazón del ilustre vecino. «Es una vergüenza», prosigue el hombre, y los otros dos Josés que lo acompañan, y que han detenido por un momento su paseo de jubilados por las rúas del centro, se suman a la improvisada tertulia. Uno de ellos aprovecha para añadir que los pontevedreses «deberían de estar orgullosos de que el presidente del Gobierno sea de aquí».
Y otro para recordar la otra semana de pasión que le tocó vivir a Mariano Rajoy a pocos metros de donde ahora se encuentran, cuando un joven lo abofeteó en plena campaña electoral por la ciudad del Lérez. «Lo que pasó ahí atrás, en otro país....». Los que conocen muy de cerca al presidente aseguran que «un tortazo de éstos te duele más que si te lo dan físicamente», y consideran «muy injusta, una sinrazón total», la declaración acordada por la mayoría del pleno, con los votos del BNG gobernante en la ciudad, el PSOE y la Marea. Pero ¡quién no conoce a Mariano en Pontevedra! Maribel lo recuerda desde la adolescencia, cuando la familia se instaló en el edificio de la Audiencia Provincial, que por entonces presidía el padre de Rajoy.
Pontevedra «es un pueblo y todos nos conocemos», precisa. «Claro que la gente los quiere; los Rajoy siempre han sido buenas personas, muy normales y sencillas», prosigue la mujer, que acaba de salir de pilates para hacer tertulia con unas amigas. «Pregunta, pregunta; mira, ella vota al PSOE y piensa lo mismo», dice señalando a una de ellas, que lo corrobora sin dudar. «¿Cómo no va a ser una persona grata en Pontevedra? Ellos vienen siempre que pueden y los niños juegan aquí mismo, en la Herrería, cuando vienen a ver a la abuela», señala la mujer. Paseando por las calles de la ciudad, donde los ciudadanos caminan rápido bajo sus paraguas apurando las últimas horas de la semana laboral, las farolas son testigos mudos de la polémica de estos días, con carteles que repudian o aprueban la vecindad de Ence, una fábrica de pasta de celulosa cuya permanencia en las márgenes de la ría acaba de ser prorrogada 60 años más por el Gobierno en funciones que preside Mariano Rajoy.
En realidad, es una controversia que acompaña a la vida urbana desde que en 1957 se inauguraron las instalaciones, y asoma a las conversaciones vecinales casi con la misma frecuencia con que el humo de sus chimeneas se eleva sobre el horizonte o castiga el olfato de los ciudadanos cuando el viento del oeste, característico de Galicia, sopla hacia la ciudad.
Partidarios y detractores de la factoría se expresan por igual en la calle, desde Moncloa o desde el palacio municipal, poniendo el acento, según su diversa opinión, en que Ence ha hipotecado el desarrollo urbanístico de la ciudad y la calidad medioambiental de la ría o garantiza puestos de trabajo –5.140 directos e indirectos, asegura la empresa– en una comarca, como tantas otras, aún azotada por el paro.
Hay quienes restan importancia a que se haya declarado persona non grata al presidente y están convencidos de que, en realidad, ha sido sólo un claro gesto de descontento hacia una decisión «que compromete el futuro de la ciudad» y que se ha tomado «justo después de las elecciones», pero que «en nada afectará a la vida» cotidiana de Rajoy y su familia en Pontevedra. E insisten en la bondad natural de los vecinos de una ciudad que todos llaman pueblo. «¡Pero si la madre de Viri (Elvira, la esposa de Mariano Rajoy) vive ahí al lado, nos conocemos todos, de siempre!». «Esta siempre ha sido una ciudad tranquila y no va a dejar de serlo ahora», sentencia una mujer que conoce bien a Rajoy.
Atrás quedan las tensiones del pleno municipal de esta semana, y el resultado se decanta ahora, como siempre, en la taberna. La de Rúa do Parvadas, justo detrás de la capilla de La Peregrina, la patrona de la ciudad, acoge a una peña de ciudadanos que no dudan en definirse como «amigos» del presidente, y es el lugar que frecuenta Mariano Rajoy cuando viene de vacaciones a Pontevedra.
Los que lo tratan lo definen como una persona «extremadamente sencilla, que igual se toma aquí unos vinos que acude, cuando lo hacía antes de ser presidente, a un baile en el Casino», una institución centenaria de la ciudad. Todos ellos se muestran especialmente belicosos contra la declaración de persona non grata de su amigo y dirigen sus críticas más acerbas contra los promotores de la iniciativa. Igual que el triunvirato de los Josés de la Herrería, consideran «una vergüenza» lo ocurrido el lunes, y subrayan el lógico orgullo que deberían de sentir todos los pontevedreses, independientemente de su ideología política, por ser vecinos de quien ha gobernado España en estos cuatro años difíciles, marcados por una crisis sin precedentes.
Sólo dos asuntos están vetados en su tertulia diaria del bar: la política y el fútbol, para evitar discusiones «y tomarse la taza en paz». Pero mientras dan cuenta del vino blanco de barril, y sin que sirva de precedente, no dudan en echar un capote a su amigo. «Lo del otro día es algo que no se merece, y todo por ser solidario y defender los puestos de trabajo, por tomar una decisión en favor de su tierra».
Los contertulios abundan en sus elogios a Rajoy, una persona «muy cercana» cuyo paso por las más altas responsabilidades políticas no ha hecho mella en su carácter ni en sus costumbres, y que sigue dispensando «el mismo trato» afable y cordial hacia la gente, sean o no amigos o conocidos.
Más allá de la taberna, sus más íntimos, quienes comparten con el presidente horas de descanso y esparcimiento, destacan su amor por Galicia y, sobre todo, por Pontevedra y Sanxenxo, su entusiasmo por la naturaleza de estas rías tocadas por la mano de Dios y recorridas con paso firme por un Mariano andarín que encuentra en el ejercicio físico el contrapunto a su pesada tarea de gobierno.
Los elogios al presidente van parejos a las críticas contra el alcalde nacionalista de la ciudad, Miguel Anxo Fernández Lores, a quien muchos de quienes no dudan en defender al presidente consideran una persona de talante abierto y tolerante. «El alcalde sabe perfectamente el bien que (Rajoy) le ha hecho a Pontevedra, Lores es una persona tratable y moderada y no se entiende cómo se ha adherido a algo así, no es su estilo», apunta una persona de la máxima confianza del presidente del Gobierno.
Hay quien va más allá y asegura que acudió al pleno «a defender» a su presidente y se muestra perplejo por la actitud de Lores en este caso, porque está convencido de que «al alcalde le tuvo que doler tomar esa decisión». Le recuerda al regidor pontevedrés que su mayoría también se alimenta de tradicionales votantes del PP satisfechos con su gestión municipal, pero no con decisiones «que son una ofensa a Mariano Rajoy» afirma, rotundo, que Ence significa la «prosperidad para la ciudad» y, aludiendo a una entrevista televisiva concedida por el presidente tras el pleno, concluye: «nunca había visto a Mariano tan triste».
Uno de los Josés tampoco ahorra en críticas –«el alcalde ha metido la pata hasta el fondo»–, y Maribel deplora la imagen que se ha dado con la declaración de persona non grata: «¿qué le estamos enseñando a la gente joven con cosas así?».Al final de la mañana dejamos la ciudad del puente viejo por uno de los puentes nuevos que vuelan sobre el Lérez, que discurre plácido al encuentro con la ría, salpicado por mil gotas de lluvia.
Nada hace presagiar que, más allá de las disputas y las decisiones políticas, la ciudad vaya de dejar de ser amable y, viéndola en la lejanía, aún envuelta en ligera bruma, uno tiene la certeza de que la visita habitual del ciudadano Rajoy seguirá siendo grata, desde la taberna Parvadas al espacio ameno de la Herrería, entre los gorjeos de las palomas o en medio del ajetreo festivo de las rúas del casco viejo.
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