País Vasco
El impresentable
Otegi, me consta que a usted le gusta ser protagonista dentro del universo etarra, con pistolas o sin ellas. Precisamente al interno de ese mundo del terrorismo le hemos visto representar muchos papeles; el de secuestrador, el de colaborador, el de reorganizador de una organización terrorista y el de negociador. Todos ellos sin jamás abandonar los principios que le llevaron a formar parte de una banda terrorista que sembró de dolor España durante más de cinco décadas. Y por supuesto sin arrepentirse de sus crímenes. Fue muy claro cuando en una reciente entrevista televisiva respondió así a la pregunta sobre si condenaba los crímenes de ETA –«¿Cómo pueden pedirme que condene una cosa del pasado que no condenaba cuando se producía?»– Así, sin pestañear. ¡Ahí esta el tío! Con el cinismo característico, marca ETA, para quienes las víctimas eran pequeños obstáculos en su macabra lucha hacia el independentismo. Y como colofón de su carrera teatral en su nuevo rol de candidato a presidente, pretende usted que no recordemos su papel principal, el de miembro de ETA, donde usted no se manchaba de sangre, pero eso no le exime de la responsabilidad de ese pasado de terror que acabó con la vida de casi mil inocentes, entre ellos muchos niños. A mí no me importa quién disparó a mi hermano, quién dio la orden o quién hablaba de la estrategia a seguir para conseguir los objetivos políticos. Todos iguales, todos culpables, todos terroristas. Y ninguno merece mas que cárcel y repudio social tras cumplir sus condenas. Sin embargo, nos toca asistir al mayor ultraje posible, el de ver como no sólo Otegi no es repudiado, sino que es elevado a la categoría de aspirante a máximo representante de una región de España. Y para ello, nuestro actor, ayer terrorista y secuestrador y hoy, héroe de quienes dan por buenos y amortizados los asesinatos de ETA, se ha preparado a conciencia, vendiéndose como «un hombre de paz». Y lo ha hecho con la inestimable ayuda, no sólo de los radicales de su parroquia, sino hasta de personajes como Zapatero ayer e Iglesias hoy, quienes irresponsablemente, le otorgaron ese título de pacificador, el cual le viene tan grande, que por rechazo e indignación, ha conseguido que la mayoría de los españoles, duden de la palabra «paz», ya que en boca de tipos como Otegi o quienes le justifican, suena a cesión, mentira, humillación y utilización política. ¿O acaso ese proceso de paz no ha sido un cuento de principio a fin? Una patraña, con la que han pretendido hacernos pasar página de un libro donde quienes mataron se llevan la gloria mientras a los que murieron no les queda más que el infame olvido.
Y aquí nos vemos ahora, contando las horas, los días, los tribunales, las sentencias, las argumentaciones, las impugnaciones, y haciendo cábalas sobre si la Junta electoral de Gipúzcoa, dirá que Otegi es «inelegible» como debería ser, ya que existe una sentencia firme que lo inhabilita y lo deja sin derecho al «sufragio pasivo» y otra que le impide ejercer cargo público hasta el 2021, o si permitirá que encabece la lista ignominiosa de Bildu, que abre y cierra con terroristas. En ello estamos, observando esta ópera que sería bufa si no fuera por que los crímenes de ETA no nos hicieron reír sino todo lo contrario. ¿Cómo es posible que aún haya quien dude de que Otegi no puede legalmente, ni moralmente ni muchísimos más «mentes» encabezar más lista que la de los personajes más despreciables de nuestra reciente historia? ¿Alguien puede explicarme la posición del PSOE, que repite como una consigna, que no compete a los políticos pronunciarse sobre la candidatura de Otegi? ¡Un poquito de por favor! ¿Creen ustedes señores del partido socialista, que su colega Hollande no hablaría de los terroristas de París, porque es asunto de los tribunales? Pero, ¡qué idiotez es ésa! «La política es la vida» –como decía mi hermano Alberto, teniente alcalde de la ciudad de Sevilla, tristemente asesinado por ETA– y por ello que es la vida, quienes representamos a los ciudadanos debemos pronunciarnos sobre los asuntos que les afectan. Y desde luego, que un terrorista, capaz de privar de libertad a un ser humano y de pertenecer a una organización terrorista con miles de crímenes en su haber, pueda ser candidato en una lista en cualquier parte de España, le importa y mucho a un buen número de españoles, que no han perdido la dignidad ni la memoria.
Así que espero que la Junta electoral correspondiente tome la decisión justa, la que es de ley y la que todos, excepto quienes miran más a los votos, esperamos. Claro que tienen que decidir los tribunales, es más, ya lo han hecho, aunque no está claro que sea la última palabra, siempre nos quedará... el Constitucional. Pero entre usted y yo, ¿A que Otegi es impresentable?
* Hermana de Alberto Jiménez Becerril, asesinado por ETA junto a su mujer en 1998
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