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El magistrado niega «trato privilegiado» en que no se grabe en vídeo a la Infanta

Ratifica que sólo se registre el sonido y dice que «no es de recibo» ver la medida discriminatoria

El juez instructor del caso Nóos, José Castro
El juez instructor del caso Nóos, José Castrolarazon

De la declaración de la Infanta no habrá ninguna imagen grabada. El juez José Castro insistió ayer en que sólo se registre el sonido de la comparecencia, rechazando los recursos de Diego Torres, ex socio de Iñaki Urdangarín, y Manos Limpias y negando de forma rotunda que esa decisión suponga conceder «un trato privilegiado» a la hija del Rey. Incluso su resolución denota la perplejidad que le ha causado que los recurrentes le achaquen ese supuesto trato de favor a Doña Cristina, precisamente a él, pues, se reivindica, «en absoluto se corresponde con lo que este juzgado ha venido predicando sobre la cuestión».

El instructor del «caso Nóos» recuerda que la ley «no establece de manera obligatoria que las declaraciones de testigos o imputados en fase de instrucción hayan de ser necesariamente grabadas audiovisualmente» y resalta que la «práctica cotidiana» en los juzgados es que esas diligencias se documenten «de manera mecanográfica». Castro asegura que si cualquiera de los imputados hubiese pedido que su declaración se grabase sólo en audio «este juzgado no hubiera dispuesto de razón objetiva alguna para oponerse», puesto que todas las transcripciones se han realizado hasta ahora «tomando como base los archivos de audio, y no de imagen». «No es de recibo», se lamenta, «que lo que cada parte ha tenido la posibilidad de obtener del juzgado en el pasado, y a buen seguro que lo tendrá en el futuro, se torne en escandaloso privilegio sólo porque le haya sido concedido a la única parte que lo interesó».

El magistrado recuerda que, en febrero de 2012, la defensa de Torres pidió que las declaraciones previstas para ese mes (entre ellas las del propio Torres y el duque de Palma) se grabasen en vídeo, a lo que él accedió porque suponía «una mayor fidelidad» y redundaba en una «muy superior agilidad y espontaneidad». Pero Urdangarín recurrió, entre otros, y para evitar la difusión de esas imágenes Castro resolvió que su comparecencia no se grabase. Lo que, subraya, no supuso ningún privilegio, pues pudiéndose terminar el interrogatorio «en pocas horas», se prolongó más de veinte en dos jornadas, por el tiempo que se perdía repasando palabra por palabra el testimonio prestado ante el juez. Para evitar otra maratoniana comparecencia, Castro acordó después que se volviesen a grabar las declaraciones de testigos e imputados en vídeo, pero sin dar traslado a las partes de las imágenes, sino sólo de la transcripción.

No obstante, «también se alzaron voces discrepantes», aunque «ninguna de ellas aportó solución alguna», lamenta el juez, como la que ahora se ha acordado.