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El paseo de la vergüenza de Valentín Lasarte
El etarra acudió a firmar ante la Guardia Civil de Lodosa junto a su pareja y su hija
El etarra Valentín Lasarte salió a las 10:45 horas de su «guarida» de Lodosa (Navarra) para presentarse en el cuartel de la Guardia Civil donde dio cumplimiento a una de las medidas cautelares impuestas por el juez para salir en libertad.
Y por fin apareció Valentín Lasarte. Se hizo de rogar casi 24 horas, pero a las 10:45 horas salía por la puerta del número 10 de una ya famosa calle de la localidad navarra de Lodosa que se ha convertido en su particular guarida los tres días de permiso. Acompañado de su pareja y empujando el carrito de su hija, de apenas unos meses, ofrecía lo que hasta ahora había tratado de evitar por todos los medios: su imagen en libertad. Hasta el último momento trató de despistar a la prensa. Ni un solo movimiento, ni una luz encendida hasta las 10:25 horas cuando la mujer descorrió las cortinas para comprobar si había curiosos. Veinte minutos después bajaba desde el tercer piso incluso a oscuras en un último intento de escabullirse. Era imposible, en parte porque el plazo para presentarse por segunda vez ante la Guardia Civil expiraba a las 11:15, es decir, 24 horas después de su primera firma ante las autoridades. «Es habitual que apuren el plazo todo lo posible», aseguraban desde el Instituto Armado.
Y vaya si lo hizo. Apenas quince minutos antes del límite entraba por la puerta de la comandancia, no sin antes patearla de malos modos porque estaba obstruida. Un agente de la Guardia Civil se lo recriminó, aunque la cosa no fue a más. Antes de personarse, Lasarte y su pareja se pasearon despreocupados y altivos por todo el pueblo dando un importante rodeo, ante la incredulidad de los vecinos. «Ése es», le señalaban. Se le pudo ver a las puertas de la escuela infantil y junto al río, antes de cruzar la calle para entrar a las dependencias de la Benemérita. Y él mudo. Las únicas palabras que salieron de su boca no dirigidas a su compañera fueron un «no tengo nada que decir». También previsible, dado que una de las condiciones para su libertad era no hacer ningún tipo de declaración que legitimara la violencia, y mucho menos la de ETA.
Puntual, a las once horas, entraba por las dependencias de la casa cuartel en compañía de su pareja y su hija. Cinco minutos después salía incluso con una sonrisa en la boca. Y de ahí, de vuelta a su guarida. Pero esta vez no rehuyó caminar por el centro de la localidad, algo que también hizo su primer día en libertad, según confirmaron a este diario fuentes de la Guardia Civil. «El jueves estuvo de bares y a las 11:45 se metió en casa y no salió», desvelaron. No lo hizo ayer. Aunque se detuvo en la plaza principal, e hizo ademán de entrar en el bar Molina –precisamente propiedad de sus vecinos de abajo–, finalmente declinó en su intento. Los flashes no cesaban y la imagen de Lasarte tomando una cerveza hubiera aumentado aún más la ira de las víctimas que ayer lamentaron –por boca de la presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza– de que el etarra Lasarte se paseara tranquilamente por un pueblo de Navarra, mientras los afectados por ETA están «escondidos» para no encontrárselo. Fue, sin embargo, derecho a su refugio. Hasta pareció esperar a que los fotógrafos se colocaran para inmortalizar sus problemas para entrar en el edificio. Tras 17 años en prisión, la cerradura y la llave le jugaron una mala pasada, con lo que concluía su particular paseíllo matutino. Después abrió de par en par las ventanas que horas antes estaban cerradas a cal y canto. Las que habían evitado, sólo por unas horas, la imagen de su libertad.
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