Crisis del PSOE

El regreso de los «Walking dead»

José Bono, Rodríguez Ibarra y Felipe González en una imagen de archivo durante un acto del partido
José Bono, Rodríguez Ibarra y Felipe González en una imagen de archivo durante un acto del partidolarazon

Los llaman los «Walking dead», los muertos caminantes, los «zombies» del PSOE. Llevan años apartados de la política y mucho más de la vida orgánica del partido, pero de cuando en cuando irrumpen en la arena nacional y marcan agenda. Unos creen que se sienten los guardianes de las esencias del socialismo; otros que tan alto concepto tienen de sí mismos que piensan que «son ellos o el caos» y que tras su reaparición se esconden dos objetivos. Uno, que se visualice el fracaso del Congreso Federal de Sevilla que eligió secretario general a Rubalcaba y dos, maniobrar para que haya un «candidato pactado» que saque al PSOE del pozo en el que quedó tras las elecciones de 2011.

Sea lo que fuere, lo cierto es que a todos les mueve una preocupación común: los derroteros por los que transita el país, pero especialmente el socialismo. Entiéndase por ello tanto la revisión del proyecto político construido durante la Transición como las normas orgánicas de las que se pretende dotar el PSOE. «No entienden que España no es la misma; que los ciudadanos quieren otra política; que la ciudadanía no comparte ya aquello de cualquier tiempo pasado fue mejor y que o cambiamos o nos cambian los españoles», se queja un destacado miembro de la dirección actual en alusión a los «Walking dead».

Hace tiempo que Felipe González, Alfonso Guerra, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, José Bono, José Luis Corcuera o Carlos Solchaga, entre otros rugen en privado contra la reforma federal de la Constitución propuesta por su partido. Unos tocan de oído y otros no –porque sólo unos pocos han leído el documento redactado por Ramón Jáuregui–, pero todos coinciden en el rechazo rotundo a la revisión del marco constitucional de 1978 como solución a los problemas de Cataluña. Mucho más en que el PSOE renuncie en favor de la derecha –que no votó la Carta Magna– a la paternidad del marco constitucional que impulsó, redactó y aprobó.

Esta semana han decidido salir algunos a la palestra. José Luis Corcuera lo hizo abruptamente: «Convendría que el PSOE supiera qué es España», «que eso de una España federal, que eso del derecho a decidir, más que una excusa para buscar salida a un problema que nosotros no hemos creado...», espetó en medio de un coloquio entre Manuel Chaves y el catalán Pere Navarro. Unos días antes lo había hecho José Bono: «Nadie defiende la unidad de España por miedo a que le llamen facha». Reflexión muy similar a la de un Juan Carlos Rodríguez Ibarra que el pasado lunes llegó a comparar el independentismo catalán con el nazismo y el fascismo y a los separatistas con Hitler y Mussolini. Lo que piensa Felipe González lo sabe todo el mundo, incluso Rubalcaba, con quien habla a menudo. Pero el lunes 23 se espera, en un desayuno informativo en el que presentará una conferencia de Juan Luis Cebrián, se espera que vuelva a hablar con la nitidez a la que acostumbra.

La tesis de que hay una estrategia de la «vieja guardia» para salir de su retiro y dar un «tirón de orejas» al equipo de Rubalcaba, al que ven que errático y cambiante en asuntos de Estado como la defensa de la Constitución, empieza a cobrar peso en el PSOE. Y eso que todos los que hablan, en público o en privado, son de la misma generación que Alfredo Pérez Rubalcaba, alguno incluso compañero de la mesa del Consejo de Ministros. Hay incluso quien sostiene que tras este goteo no sólo está la firme defensa de la Transición que muchos de los protagonistas de esta pieza escribieron, sino que hay una operación para tomar las riendas del próximo relevo en el PSOE. Y en esta tesis los hay que dicen que el «candidato» de todos ellos, con el beneplácito de Rubalcaba, es Patxi López. Una especie de «aquelarre» para echar de la pista de salida a otros aspirantes como Eduardo Madina o Carme Chacón. Ninguno de los dos convence a la generación de Felipe González. El uno porque no está maduro –dicen– y la otra por más motivos y más evidentes.

Sólo en este contexto se explican algunas reflexiones públicas en contra de las primarias de socialistas de aquella generación, como la que hizo esta semana el ex ministro de Educación José María Maravall para tirar por tierra el sistema de elección de candidato a las generales que el PSOE celebrará. «Pueden ser plebiscitos poco democráticos» y «no aseguran un debate político de calidad». El ex ministro, igual que los antes citados, es de una generación de socialistas que nunca creyó en el sistema de primarias y que defiende, aún hoy, la legitimidad de los órganos de representación y control internos del PSOE por encima del de los ciudadanos. Todos comparten que se trata de una ocurrencia hecha sin apenas reflexión, que surge en tiempos de crisis y que de seguir esa senda de denigración de la política, serán peores aquellos que se dediquen a ella. Dicho de otro modo: el poder orgánico por encima de la apertura de los partidos a la sociedad. ¿Quién es el aspirante, pues, que más se ajusta al perfil de la «vieja guardia»? El que más experiencia y cultura de partido tenga, el que venere a los tótem del PSOE; el que no se atreva a dar un paso sin su anuencia... Hagan apuestas.