Política

El Rey propondrá la investidura de Rajoy a finales de enero

Felipe VI y el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, el pasado 10 de noviembre en La Zarzuela
Felipe VI y el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, el pasado 10 de noviembre en La Zarzuelalarazon

En el Partido Popular prevén que en la última semana del mes de enero o en la primera de febrero Su Majestad el Rey Felipe VI cumpla con el trámite de proponer la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. El día 13 de enero se celebrará la solemne constitución de las Cortes Generales. Y es habitual que en la semana siguiente se conformen los grupos parlamentarios y de manera casi inmediata, otra semana después, tenga lugar la sesión de investidura del nuevo jefe del Ejecutivo. Al menos éste ha sido el guión que hasta ahora se ha seguido en democracia.

La Constitución establece que después de cada renovación del Congreso de los Diputados, y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno.

La lista más votada

Aunque no haya acuerdo con los socialistas, sin cuya abstención Rajoy no puede ser investido, el Rey le propondrá como candidato de la lista más votada porque en otro caso no correría el plazo de dos meses para convocar nuevas elecciones. Rajoy expondrá el programa político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la Cámara. Si el Congreso de los Diputados, por el voto de la mayoría absoluta de sus miembros, le da su confianza, el Jefe de Estado le nombrará Presidente. De no alcanzarse dicha mayoría, se someterá la misma propuesta a nueva votación cuarenta y ocho horas después de la anterior, y le bastaría con obtener la mayoría simple. A partir de ahí, la votación se podrá seguir repitiendo tantas veces como se considere oportuno.

Pero según la Constitución, si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso.

Dentro de este calendario, y contando con los 54 días que tienen que pasar desde la convocatoria electoral hasta la celebración de los comicios, si Rajoy no tiene la abstención socialista, y si el secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez no articula una alternativa de Gobierno, las elecciones se celebrarán de nuevo en el mes de mayo. En Moncloa y en el Partido Popular barajan la previsión de que una vez que Rajoy fracase en su primera investidura, y no alcance la mayoría simple porque el Partido Socialista no se abstenga, puede que tenga que abrir otra fase en la negociación con el líder socialista y que entren en juego otras variables, siempre en el caso de que se cumpla también su previsión de que Sánchez no consiga una alternativa de gobierno estable a la que representa la lista más votada.

En la dirección popular prefieren no adelantarse ni dar por hecho nada porque la evolución de los acontecimientos no está en sus manos. En realidad, no descartan incluso que Pedro Sánchez intente optar también a la investidura, aún sin tener «atados todos los flecos», para colocarse de tú a tú con Rajoy y tratar de reforzarse como líder de la oposición.

El camino es largo, pero a diferencia del líder socialista, Mariano Rajoy sí tiene garantizado el cierre de filas de la mayoría de su partido hasta que se aclare si se mantiene como presidente del Gobierno o si hay que ir a unas nuevas elecciones.

La opción de que sea Sánchez el que gobierna es vista como muy poco probable en el Partido Popular. El «aparato» del PP seguirá callado, y las únicas excepciones que pueden salirse de la norma, como el ex presidente José María Aznar o la presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, no tienen capacidad de desestabilizarle internamente por mucho ruido que hiciesen.

Rajoy, por tanto, tiene manos libres para gestionar la negociación poselectoral y su investidura. Si mantiene el poder, nadie le pedirá explicaciones. Si no es así, la tregua interna sí se le habrá acabado y tendrá que tomar la decisión de si intenta mantener las riendas del partido para conducir con tranquilidad su renovación o si la precipita en el siguiente Congreso Nacional del Partido Popular. Las bases serían más partidarias de esta segunda opción, pero el «aparato» del partido siempre tiende a dejarse más fácilmente convencer por la salida más conservadora.

El presidente del Gobierno en funciones ya ha demostrado su capacidad de resistir y de sobreponerse a las situaciones internas más complicadas, como ocurrió tras la derrota de las elecciones generales de 2004 y, sobre todo, de su segunda derrota en unas generales, en 2008.

En este último caso sí se abrió una profunda crisis interna que concluyó en un Congreso Nacional del partido, que celebraron en junio en Valencia. Mariano Rajoy pasó página del «aznarismo» e impuso una renovación, con él al frente, que le llevó a la mayoría absoluta de 2011.