El desafío independentista
El suicidio electoral del nacionalismo moderado
Desde 1977, PNV y CiU viven en tensión electoral en sus respectivos territorios, sufren la competencia de fuerzas auténticamente nacionalistas, como los independentistas vascos de Bildu y los secesionistas catalanes de ERC, y por otro enfrentan la rivalidad con el PSOE y el PP. Continuamente deben demostrar a sus respectivos electorados que son los únicos que pueden hablarle de tú a tú al «Gobierno de Madrid» y por otro lado, urgen al electorado independentista al voto útil en beneficio de PNV o CiU, según el territorio, porque son la única garantía de que la poltrona del Gobierno regional no caerá en manos de populares o socialistas, o de ambos.
Con breves interrupciones, durante 35 años, PNV y CIU han gobernado sus autonomías con las mayores competencias de las que haya gozado región europea alguna y con tan mala gestión que, año tras año, estas dos autonomías han ido perdiendo peso en el PIB nacional, mientras que otras regiones con menos autogobierno iban ganándolo. Fuera de España, que es lo mismo que decir fuera de la UE, ¿qué sería de ellas?
PNV y CiU han despreciado desde siempre a la opinión ciudadana y se han negado a formar gobiernos con «constitucionalistas». Una mayoría muy cualificada de los electores residentes en País Vasco y Cataluña a lo largo de nuestra historia democrática ha preferido gobiernos autonómicos de coalición del eje centroderecha/centro izquierda, es decir PNV o CiU con socialistas. Tan solo una minoría ha manifestado su predilección por gobiernos regionales de PNV o CiU con los nacionalistas de izquierdas. Con ello la ciudadanía rechazaba las tesis de los independentistas de estos territorios de «construir juntos la nación vasca o catalana». Un gobierno PNV-Bildu o CiU-ERC son inviables pues ni PNV ni CiU saldrían beneficiados de tales coaliciones, todo lo contrario. Un ejemplo de este error lo está padeciendo hoy CiU con su acuerdo con ERC.
En Cataluña asistiremos antes que en el País Vasco al principio del fin del sueño por la quimera independentista. Tanto el marco legal de la Constitución española como el espacio económico que significa hoy en día la Unión Europea, descartan definitivamente la posibilidad de secesión. El propio Mas ha puesto la fecha de caducidad de su esperpento, el año 2014. Llegada esa fecha Mas quedará en evidencia al no haber sido capaz de cumplir las falsas expectativas por él creadas en el verano de 2012. Mas ha errado el cálculo, creyó que el Gobierno de España cedería a su chantaje y con el pulso ganado a «España», se «traería de Madrid» bajo el brazo el concierto económico o el pacto fiscal y con ello reforzaría su «carisma» y debilitaría a sus competidores en el eje nacionalista, ERC, y a su otro rival el PSC. Con lo que esperaba gobernar, con mayorías absolutas, durante décadas la comunidad autónoma como lo hizo su predecesor, Jordi Pujol.
Pero lo que ha conseguido es hacer crecer a ERC hasta tal extremo que hoy supera ampliamente a CiU en intención de voto autonómico. Aunque si bien una parte de los votantes de CiU y PSC han ido a reforzar a ERC, el fortalecimiento de ERC viene dado fundamentalmente por recibir el apoyo electoral de trescientos mil electores catalanes independentistas que habían quedando al margen con su no participación en los procesos electorales de las últimas décadas, al no identificarse plenamente ni con CiU ni con ERC.
Las consecuencias sociológicas del fracaso del plan Mas conllevarán que cientos de miles de personas verán frustradas las ilusiones que levantaron el engaño urdido por Mas y es de prever muchos años de elevada abstención, el desprestigio de CiU y la división del voto socialista, ampliamente contrario a la independencia, con lo que están favoreciendo el crecimiento de Ciutadans, lo que alentaría a esta formación a presentarse en las próximas elecciones generales.
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