Política

Gobierno de España

Entre «sorayos» y «marianistas»

Ana Pastor, García-Margallo y Jorge Fernández gozan de la total confianza del presidente. Más cercanos a la vicepresidenta son Montoro, Báñez y el recién nombrado Alfonso Alonso. Entre los ministros «híbridos» se encuentran De Guindos, Tejerina, Morenés, Catalá y Wert

3 cambios. En tres años de Gobierno, el presidente sólo ha sustituido a tres ministros: Miguel Arias Cañete, Ana Mato y Alberto Ruiz-Gallardón
3 cambios. En tres años de Gobierno, el presidente sólo ha sustituido a tres ministros: Miguel Arias Cañete, Ana Mato y Alberto Ruiz-Gallardónlarazon

Lo decía relajado y convencido. «Hay que huir del pesimismo y vender bien los logros económicos». El presidente del Gobierno habló de todo con los periodistas que acudieron a su copa navideña en La Moncloa. Y este mensaje es el mismo que ha ido transmitiendo, uno a uno, al núcleo duro de su Gobierno. En conversaciones discretas, celebradas en los últimos días en su despacho. Mariano Rajoy es consciente de que la tropa popular está inquieta, bajo la sombra de la corrupción, el avance de la izquierda radical, el desafío catalán y las malas encuestas ante las elecciones de mayo. Por ello, en un alarde de astucia, avanzó su intención de volverse a presentar como candidato en las generales. «Creo que no hay otro mejor», comentó con sorna. Y cuando una periodista le dijo que Artur Mas sólo piensa en él, replicó con buena dosis de ironía: «Se ve que tiene buenos pensamientos».

Tres años después de aquella foto en el balcón de Génova 13 que le otorgó una holgada mayoría absoluta, el equipo «pata negra» de Mariano Rajoy sigue intacto. Con tres excepciones: Miguel Arias Cañete, Ana Mato y Alberto Ruiz-Gallardón. Este último es el único apartado por completo de la primera fila política, tras su dimisión como ministro de Justicia y diputado. Los otros dos, aun fuera del Gabinete, continúan bien colocados en el Parlamento Europeo y en el Congreso. Sabida es la alergia de Rajoy a hacer cambios, algo que ejecuta sólo cuando es imprescindible y forzado por las circunstancias. A todos los ministros que ha visto estos días les ha dicho lo mismo: trabajar bien, venderlo mejor y fuera intrigas. «Le da risa cuando escucha rumores sobre guerras de poder», asegura un ministro de su confianza.

Tales comentarios se cimientan sobre los dos grandes grupos que integran el Gobierno: los «Sorayos», una generación de profesionales altamente preparados en torno a los cuarenta años, bajo la égida de la vicepresidenta, y los «Marianistas», de más edad y con mayor antigüedad dentro del PP. Los primeros son brillantes tecnócratas y los segundos militantes de toda la vida del partido. «Los peperos puros», dice uno de ellos. Algunos son amigos personales de Rajoy desde hace muchos años, caso de Ana Pastor, García Margallo o Jorge Fernández. Pero ninguno presume de su amistad o cercanía con el presidente. «El marianismo no tiene fisuras», comentan en el entorno de la vicepresidenta,Soraya Sáenz de Santamaría, una infatigable trabajadora, eficaz y leal colaboradora hasta la médula del presidente. La mejor valorada de todo el Gobierno, en cualquier encuesta que se precie.

Ella es la auténtica «jefa de máquinas» del Gobierno. Como ministra de la Presidencia coordina los distintos departamentos, preside la Comisión de subsecretarios y secretarios de Estado, es la delegada para Asuntos Económicos en ausencia de Rajoy, y del Centro Nacional de Inteligencia. Además, dirige la estrategia parlamentaria entre Moncloa y el Congreso, y acaba de potenciar la política de Comunicación con el nombramiento de uno de sus fieles, José Luis Ayllón, como portavoz adjunto. Todos coinciden en que es la mujer con más poder de España, algo que ella niega con sincera modestia. «Todo lo que hace es por encargo del presidente», afirman en su entorno. Para nadie es un secreto cómo la valora Rajoy, hasta el punto de que asumió las competencias de Justicia y Sanidad hasta la designación de los nuevos ministros. Su reciente viaje a Afganistán ha sido su último golpe de efecto, muy bien visto en las Fuerzas Armadas y prueba de los reflejos de una mujer bien conectada con la calle.

A pesar de comparecer todos los viernes tras el Consejo de Ministros y enfrentarse a la oposición en las sesiones de control de los miércoles en el Congreso, su figura no ha sufrido desgaste. Excelente parlamentaria, dura cuando hay que serlo, mantiene buenas relaciones personales con todos los grupos, incluidos los catalanes de CiU. En su equipo se integran un puñado de incondicionales que trabajan en la llamada

«Ala oeste» de La Moncloa. Allí están su jefa de Gabinete, María González Pico, varios juristas a las órdenes de Jaime Pérez Renovales, economistas, dirigidos por Álvaro Nadal, y el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón. Sin olvidar a Jorge Moragas y Carmen Martínez de Castro, claves en la agenda del presidente. «Son los cerebritos», dicen algunos en Génova 13, sabedores del poder que acumulan. Ellos aseguran que sólo tienen tiempo para «trabajar y no intrigar». Componen en la «fontanería» monclovita y controlan los entresijos de la Administración.

En el clan de los «Sorayos», figuran los ministros de Hacienda, Cristóbal Montoro, de Empleo, Fátima Báñez, de Sanidad, Alfonso Alonso, y algunos secretarios de Estado como el de Industria y Energía, Alberto Nadal, hermano de Álvaro, y el de Cultura, José María Lasalle. Todos trabajaron con Soraya en el Congreso durante los años de oposición y forjaron un equipo muy compacto. Por ellos han pasado los proyectos más importantes de la Legislatura: la Ley de Transparencia y medidas contra la corrupción, impulsadas por Soraya. La política fiscal y ajustes económicos bajo la égida de Montoro, un veterano «halcón» del PP temido, a veces discutido, pero siempre respetado. Y la reforma laboral con Fátima Báñez, otra incansable trabajadora, cuyas medidas están dando buenos frutos y muy valorada por el presidente. En su equipo trabaja Tomás Burgos, otro joven histórico del PP al frente de la Seguridad Social, con cifras que revelan su buena gestión. El último «sorayo» en llegar al Gobierno, Alfonso Alonso, tiene por delante apaciguar al sector sanitario, medidas de importante cariz social y de apoyo a la familia.

El otro clan con poder en el Gobierno es el de los «Marianistas», así llamados por conocer a Mariano Rajoy desde hace muchos años y con larga militancia en el partido. Aquí se integran la ministra de Fomento, Ana Pastor, fiel colaboradora de Rajoy desde hace muchos años en Administraciones Públicas, Interior y Sanidad. Una estupenda gestora que se ha ganado el respeto de un ministerio tan complejo como Fomento y los distintos sectores de infraestructuras. Jorge Fernández, también antiguo colaborador de Rajoy, ahora en una cartera tan sensible como Interior. Honesto como pocos, no tiene pelos en la lengua como ha demostrado al criticar las excarcelaciones de etarras y apoyar a las víctimas. José Manuel García Margallo, eurodiputado muchos años en Bruselas y bien conectado en las cancillerías extranjeras, amigo de Mariano desde hace tiempo. Y el canario José Manuel Soria, muy contestado por algunas de sus medidas energéticas y en el sector audiovisual.

Quedan los llamados ministros «híbridos», no encuadrados en ningún sector del partido o familias políticas. Se trata de Luis de Guindos, ministro de Economía, con experiencia cualificada en el sector privado, que ha desempeñado un estupendo papel en Europa. Isabel García Tejerina, una buena técnica sucesora de Arias Cañete en Agricultura. Pedro Morenés, al frente de Defensa, con buen cartel en las Fuerzas Armadas. Rafael Catalá, nuevo ministro de Justicia, un técnico cualificado que ya trabajó con Rajoy y Ana Pastor, que tiene ante sí un sector muy complicado y que ha batutado con celeridad la dimisión de Torres- Dulce como Fiscal General del Estado. Y José Ignacio Wert, en Cultura, Educación y Deportes, el más polémico y criticado desde dentro del PP. Es también el peor valorado en las encuestas y uno de los más provocativos en las intervenciones en el Congreso.

Tres años después, el balance oficial que se hace desde Moncloa es muy bueno económicamente, con las cifras de crecimiento y empleo por delante. Pero también son conscientes de que ello no basta para volver a ganar las elecciones. Por tanto, Rajoy ha decidido «una remontada» política en todos los terrenos. El objetivo es lograr movilizar de nuevo a los suyos y, sobre todo, a esos tres millones de indecisos que revelen los sondeos. El Gobierno es consciente de que las elecciones de mayo son un punto clave hacia las generales. Y aunque muchos lo critican, Mariano Rajoy mantiene sus tiempos para la designación de candidatos. Han pasado tres años, el Gobierno sigue su gestión entre «sorayistas» y «marianistas», pero ahora todos tienen claro un mensaje: en búsqueda del voto perdido.