Historia

Granada

España y la Monarquía

La Razón
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La Monarquía está unida profundamente al ser de España. Desde principios del siglo V, cuando se produjo la descomposición del Imperio Romano de Occidente, y los alanos, vándalos y suevos se repartieron en el 411 la Hispania romana, aunque bajo la autoridad suprema de la corte imperial, con la excepción de la Tarraconense, Baleares y la Mauritania Tingitana, tanto la idea de unificación como la forma monárquica de Estado han sido una constante de nuestra Historia. La unidad se produjo con los visigodos, que fueron derrotando al resto de pueblos bárbaros, y tras perder el reino de Tolosa encontraron en sus posesiones en la Península el lugar perfecto para constituir un reino que duraría hasta la derrota de Don Rodrigo a orillas de la laguna de la Janda, junto al río Barbate, en el 711. La invasión musulmana fue la «pérdida de España» que abriría un proceso para su recuperación que culminaría con la conquista por los Reyes Católicos del reino nazarí de Granada y la rendición de su último soberano, Boabdil el Chico. Nunca existió en el mitificado Al Andalus esa sublime coexistencia entre las tres culturas o esa tolerancia, como pretenden algunos historiadores de raíz marxista o los propagandistas de las bondades de la invasión musulmana. La Historia no necesita ni adjetivos ni ideología, pero mucho menos propaganda. Hay que analizar los acontecimientos históricos y las instituciones contextualizándolos rigurosamente con cada época. La Monarquía ha estado unida a nuestra realidad y, junto con el cristianismo, es fundamental para entender la España actual. Hay historiadores deseosos de traducir los acontecimientos pasados con la mentalidad actual o incluso algunos que abrazan con fervor la denominada Leyenda Negra, como acertadamente la definió el académico Julián Juderías. La Corona ha sido, en su conjunto, muy beneficiosa para España. No sólo en el presente, como es más que evidente, sino a lo largo de los siglos. El absurdo debate que algunos organizan en nuestro país no se plantea, por ejemplo, entre los historiadores británicos o franceses. No tienen ese catetismo de rancios tintes izquierdosos que los lleva a cuestionar la institución sin preocuparse por la realidad histórica. España ha tenido grandes reyes, dentro del contexto que les tocó vivir, tanto nacional como internacional. Unos han tenido mejores valedores que otros dentro de la historiografía, pero afortunadamente hace algún tiempo que se afrontan las biografías de los reyes y sus reinados con extraordinario rigor. La Academia de la Historia ha hecho y hace una extraordinaria labor divulgando una Historia rigurosa con un plantel de académicos que representan los mejores historiadores en todas las disciplinas. La Monarquía está presente en casi todas sus obras, porque no se puede escribir sobre la Historia de España sin hacer referencia y profundizar en la que ha sido y es su más importante institución. El extraordinario Diccionario Biográfico Español, impulsado por su director, Gonzalo Anes, uno de los grandes historiadores contemporáneos, es una obra asombrosa por su calidad y su amplitud, que ha logrado un enorme prestigio internacional. Los españoles nos tenemos que sentir muy orgullosos de nuestra Historia y de la Corona. En estos momentos en que los historiadores nacionalistas catalanes y vascos intentan cuestionar lo uno y lo otro, con voluntarismo pero sin acierto, la Historia es el mejor baluarte para defender la verdad de una Hispania que fue luego la Hispania visigoda y con la «recuperación de España» se convirtió en la Monarquía Hispánica, un imperio que asombró al mundo, y finalmente en 1713 en el reino de España y de las Indias. La Corona ha sido el hilo conductor de ese proceso que llega hasta nuestros días.