Política
Garrido, el primer examen de Ayuso
La candidata popular se enfrenta mañana a un pleno que se prevé bronco. Si sale elegida presidenta podría tener que «convivir» en el Gobierno con su ex jefe
Si la talla de los políticos se mide por el número de sus enemigos, como dicen los manuales de «la cosa», Isabel Díaz Ayuso, pese a su juventud y su debut en primera línea de salida, parece tener asegurada una prometedora carrera. Eso sí, tendrá que superar los obstáculos sin guiones previos que le sirvan de modelo: engrasar el primer Gobierno de coalición en Madrid, relanzar y culminar la regeneración de su partido y sortear el juego sucio desatado contra ella.
La izquierda madrileña entró en pánico hace unas semanas, agitada entre las «maniobras de emergencia» de Íñigo Errejón y las reacciones exageradamente impostadas de Ángel Gabilondo. De hecho, sus medios afines se han puesto el traje «macarthyano» rebuscando en el pasado familiar de Díaz Ayuso para tratar de dinamitar el trabajado acuerdo entre PP, Cs y Vox. Un pacto que, mal que le pese a PSOE, Podemos y Más Madrid, la inmensa mayoría de los madrileños avaló en las urnas el 26-M.
Pese a este «todo vale» al que tendrá que acostumbrarse –va en el cargo y en el sueldo, aunque existan fronteras personales e íntimas que nadie debería traspasar–, la próxima inquilina de la Puerta del Sol tiene en sus manos el gran reto de gobernar la Comunidad de Madrid. Y no es cualquier cosa: auténtico motor económico nacional, un modelo político de mesura y estabilidad tras el disparate golpista de los dirigentes catalanes y escaparate de España en todo el mundo.
Tal vez Isabel Díaz Ayuso sea casi desconocida para una parte al menos de los madrileños, pero en ningún caso es una novata ni una advenediza. Tenacidad, sencillez, lealtad y serenidad son cualidades personales que ha demostrado a lo largo de su trayectoria. No en el equipo titular, pero sí donde se gesta la política cotidiana, «entre papeles», peleando con perfiles «técnicos». Ahora, por más que no tenga demasiado tiempo para recrearse, se sabe heredera de liderazgos de postín y con legados indiscutibles, como los de Joaquín Leguina, Alberto Ruíz-Gallardón, Esperanza Aguirre o Cristina Cifuentes. Toda una responsabilidad.
Además, va a presidir el primer Gobierno de coalición de la región, con Ciudadanos de acompañante pero sin poder quitar el ojo del espejo retrovisor, sabedora de que en el asiento de atrás lleva a un viajero incómodo como es Vox, impertinente en ocasiones aunque imprescindible si se quiere avanzar. Las negociaciones para llegar hasta el pleno de esta semana han dado buena cuenta de ello.
A lo que se unen las turbulencias y los desgarros que sobreviven en el mismo Partido Popular de Madrid. Un botón de muestra es el propio Ángel Garrido. Los más cercanos a la futura presidenta saben bien que tras la «caída» de Cristina Cifuentes y su relevo por el ahora dirigente de Cs, Isabel Díaz Ayuso fue apartada «de malas maneras» de su cargo público de viceconsejera. En esas semanas «duras y amargas» incluso llegó a plantearse seriamente abandonar la política para guiar sus pasos hacia tareas privadas. Garrido fue entonces su peor pesadilla. Quien casi termina con ella políticamente. De ahí que los aficionados al morbo jueguen ahora con la posibilidad de que ambos se reencuentren en el Consejo de Gobierno si el partido naranja elige al ex presidente como consejero en su cuota de la coalición. Si se diese tal situación, por parte de ella «no habría veto ni rencor», o al menos así lo afirman personas que conocen a fondo a la aspirante a sentarse en unas horas en el despacho noble de la Puerta del Sol.
A quien, sin duda, esperan fuego amigo y bombardeo adversario. Los últimos días de condena a la «pena de telediario» han dejado meridianamente claro que ni los cien días de gracia están dispuestos a darle. Sea como fuere, la onda expansiva de escándalos como Púnica y otras oscuras etapas en el PP le obliga a levantar cortafuegos para que el pasado de sus siglas no lastre su acción política. Deberá también elegir cuidadosamente al equipo del que se va a rodear. No valen más errores. Al vaso popular en Madrid no le cabe ya ni una gota más de agua escandalosa sin que rebose.
Uno de los grandes problemas en el funcionamiento de los partidos es el excesivo ombliguismo. Las cúpulas suelen caer en la tentación de convertirse en tapones inútiles y dañinos que acotan la regeneración y la renovación de los proyectos. El mirar para otro lado, la ausencia de autocrítica, la falta de contundencia con los podridos, los intentos de contemporizar hoy pueden ser letales para unas siglas que han dejado de atraer savia nueva y restan desencantados que van engrosando otras opciones.
Por eso, Isabel Díaz Ayuso debe recordar a los madrileños el admirado ejemplo de gestión económica que el PP pilota desde hace más de dos décadas y enterrar para siempre a los aprovechados que han oscurecido el trabajo modélico de miles de cargos y militantes anónimos, como fue su caso.
Eso sí, tendrá que poner mucha carne en el asador para demostrar que con su carácter propio, muy cercano y humilde, tan noble como peculiar políticamente hablando, va a ejercer el mando de forma distinta a sus ilustres predecesores. Ella tiene otras formas. Claro. Pero ello no debe ser impedimento para seguir avanzando en la fortaleza institucional de la cual siempre ha sido ejemplo la Comunidad de Madrid.
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