Política

Dos años de la victoria del PP

La creación de empleo está en marcha

La Razón
La RazónLa Razón

La reforma laboral ha marcado un antes y un después en nuestro mercado de trabajo. Los cambios sustanciales en muchas de las instituciones laborales que conforman nuestra legislación, su desarrollo normativo y los efectos que están produciendo en las propias empresas, agentes sociales, convenios colectivos y aplicación judicial se están haciendo notar de forma muy ostensible en nuestra economía y en nuestro empleo. Bien es cierto que el mercado de trabajo sigue siendo, con los últimos datos disponibles, la principal víctima de la crisis económica.

Desde el máximo nivel de ocupación, alcanzado en el tercer trimestre de 2007, se han destruido más de 3,7 millones de puestos de trabajo, y el número de desempleados ha crecido en 4,2 millones. Pero es igualmente constatable que con una situación crítica de nuestra economía, como lo fue en el 2012, la reforma ha contribuido a mitigar la crisis de empleo y ha propiciado su recuperación paulatina, tímida por el momento, pero sostenible. Y no sólo eso. Ha afectado a otros ámbitos de las relaciones laborales que son igualmente importantes para nuestra economía. Esto no es una opinión, son datos objetivos.

En estos momentos se puede confirmar, según diversas fuentes que:

1. La tasa de paro, por primera vez desde 2011, ha caído respecto al trimestre anterior, situándose en el 26,3% actual.

2. La segunda parte de la crisis económica está teniendo un cierto efecto potenciador del empleo por cuenta propia. Además, desde el máximo de participación del empleo público ha venido reduciendo su tamaño, como consecuencia de la puesta en práctica de diversas medidas de ajuste (ajustes presupuestarios, tasas de reposición nulas o reducidas).

3. La causa más significativa de acceso a la prestación de desempleo es la suspensión y la reducción de jornada (29,2%), seguidas de las extinciones por causas objetivas (27%). El despido con reconocimiento de improcedencia ha pasado del 76% en 2008 al 25% en el segundo trimestre del 2013. La vía del despido colectivo representa en la actualidad el 11, 2% de las incorporaciones a la referida prestación. Todo ello indica que la potenciación de la suspensión y reducción de jornada como mecanismos alternativos a la extinción de los contratos de trabajo está funcionando.

4. Los datos de los primeros ocho meses de 2013 permiten afirmar que el incremento de la contratación indefinida del año pasado se consolida en las empresas más pequeñas –que por otra parte son las que concentran más del 65% de los contratos de la economía– , objetivo de la reforma laboral.

5. No es la extinción la forma con más incidencia en los procedimientos de regulación de empleo, sino la suspensión de los contratos: de los casi 171.000 trabajadores afectados en los primeros seis meses del año, menos de 30.000 fueron despedidos, frente a 104.000 con el contrato suspendido y 38.000 con reducciones de jornada.

6. En relación a las condiciones económicas pactadas, se aprecia una clara tendencia hacia moderación salarial: los incrementos salariales pactados en los convenios firmados durante los últimos meses son inferiores al 1%, frente a una inflación que se mantiene en niveles entre el 2% y el 3%, principal instrumento para salvar empleo. Por otro lado, si antes eran los convenios de ámbito superior los que marcaban el nivel mínimo de incremento salarial, siendo aumentados por los de empresa, ahora ocurre justo lo contrario. Y cada vez son más los convenios de empresa que se están negociando, acercando la realidad laboral a la empresarial, de extrema eficacia para la creación y el sostenimiento del empleo.

7. Finalmente, la tasa de trabajo a tiempo parcial, esto es, el cociente de los ocupados con esta clase de jornada sobre el total, que se mantenía constante en torno al 12% hasta 2008, comenzó con la crisis un incremento notable, pero tras la reforma se alcanza el nivel actual del 16,4% de la población ocupada. No obstante, un 44,2% de los asalariados con jornada parcial son trabajadores temporales.

Todo ello era necesario, y las estructuras y la dinámica de nuestras relaciones laborales anteriores generaban automáticamente paro en momentos críticos. No debería ocurrir lo mismo en el futuro y las bases sustanciales están sentadas para que no sea así. No obstante lo anterior, pasado lo peor de la crisis, es el momento de realizar un segundo impulso reformista, centrado en animar y potenciar la contratación laboral. Y ello sólo se podrá conseguir por cuatro vías distintas complementarias: reducción de los costes de los contratos de trabajo, instauración de un sistema de contratación indefinida más atractiva que la temporal, simplificación real de las modalidades de contratos e incremento, mediante su flexibilización, del tiempo parcial, gran motor de empleo. Podemos ser ejemplo nuevamente de un «boom» económico y empresarial como ya lo fuimos en un pasado no muy lejano.