Política

Cumbre Iberoamericana

La Cumbre y sus ausentes

La Razón
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El entusiasmo que despiertan las Cumbres iberoamericanas es perfectamente descriptible. Es reducido, vamos. Un buen ejemplo lo muestra la prensa española en el día de la inauguración. Los tres goles de Ronaldo al Celta, el culebrón de la corrupción, Errejón y hasta los comentarios sobre el encarcelamiento de Isabel Pantoja ocupan más espacio en los periódicos. Ese exiguo interés llama aún más la atención si tenemos en cuenta que es el debut como primer espada, no como sobresaliente, de nuestro Rey Felipe que Dios guarde, el Monarca español más conocedor de la realidad iberoamericana de toda la historia. Habiéndose pateado durante años los países iberoamericanos, el Rey ha hecho decenas de viajes, y me consta, estudiado los problemas de aquella gente de nuestra familia histórica, cabría preguntar al joven Monarca de qué pie cojean las Cumbres. ¿ Por qué España y el país anfitrión del momento, México en esta ocasión, han de moverse, cabildear, gestionar, sonreír ante los altos mandatarios iberoamericanos para que no den la espantada y acudan a la efemérides? Margallo tenía como uno de sus objetivos en su viaje a Cuba obtener la promesa de Raúl Castro de que asistiría y el líder cubano, por razones que se nos escapan, no lo recibió. Raúl, detalle curioso, no encontró media hora para Margallo. Algo pasó, pero el hecho es que la presencia de Raúl en Veracruz era anteanoche una incógnita a pesar de que México ha anunciado que amplía los créditos a Cuba.

La ausencia de las señoras Roussef y Kitchner debe tener una diferente lectura. Brasil está encampanado en su eterna aspiración de ser gran potencia y no le importa hacer un desplante a una reunión que le huele, erróneamente, a cocinada por México y España. Argentina, con la señora Kitchner, es una esporádica «sospechosa habitual». Asfixiada económicamente, piensa que así se da aires de grandeza y de ir por libre. Alguien me ha comentado que que le digan que el cine de calidad argentino, la tiene, depende de la financiación española(veáse «Relatos salvajes») la irrita un tanto.

En todo caso, las Cumbres se han devaluado. El tema central en esta ocasión, la educación, permanece parcialmente en el terreno de lo etéreo, porque luego no hay fondos para desarrollarlo. Siguen siendo, con todo, un lugar privilegiado para entrevistarse entre bastidores con los colegas, con los que te caen bien y con los que te caen menos bien pero con los que puedes limar asperezas sin significarte demasiado. España, sin ilusorios anhelos «imperialistas», ni los tiene ahora ni los tuvo cuando González y Salinas de Gortari inventaron la cosa en 1991, sigue fiel a la cita. Es una pena que algún otro no lo estime así.