Lucha contra ETA

La disidencia de ETA, más peligrosa

La quema de cinco autobuses en Vizcaya supondría el acto más grave de «kale borroka» perpetrado desde que ETA anunciara el cese definitivo de la violencia.
La quema de cinco autobuses en Vizcaya supondría el acto más grave de «kale borroka» perpetrado desde que ETA anunciara el cese definitivo de la violencia.larazon

Una de las máximas de la seguridad es la prevención de los riesgos a corto, medio o largo plazo. Lo que ocurrió hace unos días en el País Vasco con la quema de cinco autobuses, según expertos consultados por LA RAZÓN, constituye un ataque terrorista. Los estragos se causaban para pedir la libertad de los presos de ETA enfermos. Se utilizaron artefactos temporizados (lo que supone que alguien les ha enseñado), para que los autores tuvieran tiempo de huir; emitieron un comunicado (como en los viejos tiempos, olvidados por tantos) en el que anunciaban que no se van a estar quietos y que habrá más... Demasiados aditamentos como para contentarse con que Sortu ha condenado los hechos –¿qué iba a hacer si no quería entrar en un proceso de ilegalización?–. Estamos, guste o no, ante el germen de una escisión importante en la llamada izquierda abertzale y mirar hacia otro lado no sirve para nada. Ahí está el caso de Irlanda, del que tan poco se informa y que está haciendo saltar por los aires el «proceso de paz», que, por cierto, se puso como ejemplo de lo que había que hacer en España.

¿Control sobre las armas?

Los terroristas buscan la publicidad. Negársela es una estrategia discutible ya que empuja al delincuente a tratar de hacer cada vez más ruido para hacerse oír. La información responsable, con una adecuada explicación de lo que ha ocurrido, parece lo más conveniente. Los citados expertos creen que en Vizcaya existen, en función de los ataques que se han producido en los últimos tiempos (repetidores, catenarias, etcétera) dos grupos de terrorismo callejero. Se desconoce, con datos incontestables, de quién dependen, pero se cree que están en la órbita de Ibil, cuyos responsables andan por Francia tratando de captar adeptos y, de paso, algún tipo de apoyo material. ¿Dinero, armas, explosivos? No existen pruebas contrastadas, pero es significativo que uno de los promotores del «proceso de paz» en el País Vasco –y en Irlanda–, el inglés Jonathan Powell, advirtiera en su último viaje a Bilbao de que es fundamental que ETA siga con el control de los zulos en los que esconde armas y explosivos. La razón está clara. No pueden caer en manos de la creciente disidencia que se ha generado en la izquierda abertzale, sobre todo por la falta de resultados del proceso: es cierto que gobiernan algunas instituciones –lo que ha servido para comprobar lo mal que lo hacen–, pero los asuntos de los presos, la independencia y la salida de las Fuerzas de Seguridad del País Vasco y Navarra están estancados.

Los que pusieron las bombas con las que se quemaron los autobuses exigieron, en el comunicado en el que asumían la responsabilidad de estos hechos delictivos, que los presos de ETA enfermos debían ser puestos en libertad y que, mientras esto no suceda, no se van a conformar con la contemplación del cielo. Una clara amenaza para el que sepa y quiera leer.

La historia demuestra que cuando se generan situaciones de gran violencia, o regresa una que se creía superada, resulta complicado acordarse cómo y cuándo se generó; o si se cometieron fallos que favorecieron a los malos, como un cierto desmantelamiento de las unidades operativas encargadas de combatirlos. Nos encontramos con el problema –al igual que en Irlanda– y hay que afrontarlo.