PSOE
La dulce espera de Susana Díaz
Ferraz da por amortizada a la andaluza pero ésta cree que no es el tiempo de dar el salto, aunque apoyará a Chacón si quiere presentarse a las primarias
Es algo más que el consabido «paso atrás para tomar impulso» de los bolcheviques en febrero de 1917. Se trataría de esa «retirada a los cuarteles de invierno» que permitió al cónsul Lucio Licinio Lúculo vencer al rey del Ponto en la Tercera Guerra Mitridática. Susana Díaz no va a contender en las primarias de verano, esos comicios en los que los socialistas elegirán su candidato a la presidencia del Gobierno que ella trató en vano de retrasar la semana pasada. Existen dos motivos fáciles de entender, y que permiten explicar su decisión sin forzar los argumentos, para que la lideresa andaluza atempere sus ambiciones: la primera, biológica, es que a mediados de julio nacerá su primogénito. La segunda, política, es que la presidenta de la Junta aún lo es en funciones después de su adelanto electoral del 22 de marzo y que su investidura no está en absoluto clara. El 5 de julio podría verse obligada a convocar unas nuevas elecciones autonómicas.
Lo que de verdad ha disuadido a Díaz, no obstante, es que no lo ve claro. Su fino olfato político, ése que casi siempre la hace alinearse con el bando vencedor en cualquier lid, le dicta que no es el momento para que el PSOE vuelva a La Moncloa. ¿Apoyará por consiguiente a Pedro Sánchez en las primarias? En realidad, el sábado anunció su neutralidad en el proceso pero esa palabra no existe en el diccionario de la sultana. Neutral se declaró el verano pasado y se encargó ella solita de voltear los pronósticos para aupar al actual secretario general al trono de Ferraz. Una fuente cercana a la federación socialista andaluza asegura que «ni se va a presentar ni va a auspiciar una candidatura alternativa a Sánchez. Pero si alguien da el paso –Madina, Chacón...–, tendrá como por casualidad un montón de votos en el sur».
Pese a que Susana Díaz tenía un plan trazado para acortar los plazos de ascensión al poder y quemar etapas hasta su desembarco en Madrid, siempre sostuvo que su «única prioridad son los andaluces». Pues resulta que ahora es cierto. Nótese el uso del adverbio «ahora». Hizo un mal cálculo cuando disolvió el Parlamento regional en enero, pues no esperaba que la cámara autonómica se fragmentase tanto, tantísimo que su investidura se ha enrevesado hasta el borde del ataque de nervios. Está obligada a formar gobierno porque una repetición de las autonómicas podría significar el fin de su «baraka», la asunción de un fracaso y, además, la situación aconseja un repliegue táctico en el resto del territorio nacional para que sea Pedro Sánchez quien se desgaste en la batalla con Podemos por el voto mayoritario de la izquierda. «Al PSOE-A no le discute la hegemonía nadie, y no todos los compañeros pueden decir lo mismo», apostillan desde la sede regional de la calle San Vicente.
En la gestión de los pactos municipales con la fuerza antisistema, Díaz va por libre. Aunque su deseo es arañarle todo el poder posible al PP de Moreno Bonilla, y lo hará en ayuntamientos emblemáticos como Sevilla, se niega a ser partícipe de cordones sanitarios y acuerdos excluyentes.
Entre otros motivos porque en este momento el camino más sencillo para desbloquear su investidura es la abstención de los populares, con quienes se podría ensayar una suerte de «grosse koalition» que, por ejemplo, terminase con las pretensiones del podemita Kichi de ser alcalde de Cádiz. Con un Pedro Sánchez dispuesto a convertirse en la muleta de Pablo Iglesias con tal de acaparar poder local, la figura de Susana Díaz emergería así como la de una mujer de Estado responsable, contra el frentismo demodé y la frivolidad del secretario general.
✕
Accede a tu cuenta para comentar