El desafío independentista
La pastelería que infló el suflé
El lugar que vio nacer al ex president vive con hartazgo la tensión política. Su tío, primer alcalde de Amer, apostaba por el pacto porque no había madurez política. Carles no le hizo caso
El lugar que vio nacer al ex president vive con hartazgo la tensión política. Su tío, primer alcalde de Amer, apostaba por el pacto porque no había madurez política. Carles no le hizo caso.
El ex conseller Santi Vila acaba de depositar la fianza de 50.000 euros para abandonar la cárcel. Al salir, pide a Rajoy «que tome la iniciativa política». La juez Carmen Lamela está acabando de redactar una orden de búsqueda y captura contra Carles Puigdemont. Es mediodía, en la radio, la televisión y las redes no dejan de atropellarse las noticias. Cataluña vive atónita el desenlace judicial del desafío soberanista. El día acabará con el ex presidente ofreciéndose a ser candidato para el 21-D, si hace falta desde «el exilio», Bélgica. Pero en Can Miro, la bodega más popular de Amer, el pueblo de los Puigdemont, la televisión está apagada. Su terraza, que da a la plaza del ayuntamiento, sin bandera española ni europea y forrado de «estelades», está bastante llena. Poca gente está conectada al móvil. Prefieren conversar y a poder ser de temas que no tengan que ver con la política. «Estamos cansados», dice una pareja que toma el «vermut a granel más tapita» que ofrece Can Miro. «Es agotador», añade un joven bombero. Acaba de aparcar en la plaza para añadirse a una de las charlas pausadas de la bodega. «No serás prensa española, que te atropello», le suelta al fotógrafo. «Es una broma, aquí todos nos llevamos bien. Esto no es el Hernani catalán, aunque se acercan periodistas y turistas a vernos», comenta. Lo de Hernani lo dice porque «Patria», el fenómeno literario de Fernando Aramburu, bien podría tener lugar en ese pueblo del País Vasco donde en los años de ETA se vivía un ambiente opresivo, tenso entre nacionalistas y no nacionalistas, cargado de gris y miedo. «Aquí nos queremos todos», insiste el bombero. En todo caso, igual que Hernani, en Amer, hay un gobierno soberanista, gobiernan CiU y ERC. En la oposición, queda el grupo de la Federación de Independientes de Cataluña. No hay representantes del PP, PSC ni Ciutadans. El tío de Puigdemont, Josep Puigdemont, una de las grandes influencias del ahora ex president, fue el primer alcalde del pueblo por CiU. ¿Por qué por CiU, de tradición pactista, y no ERC, rupturista, si la familia ya entonces creía en la independencia de Cataluña? Porque, como cuenta el tío Puigdemont, «el proceso es difícil porque no hay mentalidad democrática en España, que aún está anclada en el imperialismo de los siglos XV y XVI».
Tampoco hay suficiente mentalidad soberanista en Cataluña. En las últimas elecciones, las fuerzas independentistas obtuvieron un 47 por ciento de los votos, que metidos en el horno de la ley electoral , daban el 53 por ciento de los escaños en el Parlament de Cataluña. Pero Puigdemont tenía prisa. En su discurso de investidura ya avisó de que los momentos actuales «no son de cobardes ni para los flojos de piernas», aunque tras proclamar ilegalmente la república catalana, se ha refugiado en Bruselas.
Si hay un lugar de peregrinación para periodistas y turistas ávidos de sociología es la casa familiar de los Puigdemont, conocida como Can Crous, donde el ex presidente nació un 29 de diciembre de 1962, en medio de una gran nevada. En los bajos, está la pastelería donde sus padres, Xavier y Núria, amasaban los «capricis», la especialidad de la casa, con permiso de los «caganers» de chocolate que ahora hacen sus hermanos Francesc, el mayor, que nació trece meses antes que Carles, y Anna, la quinta. Esa mañana, en la pastelería que también ofrece Prensa y «souvenirs» como colgantes con el perfil de Cataluña en plata o bolsas con olor a lavanda hechas con el tradicional «farcell català» y con las letras de Amer bordadas, no ha vendido más diarios que otro día. Anna no tiene el ánimo para hablar. Y menos con la Prensa.
Los Puigdemont son ocho hermanos. Anna es la que tiene las facciones más parecidas a Carles. Y su hijo, Xavier Queraltó Puigdemont, recuerda mucho al joven Carles. Melómano como su tío, tanto se marca un solo de «Bohemian Rhapsody» de Queen en guitarra como toca una sonata de Chopin en piano, con 21 años, tiene un grupo de música Malestruch, una banda de rock que toca en locales de la provincia. Carles también tenía un grupo de rock en el que cantaba su prima Carme. Se llamaba Zènit, con acento, para darle más fuerza y aunque se le daba bien la guitarra, en un sorteo le tocó ser el bajista. Tocaban en las verbenas y llegó a grabar un videoclip. Aunque ya entonces a Puigdemont le flipaba la política, recuerdan sus colegas. En el avatar de su Instagram, su sobrino Xavier aparece sentado bajo el Tapies del Palau de la Generalitat, donde el president reúne a los consellers. Es una foto de este verano. «Much president, very indepe», comenta en el pie. Ayer ha dado ya cuatro presidentes de la Generalitat, tres monjes del monasterio y Carles. El sueño de los Puigdemont y de todo independentista sería que Xavier fuera presidente de la república catalana. Pero para eso hace falta una mayoría social que hoy no hay.
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