PSOE

La semana de pasión de Iglesias y Errejón

Podemos afronta el momento clave de la negociación con el PSOE dividido y con su número dos «mudo» desde hace 10 días.

Íñigo Errejón y Pablo Iglesias conversan en los pasillos de la sede de Podemos, en la calle Princesa de Madrid
Íñigo Errejón y Pablo Iglesias conversan en los pasillos de la sede de Podemos, en la calle Princesa de Madridlarazon

Podemos afronta el momento clave de la negociación con el PSOE dividido y con su número dos «mudo» desde hace 10 días.

«En sociedades tan mediatizadas como las nuestras lo fundamental de toda iniciativa política que aspire a cierto éxito es su capacidad de comunicar a partir del manejo de códigos simbólicos y golpes de efecto». Esta frase, resumen perfecto del secreto del éxito de Podemos, puede leerse en un articulo firmado por Pablo Iglesias e Íñigo Errejón en noviembre de 2010, cuando el partido morado era aún una entelequia con la que apenas se atrevían a soñar sus impulsores, por aquel entonces profesor e investigador, respectivamente, en la facultad de Políticas de la Universidad Complutense. El artículo citado es especialmente relevante por otra causa: el primer mensaje que publicó Pablo Iglesias nada más abrir su cuenta de Twitter hace seis años fue precisamente un link a este documento firmado conjuntamente con Errejón. Iglesias lo retuiteó recientemente para conmemorar el décimo aniversario de esta red social, instrumental en el auge del partido morado. Seis años y 11.600 tuits después, las dos principales cabezas pensantes de Podemos se encuentran en el momento más dificil de su relación, un sordo desencuentro que dura ya diez dias y que está debilitando la posición negociadora del partido frente al PSOE en la semana más decisiva para la formación de gobierno desde las generales del 20-D.

Tanto Errejón como Iglesias han demostrado con creces haber aprendido a utilizar los «golpes de efecto» en el periplo que va de 2010 a 2016. Sólo durante los meses que van de legislatura los ejemplos son numerosos: Carolina Bescansa y su hijo en el Pleno de constitución del Congreso, la rueda de prensa tras visitar La Zarzuela con la oferta de apoyo a Sánchez, la mención a la «cal viva» de Felipe González y muchos otros de mayor y menor intensidad. El problema para Podemos es que ahora uno de los dos firmantes del artículo fundacional está utilizando su gran capacidad para «manejar los códigos simbólicos» contra el otro firmante. Íñigo Errejón es plenamente consciente de la imagen de división que está proyectando sobre su propio partido con su silencio y, pese a todo, sigue aferrándose a él cuando ya han transcurrido 10 días desde que Pablo Iglesias destituyera a Sergio Pascual. La gravedad de su actitud crece exponencialmente al considerar el momento en el que se encuentra Podemos, inmerso en unas negociaciones para formar gobierno con los socialistas en las que Íñigo Errejón, portavoz del Grupo Parlamentario Podemos, estaba llamado a llevar la voz cantante como portavoz del Grupo Parlamentario morado. Además, no conviene olvidar que Podemos es una formación política que, a pesar de que hasta el momento no ha hecho más que crecer, aun no cuenta con una estructura territorial lo suficientemente sólida como para recuperarse de un mal paso en el momento de la verdad. Tampoco ayuda el hecho de que el descontento y la indignación provocados por la crisis –el viento de popa que ha tenido hasta el momento Podemos– pierde mes a mes intensidad a medida que la situación económica mejora.

La gran paradoja de todo el «affaire Pascual» es que el que lo ha hecho estallar ha sido el propio Iglesias. Si, como él mismo asegura, se trataba de corregir defectos en la gestión hay maneras menos expeditivas de efectuar estas correcciones sin hacer entrar al partido en una crisis interna. Sin embargo, la manera que ha tenido Iglesias de conducirse en este asunto ha sido la del líder de un partido tradicional dando un golpe de mando. Y eso es algo que no se les va a escapar a las bases de Podemos, muy sensibles a los ademanes autoritarios. Los militantes de Podemos también saben que Pablo Iglesias, tras las dimisiones en el Consejo Ciudadano de Madrid ha preferido, antes de pedir responsabilidades a Luis Alegre, cobrarse la cabeza de Sergio Pascual, la mano derecha de su mano derecha. El secretario general es sin duda consciente de lo crítico de la situación y prueba de ellos es que haya elegido a Pablo Echenique, una de las figuras con más prestigio interno en Podemos, para suplir la vacante dejada por Pascual en la Ejecutiva del Partido.

En cualquier caso la factura más clara que tendrá que pagar Podemos por la crisis desatada por la destitución de Pascual (y las formas expeditivas con las que Iglesias la ejecutó) será, seguramente, interna. A las bases del partido se les ha hablado demasiado de «transparencia» y de que Podemos «nunca se convertirá en un partido más» como para que las ambíguas explicaciones de Iglesias sobre su relación con Errejón y la opacidad con la que el aparato del partido está llevando la comunicación de la crisis no hagan despertar las sospechas. La evidente existencia de diferentes facciones en el seno de Podemos y su enfrentamiento es un hecho ineludible que coloca al partido de Iglesias precisamente en lo que siempre aseguró no ser: «un partido como los demás». Los militantes de Podemos no son fáciles de engañar y toda la retórica y las suaves maneras desplegadas por Iglesias en los últimos días no pueden ocultar lo hechos: un partido que se dice asambleario, transparente y democrático ha visto como un miembro de la ejecutiva a caído en desgracia y, en el plazo de 48 horas, ha sido fulminantemente cesada y el líder ha nombrado a dedo a un sustituto. Pablo Iglesias podrá tener una lengua de seda pero a nadie en Podemos, después de lo ocurrido con Pascual, le puede caber ninguna duda de que también tiene un puño de hierro, por mucho que le guste hablar del «brillo en la mirada» y del «cariño» de esa «máquina de amor» llamada Podemos. Tampoco la reacción de Errejón pasará desapercibida a las bases. El número dos de Podemos tiene la habilidad comunicativa suficiente para hacer que las aguas vuelvan a su cauce con un simple tuit. Si no lo hace es porque no quiere, y este hecho habla más que ningún otro de hasta que punto deben estar deterioradas las relaciones para dos jóvenes políticos que, para bien o para mal, has sido, desde que firmaban juntos artículos en su época universitaria, el alma de Podemos.