Política

El Rey abdica

La Transición y el silencio de Don Juan

La Razón
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Todo empezó el 22 de julio de 1969 con la designación de Don Juan Carlos como sucesor a título de Rey. Aquel momento supuso el fin para Don Juan. Ya no sería nunca Rey de España. Se interrumpía la tradición dinástica... y quizá la solución democrática. Pero Franco aún estaba vivo, y podían torcerse sus planes. Quizá por eso Don Juan, además de disolver su Consejo Privado para evitar problemas a sus integrantes de doble lealtad, mantuvo sus derechos y legitimidad frente a la decisión del general. Aquel tiempo fue el del primer silencio, porque aunque muchos se empeñen en destacar su enfrentamiento con Franco y sus movimientos internacionales, Don Juan decidió marcar territorio pero sin llegar a la ruptura con su hijo, que era lo que muchos le recomendaban en su entorno y desde la oposición democrática al franquismo. Fueron seis años, hasta la proclamación de Don Juan Carlos en 1975, de contactos, movimientos... pero nunca de ruptura.

Y llegó la Transición, esa etapa que hoy se nos antoja dorada porque muchos decidieron pensar en el bien de España por encima de sus ideas. Con frecuencia se minusvalora el haraquiri de las Cortes franquistas, o el de algunos políticos –no todos–, que prefirieron desaparecer para que otros tomaran el relevo del cambio. Poco se ha escrito del papel de Don Juan durante aquellos años. Se magnificó su ausencia en la Proclamación de su hijo, cuando sólo pretendía así ofrecer una solución alternativa si aquel proceso fallaba. Nunca compartí la tesis de José María de Areilza –tuve la oportunidad de hablar con él varias veces de ello– de que todo era un reparto de papeles para que, el que en cada momento y circunstancia estuviera mejor posicionado, defendiera la solución monárquica de España. Y no la compartía porque para mí era claro que si Don Juan hubiera querido, podría haber hecho mucho más daño y ruido a su hijo dentro y fuera de nuestras fronteras. Y no: la Transición fue el segundo tiempo de silencio de Don Juan. Es verdad que un silencio expectante, observante, vigilante, pero también de colaboración y ayuda.

Don Juan ya vivía en España, y empezaba a ver las cosas desde dentro y no a través de la camarilla de Estoril. Aquí conoció la realidad de un país cambiante. Conoció a los nuevos políticos que iban a protagonizar aquella etapa y, sobre todo, comprobó que el compromiso de su hijo con la democracia era real y sincero. Es verdad que también podría haber brujuleado. Eran momentos en que todos danzaban desde posiciones totalitarias a la democracia, donde el «chau chau» era continuo. Tampoco le pillaron ahí a Don Juan. Y eso que algunos le buscaron. Silencio.

El 14 de mayo de 1977, en una breve ceremonia en el Palacio de la Zarzuela, renunció oficialmente a sus derechos dinásticos, cediendo a su hijo la jefatura de la Familia y Casa Real de España. Un silencio que se rompía para enmudecer casi definitivamente.