PSOE

Los militantes no son los votantes

La Razón
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El censo del Partido Socialista está integrado aproximadamente por 180.000 afiliados, mientras que su número de votantes en las últimas elecciones generales de junio de 2016 fue de 5.434.000. La proporción existente entre afiliados y votantes es de un militante por cada 30 electores socialistas. En el Partido Popular esta proporción se rebaja a un afiliado por cada 9 votantes.

Por lo tanto, la representatividad de las reducidas y mermadas bases socialistas es puesta en duda por muchos y diversos analistas. Un reducido número de personas, que no alcanza las doscientas mil, van a decidir el liderazgo y las candidaturas a La Moncloa por un electorado cercano a los 5,5 millones.

Todos los estudios realizados sobre los afiliados del Partido Socialista en los últimos 12 años coinciden en señalar que las bases socialistas están más escoradas a la izquierda que los votantes y que a lo largo de los últimos años este divorcio es claramente notorio y patente.

España ha librado una batalla política desde 2011 contra los enemigos de la democracia representativa, contra aquellos que quieren imponer la democracia de asamblea y algarada callejera a la representación popular.

Una de las primeras decisiones que debe tomar el nuevo Partido Socialista que surja del XXXIX Congreso Federal a celebrar este verano es suprimir la elección del secretario general por el método paraasambleario de las primarias. Una decisión de tal calado, que acabará afectando al futuro de España, debe ser tomada por un cuerpo electoral cualificado, esto es, los delegados de todas las federaciones socialistas españolas.

Y más en los tiempos tan convulsos que vivimos en donde a río revuelto ganancia de pescadores, la militancia del PSOE puede cometer el error de elegir entre el más anti-PP de los tres candidatos, ignorando el peligro que supone Podemos, que pugna con el PSOE para asumir el liderazgo de la izquierda.

Ya en julio de 2014, en las elecciones primarias de entonces, Pedro Sánchez se impuso como secretario general a los otros dos candidatos, Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias, con tan solo 62.000 votos, es decir que el 34,4% de los afiliados del PSOE puso al mando del segundo partido de la nación a un perfecto desconocido hasta entonces. Esos militantes socialistas que votaron a Sánchez sólo representaban al 1,1% del electorado socialista.

Prueba de que la responsabilidad de la elección del secretario general no debiera recaer en las bases, es el proceso de primarias anterior, en el que Eduardo Madina que representaba la ortodoxia socialdemócrata y que era visto como el sucesor natural de Rubalcaba al frente del partido fue superado en 16.000 votos por el novicio Sánchez.

En el anterior proceso de primarias, el que enfrentó en 1998 a Almunia y a Borrell, finalmente se impuso el candidato rebelde al candidato del aparato. Hubo que esperar dieciséis años para que el PSOE cometiera de nuevo el error de recurrir a las primarias, más propias de Estados Unidos, en donde los partidos políticos cuentan con estructuras menos potentes, que en Europa. Lo acabamos de ver en Francia, donde el radical Benoît Hamon se impuso a Manuel Valls en la segunda vuelta de las primarias socialistas.

* Sociólogo