Política

Los «pedristas» andaluces intentan doblegar a Díaz al pacto con Podemos y los separatistas

Los «pedristas» andaluces intentan doblegar a Díaz al pacto con Podemos y los separatistas
Los «pedristas» andaluces intentan doblegar a Díaz al pacto con Podemos y los separatistaslarazon

Pablo Iglesias busca la hegemonía en la izquierda aplicando el aforismo clásico: «Divide y vencerás». El PSOE, su rival, está partido por la mitad. En un rincón, Pedro Sánchez pelea por su supervivencia aunque sea a costa de un pacto que convertiría a su partido en el cómplice de la tarea de demoler el Estado de derecho que han emprendido bolivarianos y separatistas. Enfrente, unos barones atrapados entre el revanchismo contra el PP y su conciencia nacional. Susana Díaz, callada desde hace tres semanas, encabeza una resistencia cada vez menos firme aunque sostenida por Felipe González y su generación.

En Andalucía se daba por hecho que el ex presidente del Gobierno se pronunciaría pública e inequívocamente contra el pacto con Podemos, partido al que ha tildado de «leninista 2.0» y a cuyos dirigentes no ha dudado en llamar «monaguillos de Maduro». González, sin embargo, sabe que su posicionamiento rompería sin remedio al PSOE y es probable que espere hasta la celebración del comité federal. Los socialistas andaluces son un partido monolítico... o no. La homogeneidad del PSOE-A en torno a Díaz es incuestionable pero la presidenta de la Junta conserva algunos adversarios internos que están «jugando sus bazas» para ablandar la renuencia al pacto. Nombres como el del diputado autonómico Alfonso Rodríguez Gómez de Celis o el del portavoz en municipal en Cádiz, Fran González, no le dicen demasiado al gran público. Quizá suene algo más el de Kiko Toscano, alcalde de Dos Hermanas con una inasequible mayoría absoluta desde 1983. Ellos tres, y algún otro, son los exploradores del secretario general en el territorio comanche del susanismo. Un antiguo algo cargo de la Junta, aún con acceso al centro de decisiones del PSOE-A, advierte de que «con el cinismo que se conduce, Iglesias es capaz de renunciar al referéndum, con lo que el único obstáculo para Pedro Sánchez serían los partidos catalanes. Pero que nadie se engañe: a ésos se los convence con un trocito de presupuesto. Igual que al PNV, que se sumará al pacto a cambio de dinero y competencias transferidas». Los «pedristas» andaluces confían en que las bases presionen a una Susana Díaz siempre atenta al ruido de la calle. Un crítico, de los que apenas se atreve a expresar su discrepancia en la sede de su agrupación, recuerda que la presidenta «no puede defraudar a tanto votante deseoso de expulsar a la derecha del poder».

El socialista de a pie, educado en años de sectarismo anti-PP, asumiría el entendimiento con el partido ganador de las elecciones como un trágala. Aunque en el ejecutivo regional está sostenido por Ciudadanos, todos los ayuntamientos y diputaciones de Andalucía perdidos por los populares se gobiernan mediante un frente de izquierdas. «Y no pasa nada, al contrario: todo el mundo está encantado». En puridad, el pacto entre el «pedrismo» y Podemos es un hecho en la región. El diputado antisistema Sergio Pascual recordó ayer en Granada que Díaz es «la piedra en el camino para este acuerdo». Desde una perspectiva razonable, o sea, la presidenta andaluza es el dique de contención contra el disparate y a esa última muralla se dirigen los torpedos dialécticos de los asaltantes del cielo. La enemistad común genera concordancias extrañas, como las que últimamente experimentan los discursos de Teresa Rodríguez, lideresa andaluza de Podemos, y Pedro Sánchez. «Debe formarse un Gobierno que priorice la agenda social sin darle tanta importancia a la cuestión territorial», dijo hace unos días quien detesta a Susana Díaz tanto como la aborrece el secretario general.

Los partidarios de Sánchez confían en que Díaz convierta la necesidad en virtud. «Aunque no le haga gracia la idea de un pacto con Podemos, sobre todo por lo que supone de derrota en una pelea interna, sabe que a la Junta le vendría bien tener a un socialista en La Moncloa», se afirma en las filas pactistas. En el sector renuente, se apunta un temor: «La Presidencia del Gobierno vale, aproximadamente, 3.000 puestos de trabajo. Según las cuotas al uso, el 20% de esos cargos correspondería al PSOE andaluz, aproximadamente 600 a los que hay que sumar los 600 que sustituyan a los que se vayan en la Junta y en el resto de instituciones autonómicas. La tentación es grande».