PP
Rita Barberá, a Rajoy: «Mariano, llevo mi dignidad en el bolsillo»
El fin de semana pasado Rajoy habló con Barberá. Ella le dijo que declararía con la «cabeza bien alta». El presidente mantuvo el contacto con ella pese a la expulsión del PP.
El fin de semana pasado Rajoy habló con Barberá. Ella le dijo que declararía con la «cabeza bien alta». El presidente mantuvo el contacto con ella pese a la expulsión del PP.
El presidente está muy tocado. Es la frase que circula por los despachos de La Moncloa tras el súbito fallecimiento de Rita Barberá Nolla, que ha reabierto una herida entre la llamada «vieja guardia» del PP y los nuevos «alevines» de Génova trece. Pero al margen de cualquier andanada política, lo cierto es que Mariano Rajoy ha sentido un desgarro ante la muerte de quien fue una de sus grandes amigas y aliadas. En los últimos meses, siempre en privado, Rajoy le había expresado su apoyo personal una vez que autorizó su salida del partido por las fuertes presiones de los jóvenes dirigentes actuales. Le había costado «sudar tinta», en palabras de un colaborador cercano, pero las exigencias de Ciudadanos para su voto afirmativo en el debate de investidura no le dejaron otra salida. El presidente le había encargado el trago de comunicárselo a María Dolores de Cospedal, siempre defensora de Rita. Según fuentes de La Moncloa y el PP, Rajoy mantenía con ella contacto y hablaron varias veces por teléfono.
La ültima llamda
La última llamada se produjo el fin de semana anterior al pasado 23 de noviembre, fecha en que la ex alcaldesa de Valencia estaba citada a declarar en el Tribunal Supremo. El presidente quiso infundirle ánimos y expresarle su respaldo, entristecido por los acontecimientos. Se vio obligado a que Rita dejara el carnet del partido en el que militaba desde hacía cuarenta años, pero jamás aceptó lo que algunos le pedían con insistencia: que también renunciara a su escaño en el Senado. «Por ahí no paso», zanjó rotundo el líder gallego en un Comité Ejecutivo del partido.
La conversación fue cordial, si bien Rita estaba abatida, apagada de ánimo. No obstante mantuvo el tipo y poco después se lo confesó a una de sus sobrinas, abogada de profesión, que la acompañó en la declaración judicial: «Se lo he dicho claramente, Mariano, voy a declarar con la cabeza bien alta y mi dignidad en el bolsillo». Según su entorno agradeció el respaldo de Rajoy pero estaba muy dolida por la conducta de algunos de los suyos. «De los enemigos no espero nada, pero de los míos al menos algo», le comentó a un grupo de personas durante su estancia en Madrid.
La noticia de su muerte cayó como un mazazo minutos antes de empezar la sesión de control al Gobierno en el Congreso. Las primeras noticias apuntaban a un infarto y Rajoy ordenó a su gabinete que contactaran con su familia para ver cómo estaba, pero el tiempo fue cruel. El presidente se enteró del fatal desenlace en su coche oficial cuando salía desde La Moncloa hasta la Cámara Baja y sufrió un fuerte impacto. Ante la nube de periodistas que abarrotaban los pasillos del Congreso mostró un rostro cariacontecido y ojos húmedos, muy lejos de su habitual e impasible flema gallega. «Estoy hecho trizas», les dijo a los ministros y diputados que ocupaban sus escaños. Desde el banco azul observó con desprecio la actitud de las huestes de Pablo Iglesias liberando sus miserables instintos básicos, respondió estoico a las preguntas de la oposición y abandonó el hemiciclo. De inmediato contactó con la hermana y sobrina de la ex alcaldesa, y les confirmó su irrevocable decisión de acudir al funeral en Valencia de quien había sido su amiga y leal compañera en momentos difíciles.
Una amistad por encima de la política
En efecto, la historia de Mariano Rajoy y Rita Barberá es la de una amistad por encima de la política. Se conocieron en el año 86, cuanto José María Aznar era secretario de Autonomías y Mariano Rajoy, diputado por Pontevedra, estaba en Organización. Una joven valenciana procedente de Reforma Democrática había llegado a Alianza Popular de la mano de Manuel Fraga y prometía. Desde siempre congeniaron por la gran conexión de Mariano con la ciudad del Turia, donde había hecho la «mili» a las órdenes del teniente general Milans del Bosch. Durante su etapa como alcaldesa, con cinco históricas mayorías absolutas, fueron numerosas las ocasiones en que Rajoy viajó a Valencia en Fallas y cotidiana su imagen saltando en el balcón del Ayuntamiento ante la imponente «Mascletá».
Dos funerales dolorosos:
A lo largo de su vida política Rajoy ha padecido dos funerales dolorosos: el de Mercedes de la Merced y el de Rita Barberá. La primera, una recia soriana que trabajó muchos años a su lado en la Secretaría de Organización, murió de cáncer en mayo de 2013. Mariano acudió a sus honras fúnebres, ya como presidente del Gobierno en la madrileña iglesia de los Doce Apóstoles, también acompañado por su mujer Elvira.
De la Merced y Rita fueron dos grandes amigas y colaboradoras muy cercanas. La sintonía personal se acrecentó políticamente en el año 2008, durante el XVII Congreso del PP celebrado en Valencia, presidido por Rita Barberá. Fue el cónclave más amargo de Mariano Rajoy, con un frente crítico liderado por Esperanza Aguirre que aspiraba a destronarle. La actuación de Rita y el PP valenciano fue determinante para que Rajoy resultara elegido presidente del partido y María Dolores de Cospedal secretaria general, algo que sin la defensa y respaldo de los populares valencianos no habría sido posible. Ninguno de los dos lo olvidó jamás y apoyaron a Barberá hasta el límite. La acritud de la política y, sobre todo, las exigencias de Ciudadanos ante el debate de investidura forzaron los acontecimientos. En el entorno de Rajoy aseguran que, de no haberse producido esta circunstancia, nunca habría permitido que Rita dejara el partido por el que luchó toda su vida.
En todas sus campañas electorales, Mariano la acompañó en Valencia. Visitaban mercados, degustaban una buena paella y jugaban una partida de «chamelo», el juego de dominó muy extendido en tierras valencianas que Rita y sus hermanas aprendieron de su padre, el periodista José Barberá.
Juntos en Jávea
Algún verano, siendo todavía Rajoy soltero, pasaba unos días en la casa familiar de Javea, en Siete Aguas, donde Barberá se refugiaba con sus hermanas, cuñados y sobrinos, su otra pasión junto con Valencia. «A quien Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos», decía siempre esta mujer soletera, de profundo culto a su familia, y que tuvo a su hermana Asunción, «Totón» Barberá, como mano derecha en el Ayuntamiento de Valencia. En el PP, sus grandes amigas fueron Luisa Fernanda Rudi, Celia Villalobos y la ex ministra Loyola de Palacio, otra histórica pepera fallecida en 2006 de un cáncer de pulmón, la misma dolencia que se llevó a Mercedes de la Merced. Una generación de brillantes políticas, un «gineceo» de primera, según confesaba Rajoy en aquellos años de camino hacia el poder. El día que declaró ante el Tribunal Supremo llegó abatida y desmejorada, hasta el punto de que sufrió una pequeña caída. El juez instructor del caso, Cándido Conde-Pumpido, le sugirió aplazar la vista pero ella se negó alegando que no tenía mareos ni ninguna molestia, y atribuyó el percance a la estrechez de su falda y unos altísimos tacones. Era presumida y coqueta, sin renunciar nunca a sus collares de perlas, largos pañuelos y grandes bolsos. El rojo era su color favorito y detestaba el amarillo. «Yo como los toreros», advertía con buen humor. Era tal vez la única manía de una mujer que desprendía fuerza allí por donde pasaba y que últimamente era sombra de sí misma.
Según su entorno familiar estaba deprimida y triste, no tanto por su comparecencia ante el Tribunal Supremo, donde tuvo a gala defender su inocencia y dignidad tal como le dijo a Rajoy en su última conversación, sino por el enorme vacío que la habían propinado durante la apertura de la Legislatura. Le aconsejaron que no fuera, que pasara de todo y de todos. Pero ella, segura de su proceder inocente, acudió y quiso mantener su papel institucional hasta el final. Alabada y admirada, repudiada por aquellos que todo le deben, algunos hoy «siguen lamiéndose las heridas», en palabras de un familiar cercano. Para colmo, según fuentes judiciales, su causa estaba punto de ser archivada en el Tribunal Supremo. Y todas esas amenazas insultantes ante su casa de la valenciana calle General Palanca se tornan ahora en flores y alabanzas. Es el trágico broche a una historia que aún remueve conciencias.
Debate
La clase política que ella conoció y padeció se enzarza ahora en el debate sobre la presunción de inocencia y el pacto suscrito con Albert Rivera, que Cs se niega a modificar. Hoy, muerta Rita Barberá, el Partido Popular analiza si la condena final debe ser el juicio oral y no la imputación, cuyos casos luego pueden ser exonerados como se ha comprobado en muchas ocasiones. El calvario judicial y mediático que sufrió la ex alcaldesa de Valencia está a punto de derivar en una causa archivada, cuando ella ya se ha ido. Pero donde esté, a buen seguro recordará la frase de su amigo Mariano en aquel mitin del Campo del Mestalla: «Rita, eres la mejor».
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