El desafío independentista
Mas critica «el personalismo a distancia» de Puigdemont
Malestar en el PDeCAT con su candidatura única y la designación de Ernest Maragall. En su despedida, el antaño hereu acusó al ex president de «confundir la realidad por un exceso de ideología»
Malestar en el PDeCAT con su candidatura única y la designación de Ernest Maragall. En su despedida, el antaño hereu acusó al ex president de «confundir la realidad por un exceso de ideología».
El enfrentamiento está servido y Carles Puigdemont está cada vez más solo. Es el análisis que hacen en el PDeCAT a escasos días de que se constituya el Parlament. «Nadie es imprescindible», aseguró tajante Artur Mas a la misma hora en que el ex presidente fugado comparecía con su corte de Bruselas enrocado en su candidatura única. Fuentes del entorno de su antecesor confirman su malestar por la actitud de Puigdemont, que califican de «personalismo a distancia». Para colmo, en el partido convergente no gusta nada la posible designación de Ernest Maragall como presidente de la Mesa del Parlament y recuerdan cómo en su etapa de consejero de Educación bajo el mandato de José Montilla protagonizó enfrentamientos con la antigua cúpula de CDC. Maragall abandonó el PSC en 2102, fundó Nova Esquerra Catalana y es hoy la apuesta de ERC para el máximo órgano de la Cámara.
Desde la pasada semana en que anunció su dimisión, Mas no ahorra críticas contra su sucesor. «He sido generoso y he dado un paso al lado, otros podrían hacer lo mismo», advirtió a un grupo de empresarios hace unos días en Barcelona. Lo remató en una entrevista a un medio informativo en la que reiteró que nadie es insustituible y advirtió de que el poder «no se ejerce nominal y a distancia». En su entorno y en el PDeCAT sospechan que Puigdemont prefiere forzar nuevas elecciones antes que renunciar a su investidura. El modo cómo piensa hacerla sigue siendo un secreto que su pandilla de leales en Bruselas aún no ha desvelado.
Las fisuras en el bloque soberanista afloran por doquier. Esquerra Republicana y las CUP piden ya públicamente alternativas a su candidatura. Así lo hicieron el diputado de ERC, Joan Tardá, y la cupera María Sirvent. Tardá opina que es hora de superar el debate personalista y centrarse en el futuro Govern, mientras que la diputada antisistema tildó a Puigdemont de «irresponsable». Para rebajar algo la tensión, el prófugo ex presidente hizo unas declaraciones al diario británico «The Guardian» en las que fue rotundo: «Primero, la República, luego, la independencia y después, yo». Sin embargo, su dos «escuderos», Elsa Artadi y Eduardo Pujol, insisten en que no habrá otra investidura que no sea la de Puigdemont.
La posible delegación en su jefa de campaña y nueva zarina del «procés», Elsa Artadi, levanta ampollas en Mas y Convergència, dados los enfrentamientos que tuvieron durante su etapa en la Generalitat y su abandono de militancia en el partido. «Por aquí no pasamos», advierten dirigentes del PDeCAT, que ven cómo Puigdemont va por libre y sólo cuentan con trece diputados en la lista de Junts per Catalunya. De haber un candidato delegado, si finalmente así lo decide el fugitivo de Bruselas, apuestan mejor por los excarcelados Jordi Turull o Josep Rull.
Por su parte, en ERC, tras el fiasco del viaje de Marta Rovira a Bélgica que la ha dejado fuera de juego, la salida de Carles Mundó y el mantenimiento de Oriol Junqueras en la cárcel, se inclinan por el también ex recluso Raül Romeva.
La sesión del próximo día 17 se avecina polémica, dado que el nombre de Maragall no gusta en absoluto en el PDeCAT. Hermano del que fuera alcalde de Barcelona y presidente de la Generalitat, Ernest fue un díscolo militante del PSC, que abandonó para fundar Nova Esquerra Catalana, y fustigó sin piedad a la antigua Convergència por el famoso 3% y los casos de corrupción. En la actual dirección del partido veían mejor a Carles Mundó, ahora ya fuera de todo, o a un diputado de JxC de sus propias filas. Las fisuras con ERC son en este caso grandes, sin olvidar que la mayoría independentista cuenta con 70 diputados electos, pero asegurados sólo tiene 62. Ocho de ellos pueden ver comprometido su voto: los cinco que siguen en Bruselas y los tres que están en prisión. La decisión del juez Llarena permite que estos tres puedan delegar su voto, pero queda por ver qué pasa con los fugitivos de la corte belga.
La polémica se recrudece con el bloque constitucionalista. Ciudadanos ha anunciado que no reconocerá jamás a un presidente a distancia huido de la Justicia. Y los socialistas catalanes no participarán en un debate de investidura telemático. Si ello ocurre, ambos partidos lo impugnarán de inmediato ante el Tribunal Constitucional, tal como anunciaron Inés Arrimadas y Miquel Iceta. Si los procesos judiciales han forzado a Mas y Carme Forcadell a dar un paso atrás, en Cs y el PSC opinan que ha de hacer lo mismo un prófugo de la justicia inhabilitado para presidir la Generalitat. La sombra de una nuevas elecciones planea de nuevo si Puigdemont no viene a España, dado que nada más poner un pie en suelo nacional sería detenido y encarcelado como Junqueras. Por su parte, las CUP no apoyarán a ningún candidato que no declare primero la República catalana.
El desánimo cunde entre los soberanistas tras las declaraciones ante el Tribunal Supremo de los encarcelados Joaquín Forn y «los Jordis». «Sólo les ha faltado defender a Franco», dice con sorna un dirigente de ERC ante la marcha atrás de los cabecillas independentistas ahora cabizbajos y recelosos de la vía unilateral. Una actitud patética y reveladora de la cobardía de unos secesionistas hartos ya de estar en la cárcel, a quienes el poder del Estado de Derecho les ha ganado la partida.
Así las cosas, Mas, el hombre que todo tuvo y todo perdió, el auténtico dinamitador de CIU, afronta esta semana su fase judicial por el 9-N en el Tribunal de Cuentas, así como la sentencia del «caso Palau». Dos fuertes varapalos que le han obligado a dejar la presidencia del PDeCAT y poner en juego una fianza de cinco millones de euros junto al embargo de su piso barcelonés. Su enorme distanciamiento de quien designó sucesor queda patente ante quien le escucha. Duros golpes en toda regla para Artur Mas, el hombre que manejó el poder, lo dilapidó sin remedio y es hoy el vivo retrato de la decadencia. Un president que pasará a la historia como el auténtico ángel caído del «procés», mientras su heredero todavía piensa remontar el vuelo.
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