El desafío independentista
Mas busca un acercamiento a la Corona en pleno proceso soberanista
Las relaciones entre la Generalitat y la Casa Real son frías. Más bien, gélidas. De hecho, el presidente del Gobierno catalán, Artur Mas, no coincide con el Rey Juan Carlos desde el mes de enero, cuando acudió al Palacio de la Zarzuela después de la celebración de las elecciones autonómicas y una semana después de la declaración de soberanía realizada por el Parlament de Cataluña. En la recepción, el Rey estaba más serio y frío que de costumbre. «Tenía cara de palo», refieren algunas crónicas de ese encuentro.
Cinco meses antes, Don Juan Carlos y Artur Mas habían coincidido en el Monasterio de Pedralbes en la entrega de los Premios Conde de Barcelona. El acto se realizaba apenas 15 días después de la manifestación independentista que recorrió las calles de Barcelona. En su recién estrenada página web, el Rey había colgado una misiva que sentó muy mal en la Generalitat porque llamaba a «dejar de perseguir quimeras». Las cordiales relaciones de antaño entre Don Juan Carlos y Jordi Pujol habían dejado paso al mínimo exigido por el protocolo. Mas llegó el último. Se marchó el primero. Con Don Juan Carlos intercambió poco menos que un saludo forzoso. Horas después adelantaba las elecciones porque «los catalanes tienen derecho a decidir».
Estas relaciones de distanciamiento entre Zarzuela y el Palau de la Generalitat no han mejorado en los últimos meses por el clima político de alta tensión que se respira en Cataluña y las deterioradas relaciones con el Gobierno de Mariano Rajoy. Artur Mas y sus aliados de ERC siguen su hoja de ruta soberanista. En estos momentos, Mas pretende aprobar los presupuestos con los republicanos a cambio de fijar una pregunta y una fecha para la consulta. Además, el Parlament con el apoyo de CiU, ERC, IC y las CUP, pedirá al Gobierno el traspaso de competencias para hacer la consulta vía el artículo 150.2 de la Constitución. Una propuesta debilitada porque el PSC se ha dado cuenta que hacer de muleta del nacionalismo le aleja de su electorado y les ha dado la espalda.
Con este complejo cuadro, la Generalitat ha hecho un movimiento hacia la Corona con un claro objetivo de suavizar tensiones y restaurar relaciones. El movimiento lo protagonizó hace dos semanas el consejero de Presidencia, Francesc Homs. «Fue un gesto protocolario y de respeto institucional» afirmó el propio conseller a LA RAZÓN. Homs acompañó a la cita que tenía con Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey, al nuevo delegado de la Generalitat en Madrid, Josep María Bosch, nombrado el 30 de julio. El portavoz del Gobierno de la Generalitat justificó su presencia porque la Delegación de Madrid es competencia de su consejería. «En ningún momento se habló del proceso de transición nacional ni de la complejidad de la situación. Fue una visita totalmente protocolaria», zanjó Francesc Homs negando trascendencia a su visita a La Zarzuela.
Sin embargo, ningún consejero acompañó nunca a ningún delegado del Gobierno en Madrid en su presentación a la Casa Real. Jordi Casas, el predecesor de Bosch lo hizo incluso dos veces. Primero con Alberto Aza y luego con Rafael Spottorno. Siempre fue solo. Nunca le acompañó Homs, aunque ya tenía las competencias sobre la Delegación en la capital. Otro delegado en Madrid, en la época del tripartito, Raimón Martínez Fraile también recuerda que se presentó en la Casa Real y lo hizo sólo. «Era parte de nuestro trabajo, no era nada institucional. De hecho, se comunicaba formalmente».
Con el Príncipe Felipe tampoco se puede afirmar que las relaciones vayan viento en popa aunque desde sectores del nacionalismo catalán siempre se recuerda una frase de Don Felipe hace 27 años en el Parlament de Cataluña. «Los catalanes serán lo que ellos quieran ser», afirmó solemnemente. Con esta frase se argumenta que el Príncipe es más sensible al problema de Cataluña y entiende mejor las reivindicaciones catalanas. Lo que ocultan es que hace 27 años, el Gobierno catalán no estaba inmerso en veleidades independentistas. Se conformaba con algunas competencias y una mejor financiación. De independencia, nada de nada.
Desde el Gobierno catalán se niega validez a esta argumentación alegando que «es una manipulación que sólo quiere hacer daño al Príncipe y a la institución». El propio conseller de Presidencia, Francesc Homs, afirma contundente «a mí no me encontrarás nunca jugando con esto porque haría un flaco favor». A pesar de que el nacionalismo catalán intenta mantener una relación diferente con el Príncipe, no parece que logre su objetivo. Junto Mariano Rajoy, el Príncipe acudió a la inauguración del AVE Barcelona-Figueras. Corría el mes de enero y las elecciones catalanas habían dejado a un Mas debilitado que se aferraba a un pacto con ERC para afirmar su agenda soberanista. De hecho, el presidente catalán había nombrado al teórico del proceso de la transición nacional, Francesc Homs, conseller de Presidencia y portavoz del gobierno. En junio, el presidente catalán polemizaba con el Príncipe desde París sobre el derecho a decidir. En un acto en Gerona, el alcalde Carles Puigdemont reivindicó el derecho a decidir. El Príncipe abogó por el respeto de las reglas de juego. Mas le replicó desde París. Lejos quedaban los buenos momentos compartidos en 2011 viendo la final de la «Champions» entre el Barça y el Manchester o en la puesta de largo, ese mismo año, de la Fundación Príncipe de Girona.
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