Discurso de Navidad
Más político que nunca
El Rey escogió un discurso menos institucional, estructurado y cargado de emotividad
Se esperaba con alta expectación la comparecencia del Monarca en su tradicional discurso de Nochebuena. La situación política actual y el hartazgo social evidente para con unos líderes cada vez más desafectos de las necesidades del pueblo incrementaban el interés de la intervención. Y el Rey, lejos de su mejor forma física, aunque visiblemente recuperado en comparación con el año pasado, optó esta vez por los mensajes de forma, por el envoltorio de la concordia. Un discurso más político que social, si bien agradeció el sacrificio conjunto de los ciudadanos en comparación con la falta de ejemplaridad de la vida pública. Clamó por un esfuerzo conjunto que arregle la coyuntura actual –«No podemos aceptar como normal que haya millones de parados»–, para acto seguido reconocer que la sociedad española pide cambios: «Sé que lo reclama», subrayó. Y se puso el primero en la tarea de construir un futuro de cuyo devenir «todos somos responsables».
Con tono institucional, mesurado, efectuando las pausas necesarias antes de cada titular importante (clave para facilitar en el oyente el recuerdo que busca), una melodía inequívoca e intransferible, reconocible además por la manera en la que alzaba la voz al principio de cada párrafo, el Monarca aprovechó el predominante color rojo que enmarcaba la escenografía (corbata, atrezzo) para tratar de defender con pasión una «España abierta en la que cabemos todos».
Mensaje dirigido a todos aquellos que se anclan en la pluralidad y las diferencias para romper lo que con tantos años de esfuerzo se ha construido. Dejó un silencio pertinente tras dicha frase, aunque en mi opinión, y vistos los desafíos que cada día emanan de los profesionales de la manipulación histórica, se podría echar en falta una respuesta más contundente.
No obstante, reitero, estuvo cómodo cuando dejó de entrar en temas concretos y voló por la periferia de lo ambiguo al usar recursos retóricos potentes y con efecto persuasivo, como la anáfora: «Juntos hemos recorrido... juntos hemos caminado... juntos debemos seguir construyendo nuestro futuro», esquema que repitió poco después al defender la unidad del país: «Nos une... nos une... Y nos debe seguir uniendo...». En los últimos minutos repitió la llamada a los dirigentes para que reformen la Administración Pública y sean más sensibles y cercanos a las peticiones y necesidades de sus gobernados.
Para que todos juntos podamos «combatir el desaliento, el conformismo y el victimismo», unas palabras que echamos en falta años anteriores y que, bien repartidas a lo largo de un discurso hubieran reforzado su papel de comandante en jefe. Y precisamente al conjunto de los españoles dedicó su epílogo cuando agradeció el aliento y el cariño recibidos en los últimos meses tras su convalecencia médica. En resumen, un discurso estructurado, con mensaje y forma emotiva en el fondo (color rojo predominante en la escenografia), menos institucional que de costumbre, pero más político que nunca.
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