El desafío independentista
¿Mayor movilización o agotamiento electoral?
La correlación de fuerzas del 21-D se mantiene básicamente, pero se apreciaban signos de agotamiento en el bando separatista y un ligero avance entre los constitucionalistas
La correlación de fuerzas del 21-D se mantiene básicamente, pero se apreciaban signos de agotamiento en el bando separatista y un ligero avance entre los constitucionalistas.
La actual situación de bloqueo podría superarse si unas nuevas elecciones en Cataluña garantizaran un resultado que pudiera devolver a la normalidad autonómica a la región. La correlación de fuerzas del 21-D se mantiene básicamente, según la encuesta del pasado mes de marzo de NC Report para LA RAZÓN, pero se apreciaban signos de agotamiento en el bando separatista y un ligero avance entre los constitucionalistas. Así, el bloque a favor de la legalidad (Cs, PSC y PP) sumaría 61 escaños, por 67 de los secesionistas (JxCat, ERC y la CUP), a un asiento de los 68 de la mayoría absoluta. Ciudadanos es la fuerza que más crecería: a los 36 que tiene Inés Arrimadas se sumarían dos más. El auge naranja tiene su contrapartida en el deterioro de JxCat, que se traduciría en dos escaños, pasando de 34 a 32. Mientras, los socialistas de Iceta suben un escaño. La subida del tercer constitucionalista, el PP, también es modesta y se concreta en un escaño. Si los partidarios de la unidad se unieran a los siete de Catalunya en Comú-Podemos se llegaría a la mayoría absoluta.
Cataluña tiene que aceptar que la independencia no es posible, que la DUI y la República Catalana son fruto de una enloquecida política. Los máximos protagonistas de este despropósito son ERC y Convergència, que han recorrido el mismo camino, mirándose continuamente de reojo y sin perderse de vista y que ahora están inmovilizados. En el campo nacionalista siempre han sido rivales, incluso enemigos, ambos aspiraban a controlar el voto nacionalista. De hecho, CiU fue la fuerza hegemónica en el lado nacionalista desde las primeras elecciones autonómicas de 1980 hasta las de 2012. Pero el giro soberanista que da Artur Mas ese año hace despertar al monstruo dormido de ERC. En las elecciones de 2012 los de ERC se colocan en el 13,7% del voto. Prácticamente duplican el porcentaje de los comicios catalanes de 2010, en los que obtuvieron el 7,0%. Mientras que la CiU capitaneada por Mas en su desafío al Estado baja del 38,5% al 30,7%. Los vasos comunicantes de la política catalana hacen que se trasvase voto de CiU a ERC al percibirse a los republicanos como más fiables en la gestión del voto soberanista. Será el principio del fin. Los convergentes van a perder el control que habían tenido durante décadas del voto nacionalista catalán. Las encuestas previas a las autonómicas de 2015 coinciden en que se producirá el primer «sorpasso» de ERC a los convergentes en 35 años de autonomía. Pero Mas convence a Junqueras para concurrir en una lista conjunta de «país», Juntos por el Sí. Se evita dejar en evidencia la debilidad de los convergentes y que ERC es la nueva fuerza que lidera el nacionalismo en Cataluña. Las generales de diciembre de ese mismo año confirman que ERC es la fuerza nacionalista más votada en las urnas, superando a los herederos de Convergència. El desbloqueo debe venir de la mano de ERC y PDeCat, ambos deben pactar un retorno al autonomismo. La competición entre los dos por conquistar al electorado más nacionalista, que arrancó en 2012, debe llegar a su fin. A un final de mutuo acuerdo, para que el soberanismo no sea un arma electoral. Difícil pacto.
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