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17-A: «Me han arruinado la vida. Aún tomo pastillas para dormir»

Salah el Karib, uno de los cuatro detenidos por los atentados de Barcelona, asegura que los bancos y empresas de envío de dinero no quieren trabajar con él por haber sido vinculado al terrorismo yihadista. Un año después mantiene las medidas cautelares y asegura que «aún necesito pastillas para dormir»

Salah El Karib recuerda en su locutorio de Ripoll, donde los terroristas hicieron varias operaciones, los días que siguieron al atentado de Las Ramblas/Foto: Alberto R. Roldán
Salah El Karib recuerda en su locutorio de Ripoll, donde los terroristas hicieron varias operaciones, los días que siguieron al atentado de Las Ramblas/Foto: Alberto R. Roldánlarazon

Salah el Karib, uno de los cuatro detenidos por los atentados de Barcelona, asegura que los bancos y empresas de envío de dinero no quieren trabajar con él por haber sido vinculado al terrorismo yihadista. Un año después mantiene las medidas cautelares y asegura que «aún necesito pastillas para dormir».

Dice que no tiene nada que esconder, que el daño que se le ha hecho a él y a su familia ya es irreparable y que por eso –salvando las distancias– se siente una víctima. Salah El Karib fue uno de los cuatro detenidos tras los atentados de Barcelona y Cambrils pero quedó en libertad tras prestar declaración ante el instructor de la Audiencia Nacional que lleva la causa, el juez Fernando Andreu. Desde el locutorio que regenta en Ripoll se compraron los billetes de avión del viaje que Driss Oukabir (otro de los detenidos y, éste sí, en prisión provisional desde entonces) hizo a Marruecos apenas una semana antes de los hechos. «Vinieron su madre y su hermano pequeño, Moussa. Buscamos el vuelo, pagaron creo que fue 90 euros y ya está. Fue su madre quien pagó, que le pregunten a ella pero dicen que lo compró Moussa –uno de los cinco abatidos en Cambrils– como si yo tuviera que saber que ese crío era terrorista ¡Pero si le conozco desde que era un niño! ¡Sólo tenía 17 años!».

El juez Andreu también sostenía que, a través de la tarjeta bancaria asociada al locutorio de El Karib, el imán de Ripoll y cerebro de los atentados, Abdelbaki Es Satty, había adquirido un vuelo para Bruselas (Bélgica) para el siguiente 15 de octubre a cambio del cobro de una comisión. Él asegura que el imán «jamás» pisó su negocio: «Aquí sabe que puedo escuchar sus llamadas y mirar lo que compra por Internet o si hacía algo raro, no se hubiera sentido cómodo. Quizás por eso nunca vino». Sobre la supuesta comisión que se llevaba y que implicaría su colaboración con la preparación de los atentados, explica que se lleva son sólo cinco euros por hacer la gestión de la venta, la única ganancia que obtiene. Así, el instructor de la causa señaló en el auto de libertad que los indicios recopilados sobre Salah El Karib, «no permiten establecer, con la apariencia que en buen derecho procede, la existencia de elementos indiciarios lo suficientemente sólidos como para adoptar una medida de la gravedad y excepcionalidad de la prisión preventiva». No obstante, siguen vigentes las medidas cautelares impuestas: acude cada lunes a firmar al juzgado (muestra los folios repletos de sellos judiciales con la fecha de cada semana desde hace un año) y no puede salir del territorio nacional porque sigue con el pasaporte retirado.

Si durante el juicio queda demostrado que realmente El Karib es inocente y no tiene ninguna vinculación con los atentados ¿es posible reparar el daño causado? «Si buscas mi nombre por Internet siempre va a salir mi foto esposado (saliendo de la comandancia de la Guardia Civil de Tres Cantos para ser trasladado a la Audiencia) y relacionado a noticias de terrorismo yihadista», asegura. «Eso ya no se puede hacer nada pero mi modo de vida lo han eliminado por culpa de todo eso». Asegura que ha perdido mucha clientela, algunos porque a día de hoy aún sospechan de él y otros porque ya no puede ofrecer muchos servicios que antes daba y eran su principal fuente de ingresos. «Las compañías de envío de dinero no quieren trabajar conmigo. Me llaman y me dicen que la Policía no les deja», asegura, pero desconoce si estos es real o solo una excusa de política de empresa. Desde hace un par de meses sí trabaja con una pero «no es muy buena porque tarda mucho en llegar el dinero al destinatario. Los clientes se quejan y no quieren enviar». Tampoco puede tener abierta una cuenta en ningún banco. «La abro y me las cancelan», dice mostrando la última carta de una conocida entidad bancaria. Y una tarjeta bancaria asociada a un número de cuenta es primordial para su negocio a la hora de comprar vuelos y reservas. «¿Qué quieren que haga? Llevo un año solo pagando gastos y no llego». El Karib cree que «igual que me detuvieron y se llevaron todo lo que quisieron de mi casa y mi negocio, ahora deberían llamar a las compañías para decirles que sí pueden operar conmigo. Igual que hicieron una cosa, deberían hacer la otra porque me estoy arruinando. Se han confundido y ¿no pasa nada?». Porque a las dificultades para sacar el negocio adelante tras estos acontecimientos, hay que añadir un gasto de «unos 4.000 euros» que aún está pagando a plazos para reponer los ordenadores y discos duros que la Policía se llevó del locutorio durante el registro del local practicado el 22 de agosto del año pasado.

«Se llevaron todo pero ya ha pasado un año y han visto que no hay nada, sino, no estaría aquí, libre. ¿Cuándo piensan devolvérmelo?», se pregunta. Probablemente hasta que no haya una sentencia firme puede que no sea así pero para entonces Salah cree que ya habrá tenido que echar el cierre al locutorio de Passeig Ragull. «Ya estoy echando currículos porque llevo meses sacando muy poco dinero y tengo una familia que alimentar», sostiene. Esa familia, además de su suegra y otros dos niños pequeños estaban en su casa la madrugada del 18 de agosto de 2017, cuando la Policía irrumpió en su casa. «¿Por qué hicieron eso? Podían haber venido a mi puesto de trabajo o llamarme y me hubiera presentado en comisaría ¿por qué hacerle pasar esa situación a niños pequeños? No hay derecho, ellos no tienen la culpa de nada».

Este marroquí de 33 años llegó hace ocho a la localidad de Ripoll. En el año 2006 su hermano abrió este negocio en la localidad y se lo traspasó a Salah en 2010. Desde entonces, asegura, no ha hecho gran cosa además de «ir del trabajo a mi casa» y viceversa por la «esclavitud» de horarios que conlleva un locutorio. Está casado, tiene un hijo de tres años y su vida era aparentemente normal hasta la madrugada del 18 de agosto (la noche después de los atentados). La tarde anterior había visto a Driss por la tele y pensó que «iba bebido y había causado un accidente en las Ramblas» porque era un joven con fama de fiestero en Ripoll. «Volví a casa, cené y fuimos a dormir. Nos despertó la Policía a gritos. Eran las 6 de la madrugada». El Karib recuerda que pasó «un par de días o tres» en la comisaría de Sabadellense antes de que le trasladaran a Madrid. De allí no guarda buen recuerdo del trato recibido en los calabozos, antes de declarar ante el juez: «No me dejaban comer ni dormir, me despertaban para cosas absurdas solo porque pensarían que era terrorista y lo merecía». Tras prestar declaración judicial quedó en libertad provisional. «Estaba muy tranquilo, estaban mirando mi móvil, estaba deseando que miraran bien mi ordenador del locutorio, que miraran bien todo y se dieran cuenta de que se habían equivocado conmigo». Cuando supo que podía volver a casa pensó que todo había acabado.

«Me soltaron y me vi solo en Madrid. Cogí un autobús en avenida de América y en Barcelona me vino a buscar mi mujer con un amigo en coche. Pensaba que ahí había acabado la pesadilla pero no fue así». El Karib asegura que la gente le abucheaba por la calle, los periodistas le seguían por todas partes y hasta sus amigos musulmanes desconfiaron de él. «Llevo desde entonces tomando pastilla para dormir, no estoy bien. Pensaba que era sólo daño a mi honor pero no esperaba todas las dificultades que estoy atravesando con el negocio», asegura. «Yo pago muchos impuestos, pago a Hacienda, autónomos, el IBI... y no dejan de ponerme trabas».

Salah cree que su situación es muy diferente de la de Mohamed Aallá, el segundo detenido que también quedó en libertad (de los cuatro arrestados, hay dos en libertad y dos en prisión). «El coche de Mohamed, al menos, estaba en los atentados de Cambrils, fue utilizado por los terroristas, aunque sólo fuera porque estaba a su nombre pero tiene sentido que te arresten aunque tampoco tengas nada que ver pero ¿a mi? ¿por comprar un vuelo? He comprado miles».