Política

Cataluña

Casado se blinda con un grupo a su medida

El líder del PP anula cualquier «contrapoder» interno y continuará al frente del partido «en el Gobierno o en la oposición».

El presidente del PP, Pablo Casado junto a Cayetana Álvarez de Toledo, Pablo Montesinos y Juan José Cortés
El presidente del PP, Pablo Casado junto a Cayetana Álvarez de Toledo, Pablo Montesinos y Juan José Cortéslarazon

El líder del PP anula cualquier «contrapoder» interno y continuará al frente del partido «en el Gobierno o en la oposición».

Pablo Casado se ha servido de sus primeras listas electorales para construir un grupo parlamentario a su medida, de fieles, dispuestos a apoyarle en todas sus iniciativas reformistas si sale bien de las elecciones generales y consigue formar una mayoría de gobierno y liderarla con Ciudadanos y con Vox. Pero también por si caen malas y ni llega a La Moncloa ni las autonómicas y municipales, arrastradas por ese resultado del 28 de abril, le vienen de cara. En el Congreso de junio, el de la sucesión de Mariano Rajoy, Casado no pudo hacer una dirección del todo a su medida bajo el shock de una victoria que en principio no entraba en los planes de nadie, ni siquiera en los suyos, y bajo la presión de quien fue su principal valedora en esa victoria, la ex secretaria y ex ministra María Dolores de Cospedal.

En la dirección nacional comentaban estos días de atrás, antes de que ayer Casado presentara a sus «cabeza de lista» provinciales para las generales, que «apenas tenían banquillo». Otra herencia del «marianismo». Pero aun así Casado se las ha arreglado para mover las piezas de tal manera que la lectura que se ha hecho de sus decisiones ha coincidido en tachar de «revolución» la renovación, de fin del «marianismo» y, por ende, del «sorayismo». El pulso más duro lo ha librado en Barcelona, confirman en la dirección del PP. Igual que ocurrió con los candidatos a la Comunidad y al Ayuntamiento de Madrid, el nombramiento de Cayetana Álvarez de Toledo es una decisión suya, en la que apuesta por el perfil más duro, en este caso más próximo a José María Aznar, y también en este caso ha tenido además en contra el deseo de la ex ministra Dolors Montserrat de encabezar la lista por Barcelona.

De hecho, es lo que todo el mundo daba por seguro dentro del PP. Nadie barajó que la que ha sido su portavoz en la Cámara Baja desde que dirige el partido se fuese a quedar fuera del Congreso, salvo que la recupere como «número dos» de su lista. En la «revolución», es una pieza que Casado tiene pendiente de recolocar. Y lo mismo ocurre con la vicesecretaria de Programas y Estudios, Andrea Levy, encargada del programa electoral. La diferencia es que la ex ministra le vino impuesta por Cospedal, ya que fue dentro del paquete que ella exigió colocar en el nuevo equipo a cambio de su apoyo en la batalla congresual. Levy, sin embargo, lleva desde el principio al lado de Casado. Creció con él en la dirección del partido en la etapa de Rajoy y está en el «núcleo» de decisión de Génova. De lo que queda por repartir, sólo hay dos «premios» importantes, el «número dos» en la lista de Madrid y el liderazgo de la lista al Parlamento Europeo.

Sobre la candidatura europea, el «pulso» está completamente abierto. Es el destino deseado por algunos de los ex ministros que se han quedado descolocados de las listas al Congreso. Y para Casado es más fácil dejar entrar ahí a dirigentes que no sean de «los suyos» porque las decisiones importantes se toman en la política nacional o se votan en el Congreso. El Comité Ejecutivo del partido ya lo conformó a su medida en julio, y los parlamentarios europeos tienen asiento en la Junta Directiva Nacional pero están en minoría. La clave para él es el «número uno», y ahí nombrará también a una persona de su equipo. En Génova no están muy receptivos por ejemplo con las presiones del ex ministro José Manuel García Margallo para irse a Europa. No quieren «contrapoderes» de ningún tipo dentro del partido «ni familias ni guerras», como las que dejó crecer Rajoy en su etapa como líder nacional.

Casado va ya anunciando en reuniones informales que si consigue llegar a La Moncloa tiene la intención de promover un plan de choque en los cien primeros días absolutamente rupturista. Con reformas «radicales», pero que considera «imprescindibles», y que por eso entendería que Vox y Ciudadanos prefirieran ver los toros desde la barrera. Esas reformas, en cualquier caso, tienen que ser votadas en el Congreso de los Diputados, y aunque él legislase en solitario, necesita del concurso de quienes, según todas las encuestas, serán consortes necesarios para formar un Gobierno alternativo al de Pedro Sánchez. Casado se mira en lo que hizo Aznar en el año 96.

Si el resultado es el contrario, que el centro derecha no suma y las generales son un traspiés, Casado también tiene ya construido su discurso para mantenerse al frente del PP. Dos argumentos de cabecera: por un lado, su «intensa dedicación» al partido durante estos meses para movilizar la maquinaria electoral, «nadie puede decirle que se podía haber hecho más»; por otro, la herencia recibida, la fractura del electorado que se encontró al llegar a la Presidencia del partido y las «razones» que explican esta fractura y que responden a la «gestión» de Rajoy.