El desafío independentista

Otro president engullido por el «procés»

La CUP envió a Mas a «la papelera de la historia», adonde también podría enviar a Puigdemont si no asume la vía unilateral para impulsar la autodeterminación de Cataluña

Otro president engullido por el «procés»
Otro president engullido por el «procés»larazon

El proceso soberanista engulló a Artur Mas y también va camino de engullir a Carles Puigdemont, el presidente de la Generalitat que inició su inesperado mandato con el propósito de situar a Cataluña «a las puertas de un nuevo estado independiente, en forma de república». La ejecutoria de Puigdemont se ha visto condicionada desde el primer día por las exigencias de sus socios de la CUP, que estrenaron la legislatura arrancándole a la vieja Convergència una declaración rupturista que sentó las bases de la desobediencia al Tribunal Constitucional (TC), redoblando así un inacabable pulso con el Alto Tribunal.

«El Parlamento de Cataluña, como depositario de la soberanía y como expresión del poder constituyente, reitera que esta cámara y el proceso de desconexión democrática del Estado español no se supeditarán a las decisiones de las instituciones del Estado español, en particular del TC, que considera falto de legitimidad», proclamaron Junts pel Sí y la CUP en una moción aprobada el 9 de noviembre de 2015, cuando la actual legislatura daba sus primeros pasos.

La vía unilateral

Desde entonces, el conflicto jurídico derivado del proceso soberanista ha ido en aumento. El TC suspendió la mencionada resolución y, a continuación, también actuó contra otras iniciativas del bloque independentista tales como el informe de conclusiones de la comisión del proceso constituyente (que abría la puerta a la independencia de Cataluña por la vía unilateral) y como la resolución que preveía la convocatoria de un referéndum «vinculante» de autodeterminación.

El conflicto jurídico le ha servido a Puigdemont para escribir el relato de una legislatura extrañamente parecida a la anterior. El presidente de la Generalitat, al igual que su antecesor, apela de forma casi diaria a la democracia para justificar un proceso soberanista que transita permanentemente extramuros de la Constitución, mientras su obra de gobierno tan siquiera puede lucir unos presupuestos aprobados.

Todo ello transcurre en paralelo a la «operación diálogo» lanzada por el Gobierno, la cual la Generalitat ha querido ridiculizar desde el primer día. Cada actuación del TC ha sido interpretada por el Govern de forma sarcástica: así dialoga el Gobierno de Mariano Rajoy. Se sabe que el presidente de la Generalitat y el presidente del Gobierno han mantenido conversaciones telefónicas y se sabe que el vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, también mantiene periódicos contactos con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Pero los contenidos no trascienden, aunque se da por seguro que habrá entrevistas.

Puigdemont, a diferencia de Mas, ha reducido la carga épica del «procés», pero mantiene sus principales debilidades. Su precaria mayoría parlamentaria con la CUP podría desencadenar una nueva convocatoria de elecciones, aunque el Govern confía en no tener que llegar a este extremo porque cree que los anticapitalistas sí que aprobarán los presupuestos de 2017 (rechazaron los de 2016 y Puigdemont tuvo que someterse a una cuestión de confianza).

Asegura el presidente de la Generalitat que sólo en caso de verse en esa cuneta aceptaría presentarse como candidato a las elecciones al Parlament. Si no, su plan es abandonar la primera línea de la política. Llegó de forma inesperada y no considera que su estancia deba alargarse.

El problema es su legado. ¿Existe verdaderamente la posibilidad de situar a Cataluña a las puertas de un nuevo Estado independiente, tal y como prometió en su discurso de investidura? El Govern asegura que sí, pero ya hay voces en el PDECat (la nueva Convergència) que piden ser realista y asumir que es posible que no se pueda convocar el referéndum el próximo septiembre.

La CUP envió a Mas a «la papelera de la historia». Y Puigdemont podría correr la misma suerte si no asume la vía unilateral, la única que contemplan los socios anticapitalistas para mantener su apoyo al president.