El desafío independentista
Incoherente, dependiente, frustrado, histriónico...
Expertos de distintos ámbitos radiografían al ex presidente de Cataluña: desde un político «confuso» por «un exceso de «megalomanía» a una víctima de la bipolarización de su grupo político
Expertos de distintos ámbitos radiografían al ex presidente de Cataluña: desde un político «confuso» por «un exceso de «megalomanía» a una víctima de la bipolarización de su grupo político.
Carles Puigdemont, nuevo candidato a las elecciones autonómicas bajo una orden internacional de búsqueda y captura. ¿Quién es este político de esquiva definición? Expertos de diferentes especialidades analizan para LA RAZÓN el perfil tanto político como psicológico del sucesor de Artur Mas. La mayoría de politólogos coinciden en señalar que dirigir la coalición de dos partidos que compiten por la hegemonía en el futuro, como el PDeCAT y Esquerra Republicana, además de la presión de diversas fuerzas independentistas, le han sometido a unas presiones cruzadas causantes de que haya acabado con una orden europea de detención. No obstante, este «sometimiento» tiene una explicación. El psiquiatra Javier de las Heras, autor de más de una veintena de libros y profesor de Psicopatología en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense, asegura que si hiciéramos una introspección en la cabeza del político catalán daríamos con una característica inicial causante de todo el «tinglado» montado: falta de liderazgo. «Él no lidera de forma definitiva un ideal», explica De las Heras. «Ha demostrado una falta de coherencia en sus decisiones, propias de una persona dirigida por las circunstancias y sin poder sobre ellas». Para el psiquiatra, muestra una gran dependencia de las personas que lo rodean, propia de personas narcisistas que necesitan la aprobación de los demás. «Él no mantiene una actitud decisiva y frontal, sino que está muy preocupado por su situación, se nota mucha frustración en sus últimas apariciones públicas, y es porque él no está pensando en el bien común, por eso lo primero que ha hecho ha sido huir». La psicóloga Isabel Serrano corrobora esta idea y aporta dos apreciaciones a su naricisimo: «Histrionismo y cierta megalomanía». Para Serrano, el narcisismo corresponde a personas que se creen encaminadas «a hacer grandes cosas y con una idea muy grandiosa de sí mismo». Y resalta su escasa capacidad para encajar las críticas, «por lo que necesita la adulación de sus afines y la aprobación para sentirse mejor. Por eso es tan inestable en sus decisiones», afirma. «Sólo se echó atrás en la convocatoria de elecciones cuando los suyos le llamaron traidor». A su juicio, Puigdemont ha buscado hasta el final convertirse en un mártir, dentro de una «escenografía sobreactuada como buen histriónico».
Tanto el director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Benigno Pendás, como el sociólogo Amando de Miguel confluyen en un diagnóstico poco halagüeño con la preparación del político independentista como para haber asumido la presidencia de la Generalitat. «A la vista de toda la sociedad catalana y española el señor Puigdemont ha demostrado una muy limitada talla política. Es un personaje dubitativo que está controlado en muy buena medida por sectores radicales, incapaz de mantener una línea fija de actuación, y eso en los análisis de la psicología política suelen ser características muy negativas para un líder político». Pendás tampoco se sale de la línea de las psicólogas y asegura que «ha considerado que debe pasar a la historia, por lo que hay un componente de carácter psicológico de intentar sacar el máximo partido posible a esta situación. Demuestra una gran falta del sentido de la responsabilidad. Si en el futuro consigue encontrar alguna línea en los libros de historia estará a una altura escasa y baja». El politólogo resalta que, si algo le ha caracterizado, es haber «eludido la incursión frontal en tipos delictivos, procura siempre que haya un punto de confusión sobre la materia, hace curvas y maniobras extrañas». Lo que De Miguel resume así: «Representa la contrafigura del líder carismático, es la negación de la grandeza, un cobarde refugiado en circunloquios». Pendás amplía su parecer: «Representa un negativo fotográfico de lo que sería el líder político de calidad, un personaje de imposible definición, cambiante, por una parte temeroso y por otra reivindicativo, uno no sabe a qué atenerse con él y eso en la política le convierte en un personaje conflictivo, no es un interlocutor serio con el que se pueda dialogar ni negociar».
«El problema es que nadie de su entorno tiene categoría política», prosigue De Miguel. «El nacionalismo catalán antes sí estaba formado por personas de talla intelectual. De la Riba escribió libros, por ejemplo. Aquí nadie escribe nada. Sólo aportan un componente irracional, necesitan odiar España, la tienen tan presente que ni siquiera pueden pronunciar su nombre y la llaman Estado, lo que es una disfunción desastrosa».
Los politólogos Pablo Simón y Lluis Orriols mantienen una postura más reconciliadora con la personalidad de Puigdemont, ya que distancian su perfil psicológico de la situación política con la que ha lidiado. «Los cambios de guión se deben a la complejidad de personalidades que hay dentro de su grupo». Otra cosa es su liderazgo: «No es un líder político claro. Es una pieza colocada, no uno de los líderes del partido. Podría haber tomado las riendas, como hiciera Pedro Sánchez».
Simón también resalta el detalle de que ha sido un presidente «pato cojo». «Un líder que sabía que no se iba a presentar a las elecciones, aunque ahora haya anunciado lo contrario. Le interesaba saber qué legado va a dejar en la historia, como les sucede a los presidentes americanos en segundo mandato». ¿Podría comparar a Puigdemont con alguno? «Imposible. Es una situación sin precedentes en cualquier país civilizado», sentencia.
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