El desafío independentista
Puigdemont posee mil urnas ocultas en Barcelona mientras cumple un mes «fugado»
Detalla su «plan b» desde la capital belga donde ya ha cambiado de hospedaje en tres ocasiones: primero se instaló en hoteles, luego en casa de un compañero de partido y ahora ha alquilado un chalé en Gante
Detalla su «plan b» desde la capital belga donde ya ha cambiado de hospedaje en tres ocasiones: primero se instaló en hoteles, luego en casa de un compañero de partido y ahora ha alquilado un chalé en Gante.
Esta semana se ha cumplido un mes desde que el ex presidente cesado de la Generalitat, Carles Puigdemont, cogía las maletas y se fugaba del país para evitar dar explicaciones ante la magistrada de la Audiencia Nacional Carmen Lamela, encargada de instruir la causa contra el referéndum del 1 de octubre. Tras un plan de huida ya ensayado durante el 1-O cambiando de vehículo bajo un puente y hasta en varias ocasiones, el domingo 28 de madrugada consiguió cruzar la frontera en La Jonquera con la ayuda de un grupo de escoltas de los Mossos, para embarcar el lunes en un avión a Marsella. Lo hacía junto con su mejor amigo y confidente, el empresario gerundense Josep María «Jami» Matamala –quien ha sufragado algunos de los gastos del ex presidente en Bélgica–, y cinco de sus ex consejeros. A su llegada al aeropuerto de Zaventem saltaron todas las alarmas. Minutos más tarde, en España todo el mundo sabía que ya estaba en Bruselas. En ese momento estaba reunida la ejecutiva de su partido, que conoció la noticia por la prensa. Solo la coordinadora general, Marta Pascal, sabía que Puigdemont no asistiría a la reunión de cada lunes minutos antes de empezar. A lo largo del día, otros dos ex consejeros del PDeCAT (Lluís Puig y Clara Ponsatí) hacían las maletas para reencontrarse con sus compañeros en Bruselas.
Aquel mismo lunes día 29 Puigdemont se desplazó hasta Tielt, al oeste de Bélgica, para reunirse con el abogado Paul Bekaert. El letrado, especialista en derechos humanos, tiene unas tarifas de entre 500 y 1.000 euros la hora. Sin avisar a su abogado en España, Jaume Alonso-Cuevillas, el líder independentista contrató los servicios de Bekaert para estudiar su situación procesal, el mismo día que en la Audiencia Nacional, Lamela citaba a todo el ex gobierno catalán –también a él– a declarar dos días mas tarde. En ese momento muchos pensaron que la intención de Puigdemont era pedir asilo en Bélgica, pero según fuentes de su entorno, a parte de retrasar su declaración ante la justicia española, su viaje a Bruselas tenía como objetivo internacionalizar el proceso independentista. Aunque de poco le ha servido. Más allá de una primera rueda de prensa multitudinaria a las 24 horas de llegar a la capital comunitaria, su interés mediático se ha reducido a los medios belgas y a las contadas entrevistas qué ha concedido con medios de distintos países, ninguna con medios de comunicación españoles. Tampoco ha tenido suerte con los líderes políticos belgas ni europeos, que no han querido recibirle. Solo durante los primeros días se le vio entrar y salir a menudo de la humilde sede del European Free Alliance. Aunque sin invitación oficial, su intención también pasaba por mandar su mensaje desde el interior del Parlamento Europeo, gracias a los eurodiputados catalanes que le facilitaban el acceso, pero no le fue posible. Primero por la oposición eurodiputados –algunos del ALDE, el mismo grupo político que el de su partido– y después, tras entregarse a la justicia belga, por qué el magistrado le prohibió salir de su territorio y solo podía acceder a ellas con una autorización previa del juez y del Parlamento Europeo, cosa que incomodaba a los mandatarios comunitarios.
Durante estos treinta días en Bélgica, Puigdemont ha cambiado de hospedaje hasta en tres ocasiones. Primero se instaló en el hotel Chambord a unos ochenta euros la noche. Allí compartió instalaciones con sus ex consejeros y Matamala. Al descubrirse su alojamiento, se trasladó al hotel Renaissance y después fue alojado durante unos días por un compañero de partido con residencia en Bruselas, hasta que consiguió alquilar un chalé a las afueras de Gante, alejado incluso de sus ex consejeros.
Su día a día en Bruselas es muy diferente al que tenía en Cataluña. Aprovecha el tiempo para leer, escribir y pasear por los bosques de la zona. Acude a eventos culturales y sociales, como a la ópera de Gante o a una conferencia sobre las relaciones diplomáticas entre Cataluña y Bélgica. En la mayoría de actos ha aparecido acompañado de algunos de sus ex consejeros, sobretodo de Puig y Ponsatí, con quién recibió en audiencia a la junta directiva Òmnium Cultural, entre otros. En algunas conversaciones, Puigdemont ha llegado a admitir que la Generalitat tenía un plan B, por si el CNI interceptaba las urnas compradas en China: según el ex presidente, en un almacén de Cataluña hay más de mil urnas plegables que se podían utilizar en cualquier momento. Durante estas cuatro semanas, también su familia ha viajado hasta Bélgica un par de ocasiones.
Ahora, a 24 horas de saber si el juez belga le extradita o no a España, un equipo de su confianza desplazado a Bruselas le está acabando de montar una oficina como candidato de Junts per Catalunya. Ahora el entorno del ex presidente en Bélgica se profesionaliza con la llegada del ex jefe de prensa de Artur Mas y de algunos de sus más estrechos colaboradores. Aunque en un principio Puigdemont y su equipo tenían el apoyo económico del PDeCAT, que según fuentes del partido es quien dirige la campaña económica, la formación ha empezado a mostrar sus reticencias a hacer frente a las costosas facturas de desplazamiento y estancia en Bruselas de sus colaboradores.
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