Barcelona
La no campaña del hombre de Estado
La tragedia de París ha hecho cambiar la agenda electoral. En el PP huyen del fantasma de Aznar en Irak y creen que el debate de la seguridad les beneficia
La tragedia de París ha hecho cambiar la agenda electoral. En el PP huyen del fantasma de Aznar en Irak y creen que el debate de la seguridad les beneficia
En la dirección popular están adaptando su discurso y su programa a una campaña electoral distinta de la que inicialmente preveían a finales del verano. La agenda política ha cambiado y hasta el programa electoral, que debía haberse presentado la pasada semana, se ha dejado para la siguiente porque la tragedia de los atentados de París ha llegado a marcar los tiempos que son estrictamente de partido. Los tiempos y también el contenido, porque Mariano Rajoy ha optado por reforzar el capítulo dedicado a la seguridad para introducir referencias y propuestas concretas que afectan a la lucha contra el terrorismo y, específicamente, contra la amenaza yihadista. Esas propuestas han sido elaboradas por Interior, de ahí han pasado directamente a Presidencia y a Rajoy, y, una vez que han recibido el visto bueno, han ido al programa. De hecho, el jefe del Ejecutivo explicó ayer en Barcelona que el PP va a «luchar con determinación, prudencia y eficacia contra el terrorismo» y que va a seguir «colaborando con sus aliados» porque su obligación es «combatir el terrorismo con todas sus fuerzas».
El presidente se ha ocupado personalmente de revisar las partes del programa más sensibles antes de que el texto quedara definitivamente cerrado. La responsable del documento es la vicesecretaria de Estudios y Programas, Andrea Levy. Pero Moncloa y el director de la campaña, Jorge Moragas, también han tenido mucho que decir en su orientación. Si en septiembre todo estaba dirigido a centrar el foco en el balance económico y en el mensaje de la recuperación, el guión ahora está marcado por Cataluña y por el yihadismo. Por la política territorial y por la amenaza terrorista, dos cuestiones en las que Mariano Rajoy se siente cómodo porque entiende que su discurso y sus propuestas ofrecen más «seguridad» y resultan más «contundentes» ante la opinión pública. Así, del relato estrictamente económico han pasado a un argumentario de campaña en el que incorporan el mensaje de la unidad y la seguridad nacional.
En esta legislatura el Gobierno ha prestado mucha atención a la amenaza yihadista. Las Fuerzas de Seguridad del Estado han realizado un buen trabajo, que ha servido para detener proyectos embrionarios de acciones dirigidas contra los intereses nacionales. Rajoy, además, ha tomado nota de los errores del pasado, de la etapa de José María Aznar, y está consiguiendo dejar sin margen de oposición al resto de partidos en estos dos temas que marcarán la agenda electoral.
Aunque habrá amagos por parte de la oposición para hacer política y deshacer en la medida de lo posible la imagen de unidad liderada por Rajoy, éste no tiene intención de entrar al trapo ni de enzarzarse en debates al respecto con sus adversarios. En su entorno lo explican muy gráficamente: «Rajoy va a ir a las elecciones como el hombre de Estado que prima el interés general por encima de las cuestiones de partido. Claro que esto le beneficia electoralmente, pero también es su obligación. Y si los demás quieren dar puñetazos al aire, allá ellos. Porque el presidente los esquivará y no se saldrá del mensaje institucional del consenso y del pacto de Estado». Esta estrategia incluye la decisión de seguir llamando a los principales líderes políticos hasta el día de las elecciones, «en campaña y cuando haga falta», precisa uno de sus colaboradores.
La agenda política se ha llevado por delante en estas últimas semanas la campaña electoral. Y la previsión en Moncloa es que el problema catalán vuelva a reactivarse y llegue con toda su intensidad al 20-D. Esto no deja apenas margen para hablar de economía y de la recuperación, pero tampoco de otras cuestiones que han desgastado mucho al PP en esta legislatura y que están en el discurso electoral de la oposición, como puede ser la corrupción o el coste en desigualdad social que deja la recesión. El PP está convencido de que la «no campaña» le beneficia porque, además, la estrategia de Rajoy no deja espacio a la izquierda para buscarse otros eslóganes para movilizar a su electorado como el eficaz «no a la guerra» de la invasión de Irak durante el mandato de Aznar.
En suma, en las filas populares empiezan a ver luz al final del túnel. Con precaución porque, advierten, la campaña es decisiva y cualquier error se acaba pagando. Pero también se atienen a lo que les dicen sus expertos electorales: que la memoria del votante es corta, y que lo que pasa en los últimos meses puede hacer que cambie toda la imagen del relato anterior. Rajoy está convencido de que el PP tiene una oportunidad real de ganar con la diferencia necesaria como para conjurar las alianzas de sus adversarios. Mientras que en su partido, también hay quienes cruzan los dedos para que la agenda política no cambie de color.
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