El Rey abdica
El futuro de Zarzuela con dos Reyes
Cuando le conocí y le hice la primera entrevista para el semanario «Cambio 16», lo que más me sorprendió fue la admiración que sentía por su padre, hasta el punto que había copiado de él hasta la costumbre de colocarse el reloj en la mano derecha. Tenía, entonces, 13 años, su apariencia seguía siendo aniñada, respondía con cierta timidez y mucha prudencia y, cuando se le preguntaba algo comprometido que rozaba la política, siempre se refería a su padre, el Rey. Era su gran referencia y decía que su reinado sería como el de su padre el Rey Juan Carlos, que acababa de entrar en cierto modo en la historia, al desmontar el golpe de estado de febrero de 1981.
Aquella noche permaneció al lado de su padre hasta que cayó vencido por el sueño. Pero, junto a los ayudantes militares del Rey, especialmente de Muñoz Grandes Galilea, del jefe de la Casa, Sabino Fernández Campo y de Manuel Prado y Colon de Carvajal, fue testigo de excepción, por deseo expreso de su padre, de aquellos dramáticos acontecimientos que estuvieron a punto de terminar con una Monarquía que apenas llevaba seis años de rodaje.
Posteriormente, esa admiración fue creciendo conforme la Institución comenzó a adquirir prestigio internacional y fuera de España el Rey se convirtió, junto con su primer ministro Adolfo Suarez, en el hombre que hizo posible la transición de la dictadura a la Monarquía parlamentaria, y el que hizo posible, junto con el pueblo español, la recuperación de las libertades, la vuelta de los exiliados y la normalización política de un país que durante decenas de años, estuvo fuera, como si fuera un apestado, de todos los más importantes organismos internacionales.
El próximo jueves día 19 se abre una nueva etapa en la reciente historia de España, y ese joven tímido y prudente, Felipe de Borbón y Grecia, será proclamado Rey de España con el nombre de Felipe VI.
Se abre una nueva etapa a la que se le ha querido desprender de todo esplendor y grandeza, con el anuncio de una ceremonia austera , propia de los momentos de crisis que vivimos, y reñida con todo lo que tiene de pompa y circunstancia, que en ese tipo de ceremonias forman parte de la esencia misma de las Monarquías.
Esa nueva etapa se inaugura con la incógnita del papel que desempeñará Don Juan Carlos, el Rey padre, del título que ostentará, de la protección jurídica que tendrá una vez desaparecida la inviolabilidad que ha tenido como Rey, de cuál va a ser su función y de cómo van a ser las relaciones entre padre e hijo, después de un cambio tan repentino en los roles que han venido desempañando hasta ahora cada uno.
A partir de ahora tendrán que convivir el Rey padre y el Rey hijo, tendrán que convivir, además, en el mismo recinto del Palacio de la Zarzuela, y aunque ya ha habido algunos que han dado la señal de alarma de que esa convivencia será difícil, no hay ningún síntoma de esa supuesta dificultad, pese a que, últimamente, el escándalo de su cuñado Iñaki Urdangarín, (del que los Príncipes han permanecido lo mas alejado posible), haya enturbiado y complicado todas las relaciones familiares. Hasta ahora, las únicas diferencias que han aparecido entre padre e hijo han sido por este tipo de cuestiones, o por temas que han afectado a las relaciones sentimentales del Príncipe.
Si es verdad que existe admiración de Felipe por su padre, esa admiración es mutua: la admiración del padre por su hijo es la del padre que ve en su hijo, parte de lo que, por una serie de circunstancias, él no pudo ser; por el tipo de educación que recibió y por la vida que le obligaron llevar, cuando el general Franco y el Conde de Barcelona deciden cuál va a ser su su destino e, incluso, su plan académico y profesional.
Por todo eso, Don Juan Carlos será el mejor consejero de su hijo, cuando él se lo pida; pondrá todos sus conocimientos y experiencia en la consolidación del nuevo Reinado; será extremadamente respetuoso de su trabajo y pondrá todo su empeño en que, en el menor tiempo posible, se empiece a notar que ha empezado una nueva época y que, en esa época, en poder de las nuevas generaciones, el papel del nuevo Rey será fundamental.
Es tanta su experiencia, tantos y privilegiados sus contactos, y tantos sus conocimientos que ha adquirido en 39 años de reinado que, es, también, el mejor embajador que puede tener el nuevo monarca y el propio país.
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